En el medio en que me desenvuelvo, la corrección política consiste en criticar todo lo que haga el gobierno, a veces sin hacer un análisis de fondo. Cierto, no hay mucho que alabar de la política educativa, pero reconocer la eficacia de una estrategia es también labor del analista. Hoy voy a pecar de incorrección.
Todo régimen, decía Max Weber, requiere de cierta dominación política, aun en sociedades democráticas, con fines de eficacia gubernativa. Ésta no se basa nada más en el uso de la fuerza, aunque sea legítimo, requiere que los ciudadanos otorguen credibilidad a las instituciones y las acciones del gobierno. Autores neoweberianos, como James March y Johan Olsen arguyen que la cercanía con los intelectuales otorga prestigio a los políticos.
El gobierno de Peña Nieto buscó apoyo a las reformas en la educación negociando con los maestros disidentes de la CNTE, lo que le restó soporte en amplios segmentos sociales y enojó a los profesores afiliados al SNTE. Éstos no encontraban razones para apoyar al gobierno y muchos maestros comenzaron a hacer caso a las consignas de la CNTE. Hoy el gobierno trata de “conquistar” la buena voluntad de los maestros mediante el alivio a las deudas que contrataron con acreedores usureros por medio de “descuentos de nómina”.
La SHCP anunció una reestructuración de esa deuda que de inmediato los medios calificaron como el Profeproa, como un “rescate” financiero con cargo al erario. Mas una lectura al documento, ni siquiera con mucho rigor, enseña que el gobierno toma para sí las deudas de miles de maestros afiliados al SNTE y disminuye las tasas de interés que pagan. Un fideicomiso del Banco Nacional de Ahorro y Servicios Financieros liquida los débitos convirtiéndose en el acreedor de 300 mil docentes que verán reducida su carga; éstos seguirán pagando con una tasa menor y a plazo más largo. Una ganancia considerable.
Esta medida, que se complementa con la prohibición de seguir ofreciendo pagos con descuentos a la nómina, tal vez le granjee al gobierno algo de buena voluntad, pero no significa que esos maestros apoyarán a las reformas en educación. Tal vez ofrezcan menos resistencia y no se dejen convencer por las consignas de la CNTE. Lo que es diáfano es que el gobierno busca aliados, hace trabajo político. Y no sólo con los maestros de básica.
El pasado martes 19, el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, inauguró el XII Congreso Nacional que organiza el Consejo Mexicano de Investigación Educativa, en Guanajuato. Su pieza destacó por ser diferente a las demás. No llegó con “la espada desenvainada”, como algunos esperaban; por el contrario, su discurso fue conciliador. Elogió a los docentes, como lo hizo en su pieza oratoria cuando anunció el Profeproa, y halagó a los investigadores de la educación; habló del valor intelectual de su tarea y lo necesarios que son para el país. Quizás expresó lo que algunos querían escuchar, en especial el respeto por parte de la SEP a las posturas críticas; hasta parecía que solicitaba algo de esa crítica, pero fundamentada, por supuesto.
El punto culminante fue cuando en el nombre del Presidente ofreció una sede para el Consejo Mexicano de Investigación Educativa, algo de lo que el Comie está urgido. El anuncio fue bienvenido, la mayoría aplaudió y los dirigentes mostraron su contento.
No obstante, hubo voces discordantes. A algunos colegas no les pareció correcto que el Comie aceptara esa oferta, pero nadie lo expresó en la Asamblea. Al cofrade Manuel Gil Antón no le gustó el asunto y, aunque se cubrió poniendo el cargo nada más en el gobierno, muchos colegas piensan que él insultó a su inteligencia. Manuel expresó: “Aceptar su benevolencia no es banal. Conceder calculando renta política forma parte del ADN del Ogro Filantrópico. Florece en una cultura que espera todo de lo alto” (El Universal, 23 de noviembre). Con o sin sede, quienes son críticos seguirán siéndolo, una casa no compra sus conciencias. Además, me imagino que el secretario Chuayffet no es tan ingenuo como para esperar que un inmueble le rinda mucha renta.
Quizás el gobierno busca aliados y el secretario Chuayffet ambiciona cercanía de intelectuales y académicos con giros en su discurso, no tanto con una casa.