Bajo el sol de Acapulco, hoy inicia el XV Congreso Nacional de Investigación Educativa que organiza el Consejo del mismo nombre (COMIE). Esta actividad es una de las más importantes del COMIE, junto con la elaboración de los resúmenes o Estados de Conocimiento y con la edición de la Revista Mexicana de Investigación Educativa, que es el journal mexicano de mayor prestigio en el campo (Q2).
Cada dos años que se organiza este congreso, se abreuna oportunidad para que los académicos demos a conocer los resultados de nuestras investigaciones, debatamos con nuestros colegas y conozcamos el trabajo de jóvenes investigadores gracias al Encuentro Nacional de Estudiantes de Posgrado en Educación (ENEPE). También dialogaremos en este espacio con otros especialistas, servidores públicos, maestras, maestros ylos llamados stakeholders o “poseedores de interés” (Rubio).
El congreso del COMIE es un momento propicio para “mirar por el microscopio” qué estamos haciendo las investigadoras e investigadores educativos, qué metodologías o enfoques utilizamos, qué evidencia generamos y qué podemos mejorar en función de la crítica que nuestros pares, en condición de igualdad, nos hacen.
Pero el cultivo del intelecto no está desligado de nuestra condición humana y relación social. Por eso, el congreso del COMIE también representa una buena oportunidad para estrechar los lazos de amistad y cordialidad entre colegas, algo que espero no se pierda, ni se ponga en riesgo por nuestras afinidades o posturas políticas. Todos ellas genuinas.
Pero nuestras posturas políticas no tienen porqué suprimirlos códigos ni las herramientas intelectuales con las que trabajamos los investigadores educativos, si es que aúncoincidimos en que lo que importa es la búsqueda de la verdad. Ruy Pérez Tamayo científico mexicano, sugiere que para hacer ciencia se necesitan ciertas reglas tales como: no decir mentiras, no ocultar verdades y no apartarnos de la realidad. La mentira, prosigue el miembro del Colegio Nacional, “es evitable y está proscrita en la ciencia, como no lo está en otras actividades humanas, como las relaciones amorosas, la publicidad y, sobre todo, la política”.
Es la búsqueda de la verdad el espacio en donde los académicos podemos coincidir, independientemente de qué métodos usamos, qué teorías empleamos, de qué tradición intelectual venimos o a qué político o líder social admiramos momentáneamente. A la política no le interesan los matices que construye la ciencia y evidentemente, a ciertos representantes populares les resulta más rentable polarizar que entender la realidad plural. Algunos hasta llegan a creer que son “moralmente superiores”, cuestión que un académico por honestidad intelectual no podría expresar.
La pluralidad es otro código que empleamos en la academia – y en la cual también se sustentan las democracias funcionales. Por cada dato, argumento, o evidencia que un especialista genera, habrá otro – u otros – que con la misma autoridad puede refutar estosresultados, coincidir con ellos o complementarlos. La diferencia de pensamiento nos permite un trato civilizado y un desenvolvimiento razonado y por lo tanto, humano. Con la pluralidad y el aprecio por lo diverso se puede construir una cultura de paz, algo que los mexicanos no hemos podido construir ni mantener.
Descalificar el trabajo académico porque nos contradice,es un rasgo profundamente anti intelectual, al igual que asignar facilonamente etiquetas (“élite dorada”, “fifís”, etcétera). Bajo este ambiente, “bailaremos un vals” en el congreso del COMIE. En Acapulco, una hermosa ciudad ensangrentada por la violencia, nos vamos a encontrar los investigadores educativos para dialogar, debatir y discrepar con el ánimo de entendernos.
Los académicos no tenemos “derecho a fallar” como ya lo está haciendo el actual gobierno para asegurarnos la libertad para caminar sin miedo. Finalmente, las “dos misiones del intelectual moderno”, diría un poeta que en estos tiempos sería impopular y quizás hasta fifí, “son, en primer término, investigar, crear y transmitir conocimientos, valores y experiencias; en seguida, la crítica de la sociedad y de sus usos, instituciones y política” (Octavio Paz en Tiempo Nublado, Capítulo II: La Democracia Imperial, [1983] 1998).