En el documento base de Los Aprendizajes clave para la educación integral de la SEP y que pudiera decirse que es el apartado pedagógico de la reforma, (SEP, 2017: 678 pp.). En dicho documento viene un apartado sobre la practica pedagógica, ahí se parte del supuesto o del reconocimiento de que cerca de un 80% de los docentes en nuestro país realizan su táctica a partir de caer en técnicas expositivas o en la difusión de información. Esto es cierto sólo en parte. Los maestros y maestras han aprendido a hacer en la escuela lo que en las mismas escuelas aprendieron, hablar, exponer y dar su versión con respecto a algunos tópicos ligados con el conocimiento científico, el lenguaje, la historia, las humanidades, etc. Las técnicas expositivas definidas como pedagogía tradicional son mal vistas por los autores de la reforma, a cambio de ello las alternativas que argumentan no sirven, para superar este tan grave problema. Me parece que este es el quid de toda reforma, no de esta reforma sino de todo el funcionamiento del sistema, se ve mal que los maestros expongan como recurso central de la práctica y como estrategia de trabajo profesional, pero se ve peor aún que el estado con todo su complejo aparato no haya sido capaz de incidir favorablemente ante dicha problemática.
Las alternativas que se han presentado a respecto son de dos tipos:
- Elevar o continuar con la obtención de grados académicos para los docentes hacia arriba, pasar del pregrado al posgrado (a partir de las ofertas de maestrías y doctorados en educación).
- Desarrollar de manera horizontal una serie de competencias docentes que permitan mejorar sustantivamente el desempeño profesional de los y las educadoras.
En el fondo ambas perspectivas no están reñidas, pero lo que han privilegiado infinidad de autores es el desarrollo de competencias docentes, ha sido la conformación de esquemas que repiten el proceso de formación inicial. Para ello la SEP ha gastado una fuerte cantidad de dinero con la finalidad de a través de un complejo sistema el desempeño profesional mejore y que de evidencias de que mejora.
El problema de la adquisición o desarrollo de competencias docentes específicas, presenta una disyuntiva de fondo: ¿cómo adquirirlas o desarrollarlas? La enseñanza es una serie de saberes pedagógicos demostrados en la acción, es decir en la práctica, no es lo mismo hablar de teorías pedagógicas que hacer evidentes en la práctica misma dichas teorías.
La otra dificultad consiste en que desde afuera no es posible cambiar o modificar lo que desde adentro del sujeto no se quiere cambiar. Los sujetos docentes deben reconocer la necesidad del cambio y deben de igual manera manifestar un nivel de disposición de tal que les permita mover algunos componentes de su propia práctica.
El fracaso de las iniciativas pensadas para mejorar o modificar la práctica es que se ejercen con un alto nivel de prescripción o de exigencia institucional. Las prácticas educativas no cambian de esta manera, debido a que en el fundo los sujetos no están dispuestos a hacerlo.
Lo que está en el centro de la discusión en cuanto a los estilos de práctica y a la necesidad de cambiar, es la reflexión de lo que se hace. La reflexión puede realizarse antes, durante o después de lo que implica la práctica y si el propio de ejercicio de reflexión se documenta, es decir genera un texto reflexivo realizado por el propio sujeto es mejor aún. La reflexión de la práctica consiste en el regreso de los sujetos docentes a sus propias acciones y tiene como finalidad de que los sujetos sean capaces de encontrar algunos elementos que no gustan para transformarlos en “áreas de oportunidad”, es decir comenzar a cambiar y mejorar la práctica a partir del deseo y la necesidad de hacerlo.
El problema que se presenta con los que están a favor en el desarrollo de competencias docentes, es que dicha pretensión termina instrumentalizando, es decir, todo se reduce a un esquema técnico y en muchas ocasiones sin sustentos o fundamentos.
Efectivamente como decía un colega de la Universidad de Tenerife, España; en un seminario en la Universidad Pedagógica en el Ajusco, efectivamente en estos tiempos necesitamos buenos maestros y maestras. Si la única ventana a la cultura que tienen niños y niñas es el maestra o la maestra que tienen enfrente por lo tanto necesitamos maestros cultos y buenos contadores de historias, pero los y las maestros cultos es decir aquellos que se cultivan en la profesión, se hacen a sí mismos nadie los hace (ni las Escuelas Normales ni los carísimos cursos que paga la SEP; ni siquiera las maestrías o los doctorados). Los maestros y las maestras se hacen a sí mismos, con disposición a leer las propias líneas de su práctica, de cuestionarse, de reflexionar lo que se hace de escribir su experiencia y a partir de cada trozo de trabajo, de atender a cada niño o niña de pensar porque hace tal o cual cosa, pero sobre todo de tener claro hacia dónde quiere llegar, hacia qué puerto quiere que se dirijan sus escolares y él o ella mismos.
La práctica educativa como muchos lo han reconocido es compleja, multidimensional y multireferecial y en todo ello lo que menos nos sirve es que los sujetos sigan hablando de la misma. Ahora se trata de hacerla es decir de practicarla diferente.