A las mujeres de la familia Crespo
La pintura, música o literatura poseen una capacidad pedagógica que uno puede descubrir de diferentes maneras. Y no es que estas manifestaciones artísticas se propongan educar lineal y directamente, lo hacen a partir de su propio código humanístico. “En el relato escrito la acción sucede en mi interior”, dice José Emilio Pacheco en un texto sobre el relato de la verdad y la verdad del relato.
Susanna Tamaro, en la conmovedora narración de Olga, una abuela a la que le quedan pocos días de vida (Va´ Dove Ti Porta Il Cuore, 1994), nos dice que “la comprensión nace de la humildad, no del orgullo del saber”. “Sin entender comprendo”, reafirma Octavio Paz en su bello poema Hermandad.
En tiempos en donde algunos economistas y el Banco Mundial están muy alarmados por los rendimientos económicos a futuro por la pérdida de competencias adquiridas por la vía escolar, no estaría mal preocuparnos por ello a la par de meditar más profundamente cómo aprendemos los seres humanos a lo largo de nuestra vida real y verdadera.
Pese a lo que sostienen algunas maestras y maestros, la experiencia no es el único y el camino primordial para conocer, para saber. “Mi experiencia”, prosigue José Emilio Pacheco, “es como la de todos, muy limitada”. Para el escritor mexicano y ganador del premio Cervantes en 2009, es mediante la narración que “puedo saber lo que es realmente ser pobre en el México actual, o lo que es la vida de los jóvenes”. Al compartir la pasión de los seres ficticios se puede aspirar a desarrollar empatía y compasión, piensa el autor de Las Batallas en el Desierto.
Esto es precisamente lo que Martha Nussbaum nombra como “imaginación narrativa”. Las personas, escribe la filósofa en su libro ¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?, no podemos relacionarnos bien con nuestro complejo mundo actual utilizando solamente nuestro conocimiento basado en hechos, requerimos de la imaginación para pensar y actuar mejor. La narrativa, confirma Pacheco, “es importante porque sin ella es imposible situarse en el lugar de los demás”.
Quizás por esta capacidad humanística —y pedagógica—, el arte puede en ocasiones adelantarse a los movimientos sociales, dicen José Antonio Marina y Javier Rambaud en su Biografía de la Humanidad. ¿Entonces no son las ciencias sociales las que precisan el horizonte humano y de las sociedades actuales? ¿Rebasa el artista al académico en su comprensión del mundo? Puede ser. Recordemos, junto con Gao Xingjian, Nobel de Literatura, que ésta trasciende las fronteras nacionales porque muestra las profundas revelaciones acerca de la naturaleza humana, las cuales son “universales”. La condición existencial de los seres humanos, dice el escritor asiático, es superior a cualquier teoría o especulación. ¿Y cómo enseñar esta capacidad humanística del arte y la cultura en nuestras escuelas y universidades?
De esto hablaré la próxima semana; sólo recordemos que las “ideologías y todo lo que llamamos ideas y opiniones constituyen los estratos más superficiales de la conciencia”, mientras la poesía “vive en las capas más profundas del ser” (Paz).