Continúa la historia en el debate entre el profesor Tom Loveless de Brookings en Washington, (entre otros) y Andreas Schleicher director de PISA en la OCDE. Tanto en PISA 2009 como en PISA 2012, los estudiantes de 15 a 16 años de edad del municipio o provincia de Shanghái mostraron resultados por encima, a veces, muy por encima (quizá hasta tres años de escolaridad para el promedio OCDE), de otros países asiáticos y de Finlandia.
Independientemente del error metodológico de la OCDE de colocar en el mismo nivel comparable a una ciudad, municipio o provincia con otros países o naciones, el punto más debatido, es la base de la muestra en Shanghái.
El argumento no sólo es metodológico sino profundamente ideológico y político. En el terreno del método estadístico Loveless y otros, han sostenido que la base de la muestra de Shanghái para PISA excluye a los niños inmigrantes. De acuerdo con la política China de “Hukou”, los niños de provincias diferentes no pueden recibir los servicios educativos que los niños que han alcanzado el status de la provincia a la que inmigran. Loveless argumenta, convincentemente, que la base de la muestra está subestimada al no considerar a los niños inmigrantes que en teoría son más pobres y reciben menos servicios que los ciudadanos de la provincia de Shanghái, una de las más ricas y prósperas de toda China. Y que por tanto, los resultados publicados en la prueba PISA, no sólo sobreestiman el nivel de desempeño de dicha población, sino que justifican una de las tragedias de derechos humanos más dolorosas de las últimas décadas en el mundo.
En respuesta, la OCDE, principalmente a través de Andreas Schleicher director de PISA, ha mencionado que los críticos no han leído bien los reportes de la Organización y que la muestra ha sido correcta; y que los niños de Shanghái saben más matemáticas, lectura y ciencias que los niños de cualquier otra parte del mundo.
Por supuesto que Shanghái ha atraído la atención de los ministros de educación en el mundo, pero también de los medios. Y este debate ha recorrido importantes medios mundiales. El sistema de información de la BBC publicó hace un par de semanas una nota que refleja la visita de la Ministra de Educación de Inglaterra Elizabeth Truss, en donde se resalta una vez más el mencionado debate (http://buff.ly/1cMW2Vh).
Al día siguiente de la nota de la BBC, se publicó, en febrero 25 de 2014, una columna en el popular Financial Times (por cierto propiedad de Pearson, una fuerte proponente de las pruebas estandarizadas) en la que se resalta la crítica a PISA en el asunto de Shanghái (http://buff.ly/1cMYzP8) y se menciona con toda intención la dicotomía entre una educación eficientista y una educación pedagógica. Tema que yo he tratado ampliamente en mis últimas conferencias y seminarios y que continuaré exponiendo en diversos medios.
Quizá como respuesta a la visibilidad mediática del debate, Andreas Schleicher, aceptó en el transcurso de una conferencia y ante la pregunta de un ministro del parlamento inglés, por primera vez, que la base de la muestra es “pequeña aun para los estándares de la OCDE”. Con todo y ello, Schleicher sostuvo el punto de que los hijos de los trabajadores domésticos en Shanghái obtienen mejores resultados que los niños de familias profesionales en el occidente (http://buff.ly/1cN1eZ9). Es una fuerte afirmación que seguro será criticada aún más por quienes defienden una educación más progresista y menos dictatorial y una evaluación más holística y menos estandarizada, entre los que me encuentro yo, y muchos más como la profesora Diane Ravitch de la Universidad de Nueva York, y quizá la investigadora educativa con más seguidores en el mundo en su multimillonariamente visitado Blog (http://dianeravitch.net).
En el fondo de todo esto está un fuerte debate epistemológico de la educación en el siglo XXI. Por un lado, quienes buscan un modelo educativo que movilice conductas basado en motivación extrínseca (premios y castigos) y, por el otro, quienes defienden un modelo educativo menos racional y más pedagógico, donde lo que estimule al ser humano en formación, sea la motivación intrínseca y no el pago externo. Esto último quizá esté bien para adultos con cerebros ontogénicamente maduros, pero no para niños ni jóvenes con funciones ejecutivas cerebrales en ciernes.
El autor es profesor-investigador visitante en la Escuela Steinhardt de Cultura, Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Nueva York.