Rosalía Nalleli Pérez-Estrada*
Mientras cubría pendientes para finalizar el año, me encontré a 4 ó 5 maestros que viajaban con evidente prisa. La intranquilidad se reflejaba en sus ojos y el deseo de volar -para llegar- se palpaba a la vez que los veíamos pasar.
Pensé que alguna urgencia o algún problema los hacía moverse así, al grado de estar a punto de atropellar a uno de los perros olvidados de la calle. Un día después los encontré nuevamente, pero esta vez caminaban tranquilamente y, con curiosidad, les pregunté qué los llevaba con tanta prisa. La respuesta fue simple: su pre-candidato a la presidencia de la república se hacía presente en su estado y ellos debían aprovechar la oportunidad de ir y saludarlo, cumpliendo la petición de su líder sindical. Me comentaron de sus reuniones políticas a diario en estos días de vacaciones y de cómo aprovechan el tiempo para invitar a más gente y lograr adeptos. Indudablemente sus ocupaciones de vacaciones no eran semejantes a las mías, ni a las de mucha gente que viaja o va a la playa. Las vacaciones de la gente se diferencian porque muchos ocupan su tiempo libre para estar en paz, tratando de cocinar algo en casa, limpiar aquellos rincones que con frecuencia olvidan y sacar todo lo que ya no se usa, para reciclarlo o tirarlo, en ese ritual de empezar el año nuevo con la mente en limpio. Otros más aprovechan el tiempo libre para platicar con sus seres amados o escuchar a aquél con quien comparten el viaje. Descubrí también que las prioridades son diferentes y que, mientras muchos disfrutamos el tiempo en el romanticismo de un mejor mañana, el deseo por el poder mueve rocas pesadas y abre caminos sinuosos que se asemejan a las ambiciones del ser humano, cuya inconsciencia del presente pulula: Esa ambición, que se define como el “Deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama” y que caracteriza a la gente que está más descontenta con lo que le hace falta, disfrutando poco de lo que ya tiene. Por supuesto que esas reuniones anhelan ganar la contienda política del 2018 en México y que muchos aspiran a algún puesto político que les resuelva la vida material, con bienes y más bienes, por no saber hacer otra cosa. Ante sus ojos, los que no vamos a campaña no existimos o somos conformistas. Ante nuestros ojos, su afán desmedido del reconocimiento y de la lucha por el poder dibuja la ignorancia total de no saber para qué se nos presta la vida.
Indudablemente buscar el poder no es malo si su búsqueda es honrada y su ambición es para ayudar a los demás. Pero, si sus reuniones tienen gente truculenta, mafiosa, ambiciosa, afanada por el poder, que roba, engaña, que genera complot o que presiona por votar, como es el caso de esos 5 maestros, ahí es donde se pierde su sentido. Por todo lo anterior, me parece que la orientación de la educación que por años ha privilegiado el conocimiento y el saber, debería de virar hacia otra perspectiva que nos haga más humanos, no con el propósito original del humanismo, sino con el propósito de la sociedad del conocimiento; unidos por intereses comunes, que propone la Socioformación, en el que la inteligencia emocional y el razonamiento de encontrarle un sentido a la vida desde una parte ética sirvan para que aprendamos a vivir de manera más pacífica pero colaborativa, compartiendo lo que se sabe mediante la tecnología, y aprendiendo a disfrutar ese pedacito de vida que se nos confiere, entendiendo a una sociedad como “el conjunto de comunidades que gestionan, co-crean, socializan y aplican los saberes en la identificación, interpretación, argumentación y resolución de los problemas del contexto, con sentido crítico, trabajo colaborativo, ética, gestión del cambio y uso de las TIC” (Tobón 2013ª, 2014ª, 2014b y 2015b). Para “ponerse en acción en soluciones efectivas a los problemas como la violencia, la destrucción del ecosistema, el desempleo, la desnutrición, la baja calidad de vida, la falta de sentido a la vida, entre otros” (Tobón 2014ª, 2013ª, 2015b). No debemos de olvidar que pocos rebasan los 100 años, y esos pocos, llegan al final de sus días sin fuerza y ya vencidos. Con necesidad de apoyo de otro ser humano, para poder sobrevivir día a día, luego entonces… ¿por qué desperdiciar el tiempo prestado?
Hago estas anotaciones al final del año que termina, no para que nos pongamos tristes, ni para que caigamos en la desesperación del desesperanzado que siente que la vida no vale nada. Al contrario, estas llevan la firme intención de invitarle a quien lo lea, a que disfrute todo lo que se le presenta, pero buscando ayudar a quien pueda: Para llevar consigo un mar de bendiciones, con una repercusión infinita. No podemos olvidar que el tiempo vuela y que nadie se queda para siempre.
Tobón, S. (2013ª) Formación integral y competencias. Pensamiento complejo, currículo, didáctica y evaluación. Bogotá: ECOE
Tobón, S. (2014a) proyectos formativos: teoría y práctica. México: Pearson
Tobón, S. (2015b) Socioformación: hacia la gestión del talento humano acorde con la sociedad del conocimiento. México: CIFE
*Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala. rosalia_na@hotmail.com