México es un país muy desigual y, por lo tanto, inequitativo en todos los aspectos sociales y económicos. Las personas que gozan de menos privilegios son los pobres, los indígenas, los migrantes, las mujeres, quienes habitan en regiones rurales y los discapacitados. Estos grupos de personas no tienen las mismas oportunidades para mejorar sus condiciones económicas que las poblaciones más privilegiadas; por lo tanto, les heredan a sus descendientes las condiciones sociales que perpetúan la pobreza económica y la marginación social.
En teoría, la educación es el instrumento más poderoso de un país para romper este círculo vicioso y permitir a los ciudadanos un ascenso social y un mejor nivel de vida. Sin embargo, la educación en México (como en muchos otros países) no se escapa del problema de la desigualdad: el Sistema Educativo Nacional (SEN) ofrece mejores oportunidades educativas a quienes menos lo necesitan. Los más privilegiados socialmente, por lo general, asisten a escuelas con mejor infraestructura, equipamiento, materiales y docentes. Por el contrario, los más necesitados reciben una educación de menor calidad (o excelencia, como ahora se dice), que se traduce a menores oportunidades de aprendizaje y, consecuentemente, a un aprovechamiento académico inferior al de su contraparte.
Los bajos resultados de aprendizaje de los estudiantes menos privilegiados están muy bien documentados en todos los estudios nacionales e internacionales que abordan el tema. Las brechas de aprendizaje entre estudiantes de bajos y altos ingresos pueden ser enormes en las asignaturas básicas. El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) ha documentado que las brechas educativas de quienes terminan la secundaria pueden llegar a ser de hasta seis grados escolares.
Para conocer si el tamaño de las brechas de aprendizaje entre distintos grupos de estudiantes (de interés para el SEN) ha crecido o disminuido a lo largo de los años, el INEE se dio a la tarea de realizar un estudio retrospectivo donde se analizan los resultados de aprendizaje de las evaluaciones nacionales e internacionales en el que el país ha participado, en dos asignaturas básicas: español y matemáticas. Específicamente, las realizadas por el INEE (con las pruebas Excale), por la UNESCO (con las pruebas LLECE) y por la OCDE (con las pruebas PISA). El estudio abarca el periodo 2000 – 2015, durante el cual México participó en 22 estudios con representatividad nacional, en los que se evaluaron 715 mil estudiantes de tercero y sexto de primaria, tercero de secundaria, así como a estudiantes de 15 años de edad (que principalmente se encuentran en tercero de secundaria y primero de educación media superior).
Las variables sociodemográficas y escolares de los estudiantes que se utilizaron para conformar los grupos de contraste fueron las siguientes: rendimiento académico, sexo, tipo de escuela, lengua materna y nivel socioeconómico. La idea central del estudio fue comparar el comportamiento en el tiempo de las brechas en el dominio del español y las matemáticas de estos grupos de estudiantes; es decir, conocer en qué medida estas brechas educativas han disminuido, aumentado o permanecido iguales.
Los resultados del estudio (https://publicaciones.inee.edu.mx/buscadorPub/P1/C/157/P1C157.pdf) pueden ayudar al nuevo gobierno a poner atención en los grados y asignaturas donde no hay un cambio positivo; es decir, donde NO se observa una disminución de las brechas de aprendizaje. No hay que olvidar que el Estado mexicano tiene la obligación constitucional de impartir una educación que sea de calidad (o excelencia). Lo anterior implica que TODOS los estudiantes logren asistir a la escuela y aprender lo que se establece en los planes y programas de estudio nacionales, independientemente de su condición social, cultural y de género.
El cumplimiento de TODOS los mexicanos a recibir una educación de calidad lleva implícito el concepto de igualdad de oportunidades para asistir a la escuela, permanecer en ella y aprender lo esencial. Mientras que la igualdad educativa (como en otras áreas) es un derecho exigible de los individuos, la equidad es una meta deseable del país que busca ir más allá de la igualdad, dándole más al que menos tiene y, con ello, revertir los efectos negativos de las condiciones que impiden a ciertos grupos de personas gozar de los mismos privilegios sociales que ofrece el país.
Finalmente, hay que tomar en cuenta que uno de los principios del marco de referencia de los derechos humanos es su necesaria progresividad. El Estado es el garante de su cumplimiento, y debe demostrar que en ello avanza a lo largo del tiempo. De aquí la utilidad del estudio para el gobierno de la 4T.
Eduardo Backhoff Escudero
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa
@EduardoBackhoff