Eduardo Gurría B.
“Un niño que lee será un adulto que piensa”
norfic.com
Dentro del marco del ámbito educativo, la lectura debería ocupar un lugar preponderante, y mucho se habla de ello y también se pregona, sin embargo, en la realidad, dista mucho de ser una práctica cotidiana, a pesar de las innumerables ventajas que representa para los estudiantes el acto de leer.
El promedio de lectura en México es de tres libros al año por habitante, pero muchos mexicanos leen los tres que les corresponden a los otros muchos mexicanos y, a pesar de esto, el analfabetismo se ha reducido a un 6.9%, es decir, la gran mayoría de los mexicanos sí sabe leer, pero no lee.
El desarrollo intelectual está estrechamente ligado a la lectura como parte integral del crecimiento, de la madurez, de ahí que los ejes principales de las pruebas estandarizadas y de las tendencias en educación para el Siglo XXI se basan en la implementación de estrategias, para el proceso de enseñanza-aprendizaje a través del razonamiento lógico-matemático y del razonamiento verbal, es decir, razonamiento al final de cuentas.
Esto nos lleva a la competencia en cuanto a la capacidad crítica, la capacidad de reflexión y la capacidad de análisis, mediante un acercamiento a la capacidad lectora de la que derivan dos puntos principalmente: por un lado, tenemos la lectura recreativa; esta nos adentra al plano de leer por gusto y no representa casi ningún esfuerzo por parte del lector asiduo y acostumbrado, ya que la motivación está intrínseca en los libros que son de su preferencia.
Por el otro lado, está el manejo y la comprensión de los textos funcionales, como informativos, escolares, ensayos, tratados, artículos, libros, de textos especializados y demás, cuya lectura y asimilación requieren de, además de concentración, de vocabulario y análisis, ya que el objetivo radica en un aprendizaje esperado y que se vea reflejado de manera inmediata y a largo plazo en acciones concretas y, por supuesto, capitalizables; esto último, en función de qué tipo de educación para la población pretendemos, siendo que, según la UNESCO (2011), un estudiante que no domine la lectura tiene mayores posibilidades de desertar, así que si no tenemos lectores, tendremos un pueblo subeducado.
Dentro del aprendizaje se consideran conductas y valores como resultado de la lectura sistemática; se mejoran las aptitudes, las actitudes y las cualidades, se favorece la creatividad, el desarrollo, la educación y la imaginación. Un alumno lector competente desarrolla conocimientos no necesariamente o únicamente curriculares, pero sí esenciales para la formación y su propio desarrollo.
Dentro del nivel de la educación media superior, está la disciplina del Taller de Lectura y Redacción, en este, se supone, deben ponerse en práctica, precisamente, la lectura y la redacción; la materia se define como un taller, es decir, es el alumno quien, con la asesoría del docente, debe desarrollar una actitud favorable hacia la lectura y la comunicación escrita, pero, ¿se hace así?, ¿se dispone en el aula y en la escuela de una biblioteca, al menos, básica y se destinan tiempos para la lectura?. Podemos apostar a que esto no funciona así en la mayoría de los casos, siendo que la mayoría de los objetivos se pierden en la teoría y en la retórica al desvirtuarse el concepto de “taller”.
El problema se magnifica al momento de la transversalidad debido a las serias deficiencias en lo que al vocabulario concierne. Es imposible que se dé la comprensión lectora acerca de un determinado tema -cualquier tema y de cualquier disciplina-, si el vocabulario del alumno es reducido.
Al interior del aula, una explicación o una exposición serán estériles si el lenguaje acorde a la disciplina y al nivel es desconocido, de ahí que toda estrategia de E-A deberá tener como condición sine qua non a la lectura como una premisa, vía la motivación hacia el alumno y esto, desde las edades tempranas.
Sin embargo, el mayor reto se encuentra en el maestro, pero, ¿es el mismo maestro un lector…?
Reformas van y vienen y la gestión educativa es como una veleta que se mueve según los vientos políticos y con medidas de dudosa efectividad.
La teoría básica del constructivismo consiste en que el conocimiento es construido por el propio alumno a partir de su experiencia personal y de su forma de ser, de pensar y de procesar la información, como responsable activo de su individual mecanismo de aprendizaje, mediante el anclaje y hacia lo nuevo, yendo hacia una comprensión cada vez mas compleja de significados nuevos y útiles.
El constructivismo es, de alguna manera, una forma de autodidactismo guiado, porque se da en el aula, bajo una variedad de sistemas estandarizados de mayor o menor efectividad y que dependen de múltiples factores, sin embargo, al ser el alumno el que elabora su andamio y transforma su mundo, él levanta la estructura de su aprendizaje y este no es concebible si no está sólidamente sustentado en la lectura.
Al entrar en el aula e iniciar con las preguntas exploratorias o mediante un examen de diagnóstico, el alumno que lee, brilla.