“No es coincidencia que estemos aquí el 20 de noviembre. Nuestros padres y abuelos lucharon por un país justo, democrático, libre; luchaban contra un gobierno opresor e intolerante. Eso mismo hacemos ahora: sin armas, nuestra voz tiene que ser escuchada y tomada en cuenta. Ya estamos cansados de las desapariciones forzadas, de los presos políticos, de la gran desigualdad social, de la estrecha libertad de expresión. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa es la gota que derramó el vaso: desde ahora las cosas serán distintas.”
– Patricia Martínez. Jubilada, 72 años.
Desde las 6 de la tarde, tres grupos partieron desde distintos puntos de la Ciudad de México rumbo al zócalo capitalino, sin embargo, las consignas eran las mismas: ¡Fuera Peña! ¡Vivos los llevaron, vivos los queremos! ¡No somos guerrilleros, pero pronto lo seremos! coreaban los más de 20 mil asistentes que acudieron este jueves a la marcha #20NovMX, como parte de la llamada “Acción global por Ayotzinapa”.
Provenientes del Ángel de la Independencia, el Monumento a la Revolución y la Plaza de las Tres Culturas, miles de personas salieron a las calles con una sola exigencia: la presentación con vida de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos desde el pasado 26 de septiembre y el esclarecimiento de estos hechos.
En avenidas como Reforma y el Eje Central Lázaro Cárdenas, sólo se veía el pasar de la gente; diversas pancartas con mensajes claros de indignación, unos más, acompañaban con cantos de apoyo a los grandes contingentes que parecieran no terminar.
“Hoy no sólo se ven jóvenes, vemos a toda la sociedad que se ha fundido en el mismo luto. Vemos madres con hijos pequeños; padres de familia acompañando a los estudiantes; abuelas y abuelos mostrando su apoyo, con ojos de esperanza y una gran satisfacción al ver que estas nuevas generaciones no son sólo unos NINIS, como lo quieren hacer ver los grandes medios de comunicación. Demostramos que la sociedad puede organizarse sin necesidad de los políticos”, comenta Bernardo Madero, un obrero del Estado de México, quien, acompañado de su familia, señala que aunque en ciertos momentos existe miedo a la represión y violencia por parte del Estado, no quitarán el dedo del renglón.
Alrededor de las 19 horas, ya entraban por las calles 5 de mayo y Tacuba los grandes contingentes hacia la Plaza de la Constitución, donde los padres, compañeros, amigos y familiares de los estudiantes desaparecidos esperaban a la gran multitud sobre un pequeño templete.
Con fotografías de sus hijos, veladoras en las manos y lágrimas en los ojos, comenzaron a nombrar a cada uno de los “grandes ausentes”.
En representación de los padres de los estudiantes desaparecidos, Felipe de la Cruz, reafirmó la exigencia al gobierno Federal de entregar con vida a cada uno de los 43 jóvenes: “No vamos a descansar hasta encontrar a los muchachos o hasta que nos los entreguen, porque estamos seguros que saben dónde están. Tenemos la esperanza e ilusión de ver a nuestros 43 muchachos.”
Después de agradecer a la sociedad y hacer un llamado para que “la lucha siga”, los familiares de los normalistas salieron por la avenida 20 de noviembre y abordaron los autobuses que los llevarían de regreso a sus lugares de origen, sabiendo que consigo llevan el respaldo de miles de ciudadanos de distintas partes del país, e inclusive del mundo, que se han unido a su causa, a su dolor y sus exigencias de justicia.
“Para nosotros están vivos”, alcanza a gritar uno de los padres antes de subir al transporte.
La marcha había transcurrido en completa tranquilidad, todo se reportaba “sin novedad”.
La “quema de Peña” y los “anarquistas desestabilizadores” de la marcha
Había terminado el mitin y cientos de manifestantes seguían arribando a la plancha del zócalo. De momento, una gran llamarada iluminó a los asistentes, quienes con gran júbilo recibían el espectáculo.
Un grupo de jóvenes había encendido un muñeco de cartón de poco más de dos metros que representaba a Enrique Peña Nieto; y bajo fuertes y constantes cánticos, los espectadores exigían la renuncia del representante del Poder Ejecutivo.
Los ánimos comenzaban a calentarse. Poco después, un grupo de encapuchados comenzaron a lanzar cohetones y demás proyectiles hacia los miembros del Estado Mayor Presidencial, quienes resguardaban las puertas de Palacio Nacional.
“¡Son infiltrados, esos anarquistas sólo quieren desestabilizar y desprestigiar nuestro movimiento! ¡No caigamos en provocaciones, esta marcha es pacífica!”, gritaban algunos organizadores desde el templete, quienes al ver que la violencia crecía, decidieron comenzar a retirarse del lugar.
Alrededor de las 21:20 horas, un gran número de granaderos y Policías Federales arribaron al zócalo, comenzando a replegar a los manifestantes.
Y entonces comenzó el caos…
Un reducido grupo de jóvenes con el rostro cubierto se enfrentaron con fuego, petardos, bombas caseras, palos y piedras, a los elementos de seguridad; otros más, la mayoría, trataban de resguardarse de los gases lacrimógenos que lanzaban los uniformados. Jóvenes, adultos mayores, e incluso niños que no alcanzaron a escapar del operativo policiaco, experimentaron el temor de ser alcanzado por alguno de los objetos que se lanzaban ambos bandos.
La Secretaría de gobernación y el Gobierno del Distrito Federal reportaron al menos 31 detenidos: 16 acusados de delitos del fuero común y 15 más del fuero federal.
Horas antes, en un evento realizado en el Campo Marte por el Aniversario de la Revolución Mexicana, Peña Nieto señaló que su gobierno rechaza la violencia y no cesará en hacer que impere el orden y la justicia.
“Atentar contra las instituciones es atentar contra los mexicanos”, advertía.