Elisa Guerra
Mis alumnos recordarán para siempre estas semanas en sus vidas, pero lo que más se quedará en su memoria serán las conversaciones que tuvieron durante el encierro. Recordarán a sus profesores por cómo lograron, o no, nutrirlos desde la distancia.
Las primeras flores de primavera ya comenzaron a brotar en nuestro desierto jardín de juegos. “Algunas de las docentes no podían parar de llorar”, me dijo Alejandra, la directora de la sección de primaria de nuestra escuela, cuando le pregunté cómo iban las cosas. Eso fue durante la primera semana de aprendizaje a distancia, solo unos días después de que todas las escuelas en México cerraran en medio de la crisis por el Covid-19.
Lo habíamos visto venir, sin embargo, no estábamos preparados. Las autoridades educativas todavía daban una imagen incierta sobre qué tipo de acciones se tomarían a nivel nacional, y decidimos que no podíamos esperar sin hacer nada.
Con solo cuatro días de anticipación, creamos y organizamos lecciones, recursos y actividades de aprendizaje para nuestros casi 200 estudiantes, de 3 a 15 años.
Ser una pequeña escuela privada con recursos limitados, lo hizo aún más difícil. Afortunadamente, una buena parte de nuestro personal acababa de completar la capacitación en tecnología en el aula y estaba ansioso por poner en práctica todas esas habilidades. Se convirtieron en nuestro comité de aprendizaje a distancia y fueron fundamentales para poner los engranajes en acción. Ellos fueron los que tranquilizaron y asesoraron a los otros profesores no tan tecnológicos. Gracias a eso, nuestro equipo se hizo más fuerte.
En nuestra cotidianidad docente, muchas veces los horarios son tan agitados que podemos aislarnos y la comunicación entre nosotros suele ser esporádica. Hoy, nos estamos comunicando todo el tiempo, compartiendo recursos y dándonos retroalimentación incluso a la una de la mañana.
“Nunca en mi vida docente he trabajado tanto y durante tantas horas”, me dijo Nydia, nuestra profesora de francés. “Pero, sorprendentemente, en los tiempos del distanciamiento social, nunca me había sentido tan apoyada y conectada con nuestro equipo como me siento hoy. Eso me hace feliz.”
Desde el primer día de aprendizaje a distancia, comenzamos a recibir todo tipo de mensajes por parte de los padres. La mayoría de ellos agradecidos y entusiastas; algunos otros frenéticos y ansiosos. Pronto identificamos que los factores que potenciaban el estrés en los padres estaban muy relacionados con el número de hijos que tenían, la cantidad de su carga laboral en casa y lo inexpertos que eran o no usando herramientas tecnológicas para el aprendizaje. Eran demasiadas variables como para poder controlarlas.
También nos dimos cuenta de que no importaba cuánto esfuerzo dedicáramos a nuestras clases en línea, algunos estudiantes iban a quedarse atrás si teníamos expectativas y plazos estrictos y generalizados.
Al mismo tiempo, y a medida que se desarrollaba la crisis, nuestros ojos se abrieron gradualmente a otras lecciones que vale la pena aprender, lecciones enseñadas por la vida misma, lecciones aún más importantes que las que pasamos horas elaborando con tanto esmero: Resiliencia. La capacidad de gestionar el tiempo. Hábitos saludables. Comunicación. Creatividad.
Decidimos cambiar de rumbo. Sí, todavía estamos creando y compartiendo lecciones para todas las materias, pero ya sin esa obsesión frenética. Te das cuenta de que eres un profesor perfeccionista cuando te empeñas en cubrir el plan de estudios a como de lugar, aún si un espeluznante virus intenta entrometerse en el camino. Si el aprendizaje no debe detenerse, reflexionas, tampoco puedes hacerlo tu.
Pero una de las mayores lecciones personales que he aprendido, hasta ahora, con la situación de la pandemia, es dejar ir, soltar.
Simplemente no hay forma de seguir aprendiendo de la manera habitual, sin interrupciones, no importa cuánto lo intente y cuánto me esfuerze. Los libros de trabajo podrán quedar sin terminar. Unidades enteras de nuestro plan de estudios podrían acabar sin una mirada siquiera. Pero tal vez esto no sea tan malo como yo lo creía.
Mis alumnos recordarán para siempre estas semanas en sus vidas, pero lo que más se quedará en su memoria serán las conversaciones que tuvieron durante el encierro. Los libros que leyeron. De qué manera sus familias afrontaron el desafío. Lo valiosa que es nuestra conexión humana. Qué tanto de nuestras vidas anteriores dimos por sentado. Recordarán a sus profesores por cómo lograron, o no, nutrirlos desde la distancia, y no por cuánto énfasis pusieron en que aprendieran sus lecciones.
Esto no quiere decir que nos dimos por vencidos con el aprendizaje a distancia. Todavía no sabemos si estas extrañas semanas se convertirán en meses.
Mientras más tiempo permanezcan cerradas nuestras escuelas, más significativas serán las consecuencias. Sería irresponsable “abandonar el barco” y dejar la educación de los estudiantes a su suerte en una nave que se hunde. Pero necesitamos encontrar el equilibrio. En tiempos más felices, los profesores fueron los primeros en señalar que la educación es mucho más que simplemente cubrir un plan de estudios. ¿Por qué entonces nos hemos vuelto tan determinantes para revertir nuestro pensamiento, o al menos actuar como si lo hubiéramos hecho?
Nuestro personal docente ahora se está reorganizando. La psicóloga escolar preparará semanalmente “talleres grupales” en línea sobre salud mental y manejo de crisis para padres, estudiantes y profesores por igual. A partir de la segunda semana en adelante, seguiremos presentando lecciones para todas las materias, pero no habrá presión para entregar la tarea en un plazo establecido o incluso para terminar todo el repertorio de actividades. Y, por supuesto, ¡esta crisis ya es, de por sí, una gran prueba! Por ello, no exámenes, ni calificaciones.
Todavía alentamos a los estudiantes a que intenten completar la mayor parte de su trabajo escolar tanto como puedan, pero por diferentes razones. Creemos que es bueno para ellos mantener sus mentes ocupadas (y fuera del frenesí del Coronavirus por una vez), y también, porque el aprendizaje académico en el hogar puede proporcionar una buena estructura, que puede ayudar a sobrevivir los días de encierro.
Cuando finalmente podamos regresar a la escuela, será más fácil retomar nuestro ritmo habitual. Pero por ahora, en lugar de abrumarles con listas de tareas pendientes y horarios rígidos, preguntamos a las familias: ¿Qué necesitan para promover el aprendizaje y el bienestar durante estos tiempos? ¿Cómo podemos ayudarles a lograr el equilibrio?
Me complace ser testigo de que, tal vez por primera vez en la historia, las artes y el movimiento físico ocupan un lugar central bien merecido.
Les pedimos a los estudiantes que lean tanto como puedan, y luego nos reunimos virtualmente para discutir nuestras lecturas. He trasladado al internet las grabaciones del podcast de creatividad literaria que desde hace algunos meses producía con mis alumnos. Animamos a los niños a expresarse a través de las artes y a enviar las fotos y videos de sus creaciones, para compartir en nuestra propia galería en línea.
También hacemos hincapié en la importancia de mantenerse activo, comer y dormir bien, por el bien de su salud física y mental. Ahora sé que el aprendizaje no se detendrá, solo que traerá un tipo diferente de conocimiento.
Al principio, cuando diseñamos nuestro programa de educación a distancia, decidimos hacerlo abierto para que otros profesores y estudiantes pudieran usarlo si lo encontraban valioso.
Somos muy conscientes de que aunque nuestros recursos son limitados, tenemos el privilegio de poder organizarnos y brindar apoyo a nuestra comunidad escolar, y la ventaja de que la mayoría de nuestros estudiantes tienen acceso a tecnología y dispositivos. Para muchos otros niños en México y en todo el mundo, estas posibilidades son practicamente inexistentes.
Se necesita atención urgente de nuestra parte y de las organizaciones internacionales, el sector privado y los gobiernos, para que cada niño y niña pueda reclamar su derecho de nacimiento a desarrollarse como un ser seguro, feliz y brillante. Para este propósito, la UNESCO está conformando una coalición educativa global. La tarea es gigantesca, pero no insuperable si nos involucra a todos.
Me gustaría poder decir que esta primera semana de aprendizaje a distancia fue la más difícil de toda esta prueba del Covid-19 y que una vez que encontremos nuestro ritmo y equilibrio, lo peor ya habrá pasado. Pero la verdad es que todavía no lo sabemos.
Lo que es indudable es que, en este corto tiempo, hemos crecido enormemente tanto en el plano personal como en el profesional. Lupita, una de nuestras profesoras con mayor experiencia, reflexionaba sobre ello hace poco. “Tuve que aprender a crear un video, casi desde cero. Mientras que nuestros profesores más jóvenes ya estaban produciendo piezas de primera categoría con efectos especiales, yo todavía estaba tratando de encontrar dónde hacer clic para comenzar. Ha sido una lección de humildad. Pero me di cuenta de que tengo otras habilidades y suficiente experiencia docente, como para saber que al final mis alumnos y yo estaremos bien”. Me sonrió antes de entregar su línea final: “Ahora, sólo espera a que podamos regresar a la escuela, ¡porque volveremos mejor que nunca!”.
No necesitó convencerme: con todo el corazón, así lo creo