Nueva York. Por los últimos 12 años la Ciudad de Nueva York vivió bajo una política educativa en favor de las pruebas estandarizadas, la evaluación de escuelas, maestros y directores, el cierre de escuelas y despido de maestros y directores, todo ello basado, fundamentalmente en los resultados de desempeño de sus alumnos. Yo fui testigo, de esta política, pues mis lectores recordarán que la Ciudad de Nueva York estuvo incluida en mi investigación sobre “La mejor educación en el mundo” iniciada a finales de 2003 y continuada durante más de 10 años. Desde entonces he seguido los pasos educativos de Nueva York. Hoy, vivo en esta Ciudad y sigo de cerca sus cambios educativos; que normalmente le siguen a los cambios políticos. Entonces aprendí que la Ciudad de Nueva York inició sus pasos en las avenidas de la medición, evaluación y rendición de cuentas, adoptando y adaptando las políticas de sistemas educativos europeos que llevaban muchos más años en el quehacer de la evaluación y rendición de cuentas como Suecia e Inglaterra.
En una de mis últimas visitas a Inglaterra aprendí que los ingleses estaban copiando el modelo de evaluación y valor añadido de los neoyorquinos. Para mi sorpresa, el maestro se convirtió en alumno; y Nueva York se erigió en el ejemplo de una agenda de cambio educativo mundial que enaltecía la racionalidad del hombre económico (premios y castigos al estilo pavloviano: estímulo-respuesta) sobre la racionalidad del hombre pedagógico (en el sentido aprendilógico). Los sistemas educativos del mundo, inclusive el mexicano empezaron a emular las políticas estandarizantes y racionalistas de la escuela de Nueva York.
Pero hoy (28 de marzo de 2014) la historia de la educación comparada mundial ha dado un vuelco monumental. Gracias al Blog de la Dra. Ravitch, profesora de la Universidad de Nueva York, y dueña del Blog educativo (http://buff.ly/1mxGM1q) más popular de Estados Unidos y quizá del mundo–quien además escribió un breve prefacio para mi reciente libro–me enteré de una decisión gigante de parte de la Canciller Educativa de la Ciudad de Nueva York, Carmen Fariña: los niños y padres de familia que no quieran participan en las pruebas estandarizadas de alto impacto, tienen el derecho de hacerlo sin que sufran ninguna consecuencia académica o escolar. En un brinco paradigmático, el comunicado del Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York utiliza un lenguaje impensable tan solo hace un par de meses atrás: si después de platicar con el director de la escuela respectiva los padres de familia optan por sacar a sus hijos de las pruebas “el director de le escuela deberá respetar la decisión de los padres” http://buff.ly/1l9fhZk
Esta facultad académica de los padres de familia la he visto en los países europeos más avanzados en el tema educativo y democrático como Finlandia, Suiza, Los Países Bajos y Flandes. Es una facultad que reconoce y respeta el papel educativo de los padres de familia, pero sobre todo, limita el poder del Estado de imponer modelos totalitarios donde una “talla le queda a todos”.
No es algo que le vaya a gustar al gobierno estatal de Nueva York y mucho menos al gobierno federal y a las grandes fundaciones empresariales de Estados Unidos que durante años han promovido un modelo de negocios para la educación.
Lo triste y vergonzoso de todo esto, es que gran parte de la filosofía educativa que animó a la Ciudad de Nueva York a tomar este camino de frenesí por las mediciones, las pruebas, los cierres de escuelas y despidos de maestros, y los estándares en el aula y las escuelas, es la misma filosofía que inspiró la reforma educativa de México del 2013 y que apenas empezamos de resentir sus efectos. Esto quiere decir que nos llevará quizás doce años más para darnos cuenta del enorme error de sujetar el cambio educativo a esquemas de medición y evaluación de alumnos, maestros y escuelas con base en pruebas estandarizadas.
Las pruebas de habilidades y conocimientos deben aplicarse, y seguirán aplicándose en todo el mundo en años por venir; lo que debe eliminarse es el obcecación casi religiosa, de que podemos evaluar y castigar o premiar a los alumnos, maestros y escuelas, exclusiva o casi exclusivamente, con los resultados de estas pruebas. El tema es mucho más complejo para ser evaluado así.
Espero que con la caída del campeón mundial de peso completo de la estandarización, medición de valor añadido (Value Added Modeling) y rendición de cuentas, los sistemas educativos que copiamos, dejemos de una vez por todas de perseguir los sermones de los predicadores que tratan de resolver el problema educativo con un esquema simplista de premios y castigos; reduciendo la capacidad de decisión humana a la de un objeto pavloviano.
El aprendizaje, estimados lectores, requiere un trabajo fino, profundo, pausado (es decir sin prisas), fundamentado en la racionalidad del hombre aprendilógico (cuyo cerebro requiere tiempo para madurar) y que no puede ser forzado a cambiar por aumentarle el calor a la olla a presión.
La Ciudad de Nueva York, otrora epítome del movimiento racionalista, da un giro radical, veamos cuántos y quiénes le siguen.