Los actos bochornosos del martes pasado en Comitán, Chiapas, provocaron crispación. Las fotos y el video dieron la vuelta al mundo. México, otra vez, en el ojo del huracán. Cuatro maestros y dos maestras fueron obligados por una turba a caminar descalzos por casi tres kilómetros con carteles colgados a su cuerpo que los tachaban de traidores. Luego, entre risas e insultos, un barbaján los rapó.
Algo anda mal en este país, cuando un padre acercó a su hijo para que observara con cuidado el acto de escarnio contra mujeres indefensas, a las que sus captores mantenían sometidas mientras las trasquilaban. Esos actos incitan a recordar los peores momentos de la humanidad: intolerancia, fanatismo y violencia para reprender a quienes no piensan como los sectarios.
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación reniega de sus orígenes históricos, de sus luchas heroicas por la democracia. La CNTE se reduce hoy a sectas fanáticas que, con una ideología arcaica, quiere regresar el reloj de la historia.
La vejación a la que fueron sometidos un supervisor y cinco directores de escuela que, además, al menos dos de ellos declararon que son leales seguidores del movimiento magisterial, llena de vergüenza a la nación. Me pregunto ¿por qué nadie trató de impedir el arrebato de los agresores?, ¿dónde estaban las autoridades?, ¿hasta dónde llega la falta de Estado?
Los dirigentes de la sección 7 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, militantes de la CNTE, primero aprobaron el hecho —allí está una entrevista con Carlos Loret de Mola como testimonio— luego recularon cuando las críticas empezaron a llegar de todo el planeta. Alegaron que los agresores no eran maestros, que eran infiltrados.
Pero si los agresores eran agentes del gobierno y de las fuerzas oscuras, ¿dónde estaban los verdaderos maestros que defendieran a sus camaradas?, ¿por qué si el supervisor es un fiel del movimiento, permitieron que fuera ultrajado de tal manera? y ¿por qué él, si milita en favor del movimiento, estaba trabajando?
El secretario de gobierno de Chiapas y altos funcionarios de la Secretaría de Educación Púbica declararon que sí hubo maestros que participaron en la trifulca y que serán sancionados.
El periodista Ricardo Alemán me preguntó por qué la CNTE recurre a esos actos de violencia. Antes de plantear las dos conjeturas que circulan en el ambiente, conviene dejar en claro que la Coordinadora no es una organización homogénea, es una federación de castas con diferentes perspectivas, aunque unificadas en contra del gobierno y la Reforma Educativa. Se pueden apiñar en dos corrientes: radicales y moderados.
Primera conjetura. Los moderados, ahora concentrados en la sección 22 de Oaxaca —¿quién lo fuera a pensar?— buscan una salida que les permita subsistir por un tiempo más. Se dieron cuenta de que no podrán derrotar al gobierno y quieren una salida modesta —al menos que no se ejecuten las órdenes de aprehensión— y abandonar el terreno de lucha poco a poco. Los radicales siguen pensando que con la movilización popular pueden echar para atrás la reforma. Sueñan con la revolución.
Segunda conjetura. Dependiendo de las elecciones de hoy, tanto radicales como conservadores tomarán decisiones trascendentes. Si Morena sale airoso en Oaxaca —no que vaya a ganar la gubernatura, pero sí obtener un caudal de votos— entonces seguirán en la lucha con los mismos métodos. Si le va mal al partido que promete echar abajo la reforma, entonces ambas corrientes plantearán repliegues tácticos. Los moderados con una actitud de fracaso, los radicales con la ilusión de levantar vuelo en poco tiempo.
Pero, en última instancia, el gobierno zanjará si permite que sigamos pasando vergüenza ante el mundo.