Carlos Ornelas
“Brincos diera porque fuera simbólica”. Imagino un diálogo entre una madre de familia que tiene a sus hijos en una escuela de Chiapas y un sociólogo de la educación. Éste le explicaría que, según Pierre Bourdieu, en las escuelas se ejerce la violencia simbólica.
La violencia criminal invade a todo México, pero la violencia callejera que ejerce la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y sus futuros militantes, por lo pronto estudiantes de escuelas normales, asusta a estudiantes y madres de familia, pero las autoridades cierran los ojos. Profesan una versión light de abrazos no balazos. Pero la consecuencia es la misma: impunidad.
Una nota de nuestro corresponsal en Chiapas, Gaspar Romero, da cuenta de que estudiantes normalistas de la escuela Manuel Larráinzar que se cubrían el rostro con pasamontañas vandalizaron las oficinas de la Secretaría de Educación de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez (Excélsior, 22/06/22).
Después se fueron eufóricos en autobuses del trasporte público que secuestraron. No sólo eso, el lunes 20 invadieron la caseta de cobro en Chiapa de Corzo y se hicieron de recursos. Su demanda explícita, que no haya ningún tipo de cuota en las escuelas normales. Mas puede considerase que hay motivos implícitos, como preparar el camino para obtener la plaza en cuanto terminen en la escuela. Es un camino trillado.
Pero esta vez rebasaron los límites. Mientras los trabajadores de la Secretarían huían aterrorizados, los normalistas incendiaron oficinas, destruyeron mobiliario y equipo y, lo más grave, quemaron los documentos que afectan a más de 20 mil escuelas del estado. Eso incluye los expedientes y de alumnos. No habrá documentos de fin de cursos.
¿Y las autoridades? Ausentes, abrazos simbólicos a los violentos.
Lo más probable es que estos encapuchados que aterran a empleados, usuarios del trasporte público y automovilistas que transitan por las carreteras en unos cuantos años obtendrán una plaza de maestro. Y es legítimo preguntarse qué tipo de enseñanza practicarán.
Sí como dicen educadores e investigadores de la educación, los alumnos aprenden más por las conductas de los maestros (el ejemplo) y la estructura jerárquica del salón de clases no por lo que dictan los libros de texto, ¿Qué aprenderán los alumnos de esos futuros maestros?
La pasividad de las autoridades raya en la indolencia. No importa si en la retórica el gobernador o la secretaria de Educación expresen que los niños representan el futuro de la patria y que la función de la escuela sea prepararlos para que sean ciudadanos responsables, en la práctica esos maestros (de hoy y del mañana) en los territorios de la CNTE, los alistan para la anarquía.
Malicio que las consecuencias de largo plazo de los abrazos a la delincuencia (porque esos actos son delictivos) serán desastrosas para el país. Más aún en aquellas regiones donde la CNTE se entronizó y ejerce la violencia pura y, claro, también simbólica, pero con símbolos ominosos.