Eduardo Andere M.*
Existe un fuerte debate sobre el fin ulterior de las becas, y otros apoyos que asignan los gobernantes en turno para transferir dinero a los niños, jóvenes y adultos. Uno de estos casos es el programa “Mi beca para empezar” (https://www.mibecaparaempezar.cdmx.gob.mx) administrado por el gobierno de la Ciudad de México a través del Fideicomiso Educación Garantizada del Distrito Federal (https://www.fideicomisoed.cdmx.gob.mx) ahora Ciudad de México.
De acuerdo con las reglas de operación del programa social (https://www.fideicomisoed.cdmx.gob.mx/storage/app/media/ROP_Mi_Beca_para_Empezar_2019.pdf) el propósito es resolver “dos problemas sociales interconectados;[sic] la deserción escolar y la precariedad de los ingresos familiares.” (Ibíd.: página 5).
El mismo documento que contiene las reglas de operación ofrece como fundamento las conclusiones de una encuesta del INEGI del 2018 en la que se sostiene que las “Las causas por las que la población no asiste a la escuela son complejas y multifactoriales. La información obtenida del Módulo de Trabajo Infantil 2017, indica que la principal razón por la que los niños de 12 a 14 años abandonan la escuela es por falta de interés, aptitud o requisitos para ingresar a la escuela (48.3%) y por la falta de recursos económicos (14.2 por ciento).” https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2018/poblacion2018_nal.pdf página 2). Para el caso de los adolescentes entre los 15 y 17 años esas proporciones son de 43.5 y 12.7 respectivamente (Ibídem).
El dato es contundente: la principal causa no es la falta de recursos económicos. A pesar de ello, los redactores de las reglas de operación realizaron una interpretación sin fundamento al argüir que “La falta de aptitudes o requisitos para ingresar a la escuela secundaria tiene su origen, en una buena proporción, en las privaciones vividas por los estudiantes durante la educación primaria, por lo que conviene establecer mecanismos que estimulen el aprovechamiento de las niñas y los niños de 6 a 12 años, lo que mejorará, a largo plazo y de forma estructural, la permanencia de los menores en el sistema educativo.” (Ibíd.: página 7).
No hay mucho que comentar con respecto a una interpretación tergiversada de lo que arrojan los datos directos. Por supuesto que hay que apoyar a niñas y niños que lo necesiten para que acudan a la escuela, y para que reciban una buena educación. Pero ese no es el caso del programa. Si fuese cierto lo que ahí se interpreta todo niño, niña o adolescente con “privaciones vividas” no asistiría a la escuela, lo cual es absolutamente falso. Simplemente, desde hace muchos años se alcanzó la cobertura total en educación primaria. Ante un escenario de cobertura universal son muchos los niños que asisten a la escuela que no tienen la condición de “falta de recursos económicos”; y los que tienen esa condición también asisten a la escuela. Entonces, ¿Para qué entregar, a rajatabla, recursos a cientos de miles de niños y jóvenes que no lo necesitan?
Desde el punto de vista de política pública la solución para aquellos niños y jóvenes que realmente lo necesitan, es diseñar un programa de información y acceso a todos los instrumentos con que cuenta el Estado y la sociedad civil para atender los casos extremos.
Con este criterio, de política pública más que de política a secas, el Estado contaría con recursos escasos para atender otras prioridades como seguridad pública, agua potable, salud, formación magisterial o medio ambiente. O, simplemente, mejorar radicalmente la calidad de los servicios educativos y de salud que beneficiarían a todos con un titipuchal de externalidades positivas.
Si así son las cosas, ¿por qué los políticos optan por estos programas? Porque crear un programa de atención especializada a niños y jóvenes no se nota; porque aumentar la calidad de los servicios de salud y educación no se nota. En cambio, regalar dinero ajeno (de los contribuyentes) a los padres de familia (no a los niños) nada más por enviar a sus hijos a la escuela (que por cierto en su gran mayoría van a la escuela) tiene un valor político irresistible.
El tema es político, punto. La intención es política. Anunciar y repartir las becas universales es como retratarse cargando bebés, saludando a niños o abrazando a viejitos. Es pura imagen. Y si además lo perpetúan en la constitución es imagen con letras de oro. Para que se note.
* Investigador visitante del Colegio de Boston