Carlos Ornelas
Pues sí, parece que avanza el retorno a clases presenciales en la educación básica. La Secretaría de Educación Pública responde a una demanda sentida, pero ni la SEP ni los docentes —tampoco la academia— hemos precisado los aprendizajes que dejó la pandemia, aunque sí bastante de los daños y deudas. Encima de ello, por capricho presidencial, subsisten debates que tienden a arraigarse.
La secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, anunció el domingo que al menos 14 estados regresaría a clase presenciales totales a partir del día siguiente. Otros van en camino. Lo que no queda claro es cómo se llevarán a cabo las tareas frente a grupo ni cuáles serán los ejes del trabajo docente.
Según informes en la prensa nacional y de muchos estados, tanto los maestros como los padres de familia, piensan que las primeras tareas deben ser remediales, es decir, recuperar los aprendizajes que se supone los alumnos deberían haber alcanzado sin la pandemia. También razonan —y en esto hay bastante consenso— que deben cultivarse relaciones afectivas —o socioemocionales— que concurran con la pedagogía para que tanto estudiantes como docentes eleven su moral y espíritu de trabajo. Cualidades que la pandemia depreció.
Sin embargo, parece que en la SEP persigue otras metas. En primer lugar, regresar a lo presencial y recuperar la normalidad anterior, sin preguntarse si eso será posible. En segundo lugar, la insistencia en implantar en el menor tiempo posible un nuevo marco curricular y libros de texto. En esta tarea invierte tiempo y recursos que le regatea a otros programas.
Además, lo hace con disimulos. En el boletín 62 de la SEP (14/03/22), informa que en la sesión 25 de las asambleas de análisis del plan y programas de estudio para el diseño de los Libros de Texto Gratuitos para la Educación Básica (en el Estado de México), el director general de Materiales Educativos, Marx Arriaga Navarro “… reiteró que estas asambleas no pretenden legitimar unos documentos sino construirlos, por lo que convocó a todos los presentes a participar de este proyecto”.
Pero al mismo tiempo, advirtió que “este proceso se acompaña de una profunda revisión del modelo económico local, regional, estatal y federal, por lo que no es sólo un análisis progresista de la educación, sino todo un `giro de tuerca´ al modelo educativo anterior”.
Si construir un currículo y editar libros de texto desde la cúspide de la burocracia lleva tiempo, implica esfuerzo, planeación diseño, pruebas piloto y un seguimiento aceptables para asegurar un mínimo de congruencia, decirnos que ese nuevo currículo se construye en asambleas es un cuento para convencidos. Todo indica —si bien supongo que, con muchos defectos— que buena parte de los materiales ya están listos. El gobierno trata de persuadirnos de que surgen de la voz del pueblo, encarnado en unos cuantos asambleistas.
Ergo, el fin de esas asambleas es legitimar, lo que el señor Arriaga dice que no quiere legitimar.
Por otra parte, se nota que el gobierno quiere apagar el debate que desató la propuesta de finiquitar a las escuelas de tiempo completo. Las protestas no desaparecen, varios estados las mantendrán (aunque con problemas presupuestales) y en la Cámara de Diputados varios legisladores se proponen detener ese atentado. Incluso integrantes de Morena, como la diputada Sonia Rincón Chanona, acusan que tal medida viola la Ley General de Educación (Excélsior, 15/03/22).
Pienso que la escuela que conocimos antes de la pandemia ya no podrá resarcirse. Alumnos y docentes sufrieron cambio serios. No sólo hubo pérdida de aprendizajes y mengua de afectos. También sobrevinieron nuevos experiencias que necesitamos aquilatar. Pero la SEP no lo hará, hay una fuga hacia el pasado que ya no existe.