Martin Luther King Junior, el paladín de la igualdad de los derechos civiles, sentenció: “Al final, no nos acordaremos tanto de las palabras de nuestros enemigos, sino del silencio de nuestros amigos” (traducción libre). Claro, él lo decía respecto a la lucha que sostenía por la igualdad de derechos entre negros y blancos en Estados Unidos, aunque también luchaba contra todo tipo de discriminación.
Mi amigo y colega, Carlos Muñoz Izquierdo, está cerca del final; se despide con templanza y buen ánimo de sus amistades y familia. El sábado pasado platiqué con Carlos acerca de él y de sus relaciones con el mundo. Nos acordamos de los buenos momentos y de ciertos asuntos y relaciones comunes que se nos atravesaron.
Para quienes no lo conocen, deben saber que Carlos es un investigador prestigiado, un ícono en la creación de conocimiento sobre la educación de México y América Latina. Fue uno de los dos primeros discípulos y amigo de Pablo Latapí, el otro fue Manuel Ulloa. Junto a Pablo, Carlos dio rienda suelta a su intelecto y capacidades analíticas. Con Pablo aprendió los gajes del oficio y gracias a él se fue a Stanford a estudiar su doctorado en educación. Carlos fue profesor de la Universidad Iberoamericana, hasta su retiro en 2010.
Su obra es extensa, variada y penetrante, va de la economía de la educación a los asuntos del fracaso escolar y el trabajo en el aula. Es una vida dedicada a la investigación educativa que le ha valido reconocimientos y homenajes, como el premio Andrés Bello y el doctorado honoris causa de la Universidad Iberoamericana. El gobierno de la República reconoció su trayectoria al entregarle el Premio nacional de ciencias y artes en el área de historia, filosofía y ciencias sociales, en 2012.
Por iniciativa de Janette Góngora y Cristian Solórzano, la Universidad Autónoma Metropolitana le rindió un homenaje el 25 de noviembre pasado, con el tema: “Las desigualdades y reforma educativa”, dos de los temas centrales en la obra de Carlos Muñoz Izquierdo. Participaron en el homenaje Martin Carnoy, quien fue su asesor en el programa de doctorado en Stanford; Fernando Reimers, de Harvard; sus amigos de siempre: Sylvia Schmelkes y Manuel Ulloa, ex alumnos y otros colegas, entre los que me cuento.
Mi intervención constó de dos partes. Una afectiva, en la que la emoción lideró mi ánimo; la otra intelectual. En la segunda hice una reseña de suOrigen y consecuencias de las desigualdades educativas: investigaciones realizadas en América Latina sobre el problema México (Fondo de Cultura Económica, 1996), quizá la obra más importante de los últimos 30 años en este campo, y en un debate que sostuvo con Pablo Latapí, su mentor.
En la parte afectiva relaté mi primer encuentro con él, cuando me pareció que hablaba de asuntos esotéricos como capital humano, tasas de retorno y planeación de los recursos. Hablo de 1972, en un seminario que el Centro de Estudios Educativos organizó para los estudiantes de la especialización que yo cursaba en aquel año. Cuando llegué a Stanford y tomé las primeras clases de posgrado entendí la importancia de los conceptos que Carlos ya manejaba con destreza. Ese fue mi segundo encuentro con él, mas fue virtual. Martin Carnoy nos hablaba a los latinoamericanos que deberíamos ser como Carlos Muñoz Izquierdo y José Ángel Pescador, dos economistas latinoamericanos brillantes.
A mí regreso a México volví a tomar contacto con Carlos, en 1980s. En los años subsecuentes participamos en muchos foros, aunque nunca hicimos trabajo juntos. Carlos me pidió y luego me recomendó para que fuera profesor visitante en la maestría en educación de la Iberoamericana, allá a mediados de los 80. Su trato hacia mí siempre fue amistoso, no recuerdo haberlo visto enojado nunca, su sonrisa afable le acompaña, aun hoy, en la adversidad. La prueba de su fuerza de espíritu.
No quiero que Carlos Muñoz Izquierdo se acuerde de mi silencio; prefiero que evoque la estridencia con la que concluí mi intervención en su homenaje en la UAM: “Nada más me queda agradecer, con admiración y respeto, a Carlos Muñoz Izquierdo todo lo que hizo por nosotros, el conocimiento que produjo y nos lega, sus principios morales y una trayectoria de vida que es un ejemplo. ¡Un verdadero caudillo cultural”.
* Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana