Fredy Jiménez
La UNAM es reconocida como una de las instituciones educativas líder en Latinoamérica, sin embargo, parece enfrentar un problema relacionado con el reconocimiento y la situación de sus profesores de asignatura (incluyendo auxiliares y ayudantes), especialmente los técnicos académicos, quienes, a pesar de ser esenciales para el funcionamiento de la universidad, permanecen en las sombras desde hace varias décadas “sin poder brillar”. Este fenómeno no solo afecta a estos académicos, sino que también impacta directamente en las funciones sustantivas de la UNAM, que son: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura.
De acuerdo con la Ley Orgánica en su primer apartado, señala que el objetivo de la UNAM es “impartir enseñanza superior, formar profesionales y realizar investigaciones sobre problemas nacionales”. En este contexto, los técnicos académicos juegan un papel crucial. Pese a los procedimientos formales existentes para evaluar su contribución no parecen ser los más adecuados para medir su verdadero impacto en el avance académico y científico de la institución.
Por otra parte, abordar estos asuntos parece no tener cabida en los “espacios universitarios”, donde la precariedad laboral de una gran parte de su personal académico, el crecimiento desmedido de la burocracia y una tendencia a restringir la discusión sobre estos asuntos evidencian el poder y control cada más sistemático.
La invisibilidad de los técnicos académicos
Los técnicos académicos, con 4,621 plazas en 2024, representan el 8.7% del personal académico con nombramiento en la UNAM. A pesar de su importancia, su trabajo suele ser subvalorado y poco reconocido. Según lo establecido en el Estatuto del Personal Académico (EPA), estos profesionales realizan labores especializadas y sistematizadas en áreas como bibliotecas, laboratorios, oficinas y tecnología, cruciales para el funcionamiento de la institución. Sin embargo, sus contribuciones por lo general se consideran “técnicos” en lugar de “académicos”, lo que hace que ocupen un lugar inferior en la jerarquía institucional (Moreno, 2022).
Lo anterior, ignara la alta especialización y las habilidades requeridas para estos puestos, muchos de los cuales exigen amplios conocimientos o incluso doctorados, según lo estipula en el artículo 13 del Estatuto del Personal Académico. A pesar de estas exigencias, el reconocimiento de su labor sigue siendo limitado, lo que afecta no solo su motivación, sino también su capacidad para contribuir plenamente a las funciones sustantivas de la Universidad. La falta de un reconocimiento justo se refleja en la poca visibilidad que tienen dentro de la comunidad académica, donde su labor es frecuentemente visto como un apoyo secundario, en lugar de un pilar fundamental para el éxito de proyectos de investigación, docencia y gestión institucional.
Además, esta desvalorización tiene un impacto directo en las condiciones laborales de los técnicos académicos, profesores de asignatura, auxiliares y ayudantes. Muchos de ellos trabajan bajo mecanismos de contratos temporales o interinos, lo que limita su estabilidad y acceso a beneficios. Aunque su labor es indispensable para el funcionamiento diario de la estructura universitaria, pocas veces se les otorga el mismo nivel de reconocimiento, respecto que a otros nombramientos del personal académico. Esta situación no solo es injusta, sino que también representa un obstáculo para el desarrollo integral de la UNAM, ya que desaprovecha el potencial de un grupo de profesionales altamente capacitados y comprometidos con la institución.
Hiperregulación y burocracia
De acuerdo con la información disponible en el portal de la Oficina de la Abogacía General de la UNAM, la institución se caracteriza por tener un extenso sistema de normas, con más de 70 reglamentos vigentes que rigen los asuntos académicos y administrativos. El exceso de normas y reglamentos, lejos de ofrecer un proceso operativo flexible y eficiente, genera una administración tan compleja y engorrosa, debido a la interpretación y aplicación de un sinfín de mecanismos institucionales. Ante esta situación, los trabajadores académicos, especialmente los técnicos académicos, enfrentan una carga burocrática desproporcionada, dedicando hasta el 40% de su tiempo a cumplir con la legislación universitaria (normas, reglamentos y otros), lo que menoscaba sus tareas principales.
Asimismo, la cantidad de normas prescriptivas y la complejidad de su comprensión crean obstáculos que dificultan el reconocimiento y el avance profesional de los técnicos académicos. A menudo, este segmento de “académicos” se ven obligados a cumplir una gran cantidad de obligaciones administrativas-académicas, pero, para desarrollar actividades que contribuyan a su superación profesional, se enfrentan barreras a buscar autorizaciones, incluso cuando estas forman parte de sus actividades durante su horario laboral. Esta situación se acentúa por comentarios fuera de contexto como “la universidad no te paga por esa tarea”; “no fuiste contratado para realizar tal actividad” o “puedes llevar a cabo siempre y cuando no afecten tus actividades”.
La estructura administrativa universitaria contribuye en gran medida a la invisibilidad de la contribución de los técnicos académicos. A pesar de que el extenso conjunto de normas no prohíbe explícitamente su crecimiento, es en la interpretación de estas legislaciones donde surgen las ideas que denigran su importancia. Además, suele evitarse hablar abiertamente de dichos asuntos, argumentando que no son temas apropiados para ciertos contextos. La legislación vigente universitaria, compuesta por una gran cantidad de reglas y normas, crea barreras que dificultan la implementación de políticas integrales y limitan el acceso a nuevas oportunidades dentro de la institución. La enorme burocracia para el desarrollo de las funciones sustantivas de la universidad se traduce en largos tiempos de trámite “innecesarios” y sobrecarga de papeleo, atrapando al personal académico en situaciones que demandan más responsabilidades laborales, con perspectivas institucionales que constriñen constantemente su progreso profesional y reconocimiento.
Precariedad laboral
Según las estadísticas del personal académico publicada por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico, la situación de profesores de asignatura, técnicos académicos, auxiliares y ayudantes se agrava por la precariedad laboral. En 2024, la UNAM cuenta con 14,715 nombramientos definitivos, y existen otros 38,490 interinos o por contratos temporales, en este segundo grupo se conforma fundamentalmente profesores de asignatura. En este contexto, una parte importante de la fuerza laboral académica se encuentra en empleos inseguros y transitorios, lo que produce un escenario de inestabilidad laboral.
En total, en 2024 la UNAM registra 53,205 nombramientos académicos, distribuidos de la siguiente manera: 34,895 profesores de asignatura que representa el (65.6%); 5,655 profesores de carrera que corresponde el (10.6%); 2,724 investigadores de carrera que equivale el (5.1%); 4,621 técnicos académicos que representan el (8.7%); 5,175 auxiliares y ayudantes (incluye ayudantes de investigadores y profesores de carrera) que corresponde el 9.7%; y otros 140 que conforma el .3% (Incluye a profesores e investigadores eméritos, visitantes y extraordinarios; jubilados eméritos y docentes).
En los últimos cinco años, los nombramientos definitivos han disminuido constantemente (de 15,245 en 2020 a 14,715 en 2024), mientras que las plazas no definitivas han aumentado de manera sostenida (de 35,883 en 2020 a 38,490 en 2024). Este panorama refleja que, a pesar del aumento de profesores de asignatura y técnicos académicos contratados sin seguridad laboral, una buena parte de estos profesionales se contratan de manera temporal u hora clases.
Impacto en las funciones sustantivas de la UNAM.
Los datos presentados sobre el personal académico de la UNAM ofrecen una visión cuantitativa de la estructura laboral de la Universidad, revelando un panorama en el que los profesores de asignatura, auxiliares y técnicos académicos, aunque esenciales, son una categoría subrepresentada en comparación con otras figuras académicas.
Dicha situación ha sido poco documentada, si bien se encuentran trabajos como los de Hortensia Moreno Esparza (2022) y de Sylvia Pérez de Alba Tapia (2003), que abordan la relación del personal académico y la aplicación de los mecanismos instituciones disponibles, en los cuales, destacan los retos que enfrentan en términos de visibilidad y reconocimiento a su labor y el esfuerzo por visibilizar su participación en tareas sustantivas dentro de la universidad.
Por otra parte, documentos como los de García Linares (2025) y Sánchez Ambriz (s.f.), junto con las acciones de reformas planteadas por Camacho Servín (2024), ponen en evidencia la necesidad urgente de considerar el rol de los técnicos académicos y darles el reconocimiento justo y las oportunidades de desarrollo que merecen en la estructura académica de la UNAM.
Mientras la UNAM no reconoce la contribución de todos sus miembros, independientemente de su categoría o figura, seguirá siendo un tema pendiente que debe reflexionarse sobre la estructura y jerarquía institucional porque afecta directamente las funciones fundamentales de la UNAM. Tal cómo señala Klaus Dörre (2013) el aumento de las demandas administrativas en el ámbito académico, lo que a menudo lleva a la producción de habilidades inadecuadas para los objetivos académicos genuinos. En el caso de la UNAM, esta presión se manifiesta en una cantidad exorbitantes de normas y excesiva burocracia, que desvían la orientación de las capacidades profesiones para el desarrollo adecuado de las funciones sustantivas de la universidad.
Reflexiones finales.
La falta de reconocimiento adecuado a los aportes de los Técnicos Académicos en la UNAM plantea una profunda reflexión sobre la estructura y jerarquía institucional de la universidad. A pesar de que estos profesionales desempeñan funciones cruciales en áreas clave como bibliotecas, laboratorios, tecnología y administración, su labor es sistemáticamente minimizada. ¿Por qué, si su nivel de especialización requiere títulos de maestría o doctorado, sus contribuciones no se valoran en la misma medida que las de otros miembros del personal académico? ¿Cómo es posible que, a pesar de ser fundamentales para el funcionamiento de la universidad, su visibilidad y su participación en los procesos académicos sean tan limitadas?
La UNAM se encuentra en una encrucijada. Por un lado, la institución se enorgullece de su fuerte orientación académica y su importante papel en el desarrollo nacional. Por otro, enfrenta dificultades internas que amenazan su capacidad para cumplir su misión. El reconocimiento y el trato justo de los académicos, especialmente de los profesores de asignatura y técnicos académicos, son cruciales para abordar estos problemas.
Referencias
Dörre, K., Lessenich, S., & Singe, I. (2013). En Alemania, investigadores sugieren rechazar la tabla de clasificación académica. Adopta el volcán, 12, páginas 119-122.
Dirección General de Personal Académico. (2024). Estadísticas del Personal Académico. UNAM.
Moreno Esparza, H. (2022). Ser técnico académico en la UNAM. Centro de Investigaciones y Estudios de Género, UNAM.
Oficina de la Abogacía General de la UNAM. (S.F.). Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Pérez de Alba Tapia, S. (2003). Desarrollo y reconocimiento de los técnicos académicos. Biblioteca Universitaria, 6(1), 85-87. UNAM.
García Linares, Y. (2025, 27 de enero). Desarrollan actividades específicas, diferentes al trabajo de docentes. Gaceta Universitaria.
Sánchez-Ambriz, G. (n.d.). El quehacer científico del técnico académico…¡eso ni se pregunta!. Memorias del Congreso Nacional de Tecnología (CONATEC). Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.
Camacho Servín, F. (2024, 10 de abril). Este año se reformará la UNAM: La figura de Técnicos Académicos. La Jornada.