En mayo de 2018, el eterno candidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, aseguraba que habría justicia para los 43 estudiantes normalistas desaparecidos la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Gro. De hecho, con firmeza llegó a afirmar que, de ganar en las elecciones que en unos meses se efectuarían en el país, se integraría una comisión de la verdad, pues el “caso Iguala” sería ejemplo de “justicia” en su gobierno.
Estas promesas, acompañadas de un discurso en el que el mismo López Obrador contundentemente expresaba su interés para que se conociera todo lo que había sucedido con los normalistas, las realizó frente a los padres de familia de los alumnos desaparecidos. La esperanza de estos padres, curiosamente, fue coincidente con el eslogan que empleaba Obrador en sus “spots” de campaña y, mediante los cuales, invitaba a la gente a unirse a Morena, porque Morena “era la esperanza de México”.
Pasadas las elecciones y con el resultado en el bolsillo, López Obrador como presidente electo, en septiembre de 2018, se volvió a reunir con los padres de los 43 estudiantes desaparecidos; de hecho, como se sabe, de esa reunión se desprendieron tres acuerdos: la integración de una Comisión de la Verdad, un Decreto a partir del 1 de diciembre para llegar a la verdad y, el último, que el proceso continuaría con una comisión conformada por la Organización de las Naciones Unidas y el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). La esperanza, como parece obvio se mantenía. Tal parece que, en efecto, por esos días López Obrador era la esperanza de México.
Tiempo después llegó diciembre y con ello el presidente firmó el decreto que ordenaba a las dependencias de la administración pública federal, destinar y aplicar los recursos materiales jurídicos y humanos para conocer la verdad del caso Ayotzinapa. De hecho, el día de la firma, ante la presencia de los padres de familia de los 43, Obrador aseguró que “no habría impunidad ni en este caso ni en otro”. Y bueno, como es de conocimiento general, dicha comisión la conformaron los padres de los normalistas, los representantes de las Secretarias de Gobernación, Hacienda y Relaciones exteriores, así como los expertos y técnicos que fueran necesarios y requeridos en esta investigación. La esperanza comenzaba a cristalizarse pues, como puede observarse, indiscutiblemente las promesas de campaña poco a poco se iban concretando y, con ello, Obrador daba muestras contundentes de llegar a esa verdad ampliamente demandada por los familiares desaparecidos en Iguala, Gro.
Obviamente los días, semanas y meses fueron pasando desde esos momentos esperanzadores en los que el candidato, presidente electo y luego presidente constitucional, afirmara que la verdad se daría a conocer durante su gobierno; desafortunadamente ésta no llegaba; es más, los encuentros y desencuentros entre el ejecutivo federal, la Comisión de la Verdad, los padres de familia y el GIEI fueron más que evidentes; por ejemplo, en julio de 2023, cuando el tema se dio a conocer en los medios de comunicación sobre el involucramiento del ejército mexicano en la desaparición de los normalistas a partir de la investigación del GIEI y que presentó en su informe, López Obrador salió en defensa de los militares y, meses más tarde, pero en ese mismos año, llegó a afirmar que ni el ex presidente Peña Nieto ni el ex secretario de la defensa nacional de apellido Cienfuegos, habían ordenado la desaparición de los 43, pero sí reconoció que tal acto fue un crimen de estado. Una declaración/afirmación por demás desaventurada porque, cuando estuvo en campaña, aseguraba que combatiría con todo al régimen que había causado tantas atrocidades como la de Ayotzinapa, en clara referencia al régimen peñanietista.
¿La esperanza se había desdibujado? Pienso que al presidente le fallaron sus “cálculos políticos”. Imagino que no imaginó, que los padres de familia de los 43 serían tan persistentes y que su popularidad y las promesas medio cumplidas le darían para sobrellevar el caso Iguala. Es decir, este caso, el de Ayotzinapa, podría ser una piedrita en el zapato de esas que, aunque sabemos que están ahí, pueden ser tolerables porque al andar a veces causan molestia, pero en otra no. En fin.
Pocos meses han pasado desde que inició el 2024 y, como era de esperarse, el presidente ha comenzado a despedirse porque en próximos meses su gestión habrá llegado a su fin. Varios de sus compromisos de campaña fueron cumplidos, eso es innegable, sin embargo, el de Ayotzinapa le ha perseguido y le persigue en todo momento, a veces con más fuerza que otras. De hecho, como se pudo observar, las manifestaciones de los padres de familia y alumnos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” se han agudizado en las últimas semanas; varios factores han colaborado en ello, por ejemplo, la negativa del presidente a reunirse con los padres de los 43 tal y como en campaña o en los primeros meses de su gobierno lo había hecho. El argumento que ha brindado, débil como lo es, alude a lo que se ha dicho desde el momento en que se dio la desaparición forzada de los normalistas: se están haciendo investigaciones. Si, las mismas palabras y las mismas investigaciones que desde el 27 de septiembre de 2014 comenzaron a expresarles a los familiares de los desaparecidos.
Y para variar, hace unos días el gobierno volvió a tocar esa herida histórica de Ayotzinapa, cuando unos policías estatales asesinaron a otro estudiante de la normal “Raúl Isidro Burgos”; se trató del alumno Yanqui Rothan Gómez Peralta.
Es cierto, los “oficiales” pertenecen a la policía local de Guerrero, sin embargo, en la memoria histórica quedará registrado que, durante el gobierno de la morenista Evelyn Salgado y del presidente morenista López Obrador ocurrió un infame crimen que terminó en la muerte de un estudiante de esa normal rural.
Pienso que ya no es momento de verdades históricas porque, lo que sí existe, es una herida histórica y, dicha herida la conocen muy bien las madres y padres de familia de los 43 desparecidos la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala.
Entonces, ¿realmente fue la esperanza de México?
Al tiempo.