Alfonso Fermín García Millán / Colectivo Educación Especial Hoy
Estamos en la recta final del ciclo escolar 2022–2023, ha sido el primer año completamente presencial después de la pandemia, ha sido un gran reto atender a miles de niñas y niños que se incorporaron al sistema educativo y acompañar los cambios que sufrieron al interior de sus familias y las nuevas formas de organización que han impactado en la escuela.
Independientemente de las cifras que señalan una importante deserción de alumnas y alumnos con discapacidad en el ciclo escolar 2020 – 2021, el rezago en que nos encontramos se ha sido blanco de múltiples intentos desesperados por atender este problema; como mecanismos estructurales para priorizar contenidos e integrar periodos de recuperación son algunos de los esfuerzos implementados en los que se pretende recuperar los aprendizajes no logrados desde aquel marzo de 2019 cuando se cerraron las escuelas.
No cabe duda que pretender acelerar procesos y buscar de cualquier modo “nivelar al alumnado” ha llevado a quienes hacen que el sistema educativo siga en pie, a trabajar a marchas forzadas y a descuidar tanto su bienestar emocional como el del alumnado que atienden, esto se ha traducido en un incremento de las dificultades en la autorregulación y en formas negativas de resolver conflictos en la comunidad educativa; encendiendo las alertas y colocando los reflectores de la opinión pública en la escuela.
A días de concluir este ciclo escolar ¿Valdrá la pena hacer un balance de las necesidades a trabajar en nuestras y nuestros estudiantes que viven en condición de discapacidad o que por sus diversas circunstancias hemos puesto en situación vulnerabilidad educativa? Es necesario si hemos entendido el camino que hay que seguir para conectarnos con el nuevo plan de estudios 2022.
El reto es reforzar en nuestras niñas y niños aquellas habilidades que han desarrollado, buscar medios diferentes de obtener información que ayuden a conocer cómo reciben, organizan y comunican lo que aprendieron; así como reconocer los apoyos técnicos, materiales, las interacciones sociales y principalmente las actitudes de apoyo de las y los docentes para el logro de aprendizajes para la vida; el desarrollo de habilidades adaptativas les dará herramientas para su vida cotidiana dentro y fuera de la escuela.
Construir un plan analítico pertinente para el próximo ciclo escolar demanda un conocimiento real de nuestro alumnado, y si en realidad pretendemos dar una respuesta educativa que atienda las necesidades de cada uno de ellos, debemos familiarizarnos con su contexto y aterrizar esos conocimientos en el plano didáctico sin pasar por alto una comunidad deseosa de cambios positivos que impacten en las vidas de cada uno de las y los niños que son y serán el futuro de un país que les ofrezca mejores oportunidades de desarrollo.