La semana pasada surgió la noticia de que Pablo Iglesias, profesor universitario de 36 años, fue elegido como candidato, del partido denominado Podemos, a la presidencia de España (La Jornada, 24/06/2015). La noticia llama la atención por dos razones: la primera, como objeto de reflexión académica; y la segunda, como un fenómeno relativamente nuevo en la vida política.
Respecto a la relación cátedra y política, hace más de 100 años Max Weber dio una conferencia que identificamos en su obra como “el político y el científico”. Ahí Weber planteaba en una apretada historia comparativa al político (e interesado) y su profesionalización; la compleja ecuación entre quienes vivían para la política y quienes vivían de la política; y finalmente, la distinción entre la ética de la convicción (situada en el plano individual) y la ética de la responsabilidad (situada en la arena política).
Weber, al término de la conferencia exponía con respecto a la disputa entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, “Quien busque la salvación de su alma y la redención de las ajenas no la encontrará en los caminos de la política, cuyas metas son distintas y cuyos éxitos sólo pueden ser alcanzados mediante la fuerza”.
Esta idea la repetía con el caso del científico, en la cual afirmaba que contrario al político o aspirante a serlo, le afectaba menos la vanidad para su trabajo intelectual que en una actividad política. En ambos casos, la ética de la convicción y la profesión del científico, parece, se oponían a la actividad del político. Pero Weber concluía con una esperanza “La ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos opuestos entre sí; son elementos complementarios que deben recurrir a la formación del hombre auténtico, a la formación del hombre que pueda tener “vocación política””.
Con este antecedente podemos plantear el fenómeno relativamente reciente en la vida política: la pretensión de los científicos (por ocupar el concepto weberiano) y otros interesados (como el caso de México) en la participación de la vida política.
Sobre la referencia del científico, está el personaje de Pablo Iglesias, que en un futuro no muy lejano podría acaparar la atención de la prensa internacional. Pablo Iglesias es una persona relativamente joven (tiene tan sólo 36 años), posee estudios de posgrado (estudio el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid) ha sido profesor de la Universidad Complutense de Madrid, y su producción académica es considerable de tal manera que lo podría situar en una prometedora carrera académica.
Pero, ¿qué llevó a Pablo Iglesias a la arena política, a ese lugar donde el científico “pierde su alma”? tres Razones podemos imaginar. Primero, por su formación profesional y su trabajo académico, él estudio y fue (o es) profesor de política pública. Segundo, aparte de ser profesor, trabaja como comunicador, lo que lo coloca como una figura pública y carismática. Tercero, en tanto proviene de un activismo social, considera que las cosas pueden cambiar, esto es que puede convivir la ética de la convicción con la ética de la responsabilidad.
En el caso de la política mexicana, salta la pregunta de la pertinencia entre cátedra y política y los interesados en esta última. Un par de historias vienen al respecto. La primera, el paso (casi natural) de varios rectores de universidades públicas a ocupar puestos de gobierno (funcionarios, diputados, presidentes municipales, gobernadores). Un interesante análisis y crítica sobre este vínculo entre rectores y gobernadores lo ha hecho Adrián Acosta, por ejemplo en De Rectores y Gobernadores (Campus Milenio, 26/06/2014).
Un segundo caso en torno a la relación (o ruptura) entre Cátedra y Política son los interesados inverosímiles en la arena política nacional (comediantes, payasos, futbolistas, cantantes). Varios argumentarán que cualquiera puede participar en la arena política, y que el interés de estos personajes no es vivir de la política; lo cual puede ser cierto. Pero, independientemente de esto y de que quieran y ganen, cabría preguntarse, ¿poseen las cualidades del político, la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, en suma, la vocación del científico? La respuesta sobra decirlo.