Ni para dónde hacerse ni a quién creerle. Ocho o 12 muertos, más de cien heridos. ¡Lamentable! Son horas tristes, no sólo en Oaxaca, el luto cubre a todo el país. Sin embargo, a pesar de las declaraciones confusas de la parte oficial y las exageraciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y sus “afines”, hay que dilucidar qué pasa.
No hay explicaciones sencillas, libres de prejuicios o de intereses. Ya no es la Reforma Educativa lo que está en la mesa, es la gobernación del país, de su región más convulsa. La CNTE ya no es el único actor, otros grupos buscan beneficios y —al menos esa es la percepción hacia afuera— el gobierno no tiene una estrategia de contención oportuna. Sus protocolos fallaron. Las advertencias, negociaciones en la Secretaría de Gobernación, descuentos por inasistencias, despidos y encarcelamiento de líderes notorios, no rindieron frutos para calmar a los disidentes más radicales. Todavía tienen mucho que perder. Los hechos de Nochixtlán les suministran más combustible.
No obstante, como apunta Héctor de Mauléon en su columna de ayer en El Universal, a la CNTE ya se le escapó de sus manos la lucha del magisterio. Organizaciones ligadas a la guerrilla que apoyaban a los disidentes ahora se apoderan de su dirección. Organizan bloqueos de carreteras, refinerías y maniatan a la población. Además, vándalos encapuchados asaltan comercios y roban al por mayor. Incluso, a su cargo va el asesinato, en Juchitán, del periodista gráfico Elidio Ramos, de El Sur.
Algo anda mal en los altos mandos del gobierno. ¿Para qué sirven los servicios de inteligencia si no perciben una “embocada” de dos mil personas? ¿En qué quedó el entrenamiento de la gendarmería y otras fuerzas federales para lidiar con movimientos de masas? Si antes no las traía consigo, ahora el gobierno pierde más el favor de la opinión pública. En las redes, columnas de prensa y medios, los opositores embisten contra el presidente Peña Nieto.
Sospecho que la Reforma Educativa va a ser la damnificada. Si ayer tenía altos índices de aprobación, se le veían resultados y la mayoría juzgaba que la CNTE sólo defendía sus privilegios, mañana regatearán su apoyo al gobierno. El secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, es otro damnificado. Aunque él no tenga mando sobre la Policía Federal, muchos ya le cargan los hechos por su negativa a parlamentar con la CNTE. También por sus declaraciones contra los maestros incumplidos. Piden su renuncia.
En Oaxaca, gente lúcida veía venir el choque y abogaban por la búsqueda de soluciones. Entre otras personas, Samael Hernández, en su blog, y Carlos Sorroza Polo, en comunicaciones por correo electrónico, advertían que el movimiento estaba a punto de desbordarse y demandaban que el gobierno federal estableciera canales de diálogo con la CNTE; tal vez como un mecanismo para desmontar a los “afines”. Hoy, muchos otros columnistas señalan que ésa sería una medida de contención apropiada.
Tengo mis dudas. ¿Dialogar sobre qué? ¿Negociar qué? La Segob abrió la puerta, reconoce la derrota ante la CNTE. El secretario Nuño dice que sólo será un diálogo político, que la reforma no estará a discusión. Pero en una interlocución hay al menos dos discernimientos. Las demandas de la Coordinadora no han variado un ápice: abrogar la enmienda constitucional, no a la evaluación docente, no a los descuentos, reinstalación de los cesados y regresar a los usos y costumbres en la asignación de plazas docentes. Es difícil que el gobierno ceda a esas pretensiones. A ésas, agregarán la exigencia de renuncia del secretario Nuño, del gobernador Cué, indemnizaciones para los deudos y, aunque no se ponga en la agenda abierta, impunidad.
Si el gobierno aceptó el diálogo tendrá que dar algo a cambio de una tregua, la paz es imposible; la CNTE ya no controla a los “afines” ni a pobladores inconformes. Además, siempre existirá la posibilidad de que la Segob ofrezca componendas al margen de la ley, como de 2013 a 2015. La sospecha tiene fundamentos. El gobierno tampoco puede reprimir un movimiento descentralizado con militantes dispuestos a seguir provocando caos. No tiene espacio de maniobra. Es un dilema casi irresoluble.
Costó sangre, tal vez de civiles que no tenían nada que ver, quizá de integrantes de grupos guerrilleros —también entre los policías hay heridos—, pero la CNTE ya obtuvo una victoria simbólica: el gobierno está en una encrucijada.
Habrá diálogo, pero no contención.