I. Es motivo de alegría prologar el libro nuevo del doctor Jorge Gastélum-Escalante, profesor en la Universidad Autónoma de Occidente, por el privilegio que me confiere y porque, intuyo a partir de su lectura, disfrutó escribiendo Breve historia del futuro de una universidad. Biografía de la Universidad Autónoma de Occidente.
La obra aparece en un momento oportuno, aunque podríamos suponer que cualquier etapa es apropiada. Hay razones para sostener la pertinencia: la historia de la Universidad analizada y en especial la juventud de su autonomía; el proceso de transformación que experimenta el modelo educativo en el país, un desafío pedagógico, profesional, político y financiero, del cual tenemos algunas certezas e incontables incertidumbres; las secuelas pospandémicas, que exigen respuestas inéditas en contextos distintos a los conocidos; la interpelación ética para los estados y las instituciones educativas de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, así como el llamado de la Unesco para “Reimaginar juntos nuestros futuros”, como titularon a su informe publicado en 2021. Sólo por enunciar algunas pautas que invitan a la memoria y la reflexión crítica.
Una virtud sobresaliente del libro es la articulación que propone el autor entre la historia de las universidades, el contexto global, los desafíos del presente, la transformación educativa en México y las realidades específicas, históricas y empíricas de su Universidad, porque teje una adecuada contextualización. También es notable su capacidad de síntesis para bosquejar el sentido y la historia de las universidades, como su intención de elucidar conceptos y precisiones donde considera apropiado.
Sin conocerla de manera profusa, más allá del enjambre de datos e ideas que ofrece el autor, me parece que las dimensiones de la Universidad Autónoma de Occidente son favorables para emprender las transformaciones a que convoca Jorge Gastélum, pues su tamaño, historia y empuje, su lugar actual, crean un coctel de condiciones para ensayar nuevas formas de organización institucional en un país donde los discursos y documentos caminan por senderos a veces distintos y distantes de las realidades en el conjunto de las universidades.
Ojalá el deseo de imaginar un futuro luminoso de la Universidad Autónoma de Occidente encuentre muchos lectores, cómplices y constructores que lo hagan posible.
II. El título del libro de mi dilecto amigo y colega me despierta tres ideas. En primer lugar, me remite a “El futuro recordado”, obra literaria amena e instructiva de Irene Vallejo, que ambos leímos y él cita en varios pasajes. El título es como una paradoja, o un oxímoron. Un contrasentido aparente: ¿cómo se puede escribir en el presente el futuro de algo o alguien, en este caso, de una universidad? Como hace Jorge: provoca o invita a reflexionar sobre los posibles escenarios que deparan al objeto de la invención. Es un ejercicio de imaginación, con asideros firmes en lo tangible. También es un acto de valentía, una apuesta.
Ambos intentos, el ensayo y la imaginación son más que encomiables en sí mismos.
La segunda idea que germina con el título de Jorge resulta de lo más saludable; aparece en forma de pregunta: ¿es que supone el autor tener una bola de cristal para contemplar el futuro? No. Su texto se aleja de la pedantería que puede hospedarse en quienes pretenden dibujarnos el futuro, lo posible, lo venidero, lo que no es… y probablemente no será. Jorge escribe con los dos pies firmes y la cabeza en el presente, pero asumiendo el derecho que tiene a crear escenarios mejores para la institución donde labora. El derecho a soñar es también una necesidad ontológica, como afirmaba Paulo Freire.
La tercera imagen es entrañable. Soy lector consuetudinario de biografías. La lectura de biografías es, quizá, una manera de buscar la infinitud de la vida, la inmortalidad metafórica, pues viviendo vidas ajenas ensanchas la propia. Además, cuando escribes una biografía hay compromisos explícitos: se hace desde el conocimiento de lo biografiado, desde la comprensión de aspectos de su vida o historia, como desde la admiración crítica, si se permite la expresión, pues no se trata de erigirle templos o rezos al objeto historiado, sino de propiciar ángulos nuevos, ignorados o no sistematizados.
La historia biográfica de universidades como la Autónoma de Occidente me parece un acierto mayor del investigador de amplia trayectoria y pluma (teclado) impecable, porque nuestras sociedades efímeras, líquidas, como explica Bauman y replica Jorge Gastélum, se mueven entre coordenadas evanescentes. Y eso puede tener explicación (y hasta valor) en las redes sociales, para tirar a la basura muy pronto lo que merece estar ahí, pero en las universidades la memoria es imprescindible, para recuperar lo valioso, comprender el presente y evitar errores.
III. La amistad con Jorge Gastélum tiene mayoría de edad. Maduró. Empezó en los primeros años de 1990, cuando ambos cursábamos estudios de posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Él doctorado, yo maestría en Pedagogía. Coincidimos en varios de los cursos, trabamos amistad y nos reconocimos como parte de la “legión foránea” en la hoy Ciudad de México. Con un par de colegas michoacanos fuimos compañeros de mesa y con frecuencia casi semanal nos encontrábamos para comer y reírnos. O viceversa. Eran otros tiempos. Éramos otros, en esencia semejantes, distintos en paquete. Nadie se quejaba por tener que leer un libro de una clase a otra, de una semana a otra, ni exigíamos rúbricas para que calificaran nuestros ensayos o reportes. No había PowerPoint y las clases, en su mayoría, eran magistrales, es decir, excepcionales, como nuestros maestros.
El tiempo y la geografía nos separaron, aunque ocasionalmente nos cruzábamos en los territorios del correo electrónico. Luego llegó la pandemia y una idea acariciada tiempo atrás se consumó: un proyecto editorial, un libro que coordinaríamos ambos. El resultado fue estupendo y lo auspició Porrúa. Estoy seguro, con la incertidumbre de estar hoy y mañana no, que tendremos otras oportunidades.
Lo que conocí de Jorge en aquellas clases con Martha Corenstein, Juan Carlos Geneyro y Ángel Díaz Barriga, se afinó con los años. Es un orfebre del pensamiento y la escritura: rebosa agudeza intelectual, producto de su formación agronómica primero y pedagógica después; rigurosidad metodológica, fundamentación exhaustiva, obsesión por la claridad en la escritura, elegancia en el lenguaje y búsqueda de asideros para afianzar sus elaboraciones conceptuales. Este producto de su trabajo documental y etnográfico es una expresión de sabiduría y rigor, de su talante universitario.
Felicidades a Jorge por este fruto de su compromiso generoso con la educación superior sinaloense y mexicana.
*Prólogo al libro del mismo título, escrito por Jorge Gastélum-Escalante, publicado por Puertabierta Editores (2024).