Sergio Dávila Espinosa
El pasado lunes 21 de septiembre regresaron a clases la mayor parte de los más de 5 millones de estudiantes de nivel medio superior de nuestro país. Para ellos, el inicio de cada curso escolar representa una oportunidad de escribir en una página en blanco una nueva historia de vida. ¿Quién no recuerda cómo el primer día de clases es también un día pletórico de temores y esperanzas?
La emoción por conocer a sus nuevos compañeros, el grupo en el que les tocó, sus nuevos maestros, las instalaciones de su plantel. ¡Cuánta gente por conocer! Para muchos de ellos los compañeros que conocerán en preparatoria se volverán sus mejores amigos o incluso, algunos conocerán en esta etapa al amor de su vida. ¿Cómo serán sus nuevos maestros? ¿Estrictos? ¿Amables? ¿Exigentes? ¿Empáticos?
Pero este día será diferente a otros inicios de clase. Es un inicio en condiciones que no imaginábamos y no queríamos, pero que son necesarias para cuidar del don más preciado que tenemos: la vida. Este inicio se realizará a distancia y en muchos casos, con el uso de tecnologías que otrora sólo utilizaban para el ocio y entretenimiento.
Estos jóvenes forman parte de la generación de la resiliencia. La generación que aprendió que se puede ir a clase sin salir de casa, que supo adaptar sus dispositivos para acceder a la puerta universal del estudio y que supo ser tolerante al intensivo proceso de adaptación al que nos vimos obligados los maestros y del que ellos formaron parte, pagando a veces los platos rotos.
Cuando todo esto termine, los diversos subsistemas los volverán a convocar de manera presencial a las actividades deportivas, artísticas y culturales en las que forjarán su carácter y aprenderá a colaborar y competir con honor. Pronto conocerán las aulas, laboratorios y talleres que hoy sólo han podido imaginar o ver a través de fotografías o videos. Y lo más esperado, entonces podrán convivir con sus compañeros en las áreas de descanso, jardines o pasillos.
El conocimiento y el aprendizaje no pueden detenerse. Los maestros en todos los subsistemas nos hemos preparado para trabajar en estas condiciones. Hemos dedicado muchas horas a capacitarnos, a conocer nuevas metodologías y herramientas para entablar una relación humana utilizando tecnología. Los maestros somos capaces de superar la distancia para conectar con nuestros alumnos y hacer nuestro trabajo con placer, creatividad y alegría.
No debemos olvidar que, a pesar del confinamiento, el bachillerato será para la mayoría de ellos la mejor etapa de su vida, por lo que deberemos reconocer su esfuerzo y desarrollar su resiliencia, esa capacidad de superar las situaciones adversas, adaptarse y superar de manera positiva un contexto amenazante. Esta cualidad no es ni fija ni innata. Puede trabajarse, moldearse y cultivarse en nuestros alumnos, o lo contrario, puede inhibirse por la influencia del entorno, de nuestro autoconcepto y de las personas con las que convivimos.
Es una generación que está expuesta a riesgos mayores que las que los precedieron. No sabemos aún el impacto que esta larga pandemia pueda tener en su salud emocional. La adolescencia y juventud es por naturaleza la etapa de la vida del despertar social. Están predestinados neuronalmente para ello. Requieren actividad física y convivencia social para la construcción de relaciones sanas y desarrollo personal. Además, es el grupo etario con mayor percepción de pérdida, porque son los que menos riesgos tienen si se contagian de COVID-19.
La primera lección ya nos la dieron. Contra todo pronóstico, los resultados de los exámenes de admisión a educación media superior realizados por el CENEVAL, al menos en el caso de COBACH SLP, demostraron que sus resultados académicos no sólo no fueron afectados negativamente por la pandemia, sino que superaron a la generación anterior. Ya habrá tiempo para realizar investigación educativa y comprobar hipótesis, por lo pronto los datos nos invitan a no etiquetarlos de manera negativa. Está demostrado cómo influyen en ellos las expectativas de los profesores sobre sus logros y aprendizaje.
¡Bienvenida pues la generación de la resiliencia al curso escolar 2020-2021!
Sergio Dávila Espinosa
21 de septiembre de 2020