La obligatoriedad de la vacuna en Francia: ¿A favor o en contra de la libertad?
Abel Rubén Hernández Ulloa*
La cultura griega es un referente fundamental para reflexionar sobre los principios de educación, de ciudadanía, de ética y de ciencia para nuestra cultura contemporánea. También es necesario hoy considerar las propuestas sobre la justicia social y para el desarrollo humano, que ha construido el economista Amartya Sen a partir de la sabiduría de la antigua filosofía hindú. En realidad, la conexión entre las sabias reflexiones de esas culturas milenarias y ciertos principios prácticos de ciudadanía contemporánea son muy vigentes.
Además de los valiosos legados culturales, en nuestro mundo global actual compartimos grandes avances científicos y tecnológicos, que nos han permitido nuevas oportunidades para el desarrollo humano, incluso desde la posibilidad misma de vivir, aun resistiendo a enfermedades que eran la causa de muchas muertes para generaciones anteriores. Desde la fundamental invención de la vacuna, debida al trabajo científico de Pasteur, las expectativas de vida de la población mundial han tenido un incremento muy significativo.
El surgimiento del COVID-19 transformó radicalmente la vida humana en todo nuestro planeta y dejó de manifiesto la enorme vulnerabilidad que tenemos, quizá en primer lugar por la carencia de servicios de salud que estén diseñados para la debida atención médica de la enorme población mundial, pero también debido a la misma conectividad global que, por la velocidad del contagio, hizo necesaria que se solicitara el distanciamiento social como una medida fundamental para hacer frente a la pandemia. En respuesta a esta crisis global se generó una colaboración científica internacional, sin precedentes, que hizo posible la elaboración de vacunas, en tiempo récord, para reducir los riesgos de contagio y la peligrosidad (letalidad) del virus.
Francia ha avanzado ya una muy importante ley para “manejar la crisis sanitaria” imponiendo la obligatoriedad de la vacuna a servidores públicos, en particular a quienes trabajan con personas en situaciones vulnerables (como hospitales, asilos de ancianos, etc.) y estableciendo restricciones de movilidad, en sitios públicos, a quiénes no estén vacunados (o no demuestren, con un examen médico vigente, que no tienen la enfermedad). Esto ha producido reacciones de oposición y el cuestionamiento la ley, pues es quizá un atentado a la “libertad” de quiénes no desean vacunarse. Es aquí donde las ideas de Amartya Sen sobre la justicia como nyaya, y también las nociones de ética y política de Aristóteles, cobran una vigencia substancial. La justicia como nyaya es un método para eliminar el sufrimiento humano que se desprende por la ignorancia de la realidad. Es seguir una regla lógica que busca poner a la verdad (al conocimiento de la ciencia) para realizar un servicio humano fundamental. Aquí tiene el fin práctico de generar más posibilidades para el desarrollo de las capacidades humanas, iniciando por la capacidad de vivir.
Por lo anterior, en el contexto de la crisis global, la aplicación de la vacuna es directamente una acción justa en el sentido de nyaya, ya que ha sido posible por el resultado de muchos años de investigación para generar vacunas que han demostrado su efectividad para disminuir contagios y, en el caso particular del COVID-19, también ha demostrado contrarrestar perniciosos síntomas del COVID-19. Lo anterior también conecta de modo fundamental con el sentido cultural de la Paideia griega y el sentido cultural de la formación ciudadana. Podemos relacionar también el sentido ciudadano con la propuesta central de la ética de Aristóteles que es el procurar el desarrollo de las virtudes humanas para el logro auténtico de la felicidad. Y la política, íntimamente vinculada a la ética, debe ser garante para que los ciudadanos puedan desarrollar la virtud. Desde luego la virtud únicamente puede ser lograda por mujeres y hombres libres. Garantizar la reducción de los riesgos de contagio para personas vulnerables, pero también para la ciudadanía en general, al imponer la obligatoriedad de la vacuna, no es un atentado a la libertad sino al contrario: es una acción del más alto sentido cívico y que bien puede sustentarse en principios universales de justicia social y de responsabilidad política que se inspira en garantizar la libertad esencial para el desarrollo de la virtud humana. ¡Bien hecho Francia!
*Profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Guanajuato. Obtuvo la Licenciatura y Maestría en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Maestría en Economía de Negocios por el Tecnológico de Monterrey (ITESM-CCM)