¿Cómo se construye la autoridad educativa en México? Responder a esta pregunta es fundamental para discutir y mejorar las acciones y políticas orientadas a resolver los problemas de la educación. Dado que la baja calidad educativa, su inequitativa distribución y la mala gestión escolar o universitaria no son fenómenos irresolubles hay que poner atención en cómo se construye el poder y sobretodo, cómo se ejerce.
En días recientes, fui testigo de tres “postales” que deseo compartir aquí para reflexionar sobre la capacidad de gobernar el sistema educativo. Primero, es importante aclarar que entiendo a la “autoridad” no solamente como una figura o recurso personal, sino como un ejercicio de poder más amplio y abstracto que está compuesto por individuos, normas, acciones, reglas y situaciones.
En mi primer postal, aparece el Benemérito Instituto Normal del Estado de Puebla (BINE) que, a través de la licenciatura en educación preescolar, instituyó la cátedra al mérito normalista Sandra Pacheco. Desde 1879, el BINE forma docentes y la profesora Pacheco tuvo un papel central en la trayectoria de un sinnúmero de educadoras, siendo directora del área de preescolar por 17 años. Ahora su escuela es generosa para reconocer su labor. En sus palabras al aceptar la medalla en su honor, Pacheco fue, como buena maestra, didáctica para hacernos saber que la agradecida era ella y que el desarrollo del menor implica trabajo en equipo y vocación. Sin pontificar y con una dulce simpatía a sus 84 años confesó: “qué bueno que me jubilé, hoy se trabaja más”. Un gesto de autoridad.
Segunda postal. A la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ se nos complicó el regreso a clases ante la solicitud de mantener las sesiones en línea por las obras de la avenida 5 de Febrero. Volver a la modalidad presencial después de las vacaciones era lo ideal, pero inviable en función de la diversidad de situaciones de vida de los jóvenes, sobretodo, de aquellos que viven fuera de la ciudad. No era razonable actuar unilateralmente. La autoridad tenía que asegurar condiciones para discutir y conocer las racionalidades tanto de los docentes como las de las y los estudiantes en el marco de una situación complicada. Mi facultad enfrentó entonces un problema real que algunos enseñamos en clase: ¿cómo procesar una decisión colectiva que sea benéfica para la mayoría a partir de las preferencias individuales? Constituir el espacio de deliberación contribuyó, a mi ver, a tener una salida. Claro, no sin tensiones y fuertes cuestionamientos, lo que es común en un espacio universitario que es plural por naturaleza y sobretodo, donde hay libertad de expresarse abiertamente.
Contrario al aprecio por la pluralidad y el “gobierno por discusión”, el viernes 28 fuimos testigos de una aprobación apresurada y desaseada de 20 ordenamientos legales, entre ellos una ley en materia científica, por parte de los senadores de Morena. Ésta es la tercera postal de cómo se asume la “autoridad” en México. Rehuir al debate parlamentario, caer y justificar la ilegalidad en aras de la “transformación”, no puede ser considerado como una manifestación de autoridad, aunque se hayan ganado las votaciones. El autoritarismo y la sensación que deja la arbitrariedad van a tomar formas variadas de protesta y si la democracia permanece, habrá oportunidad de pronto rechazar esta forma de ejercer el poder. Mayoría no es verdad.
En conclusión, la autoridad se desvela por las acciones y gestos de los actores. Se construye y gana poder no sólo mediante la venia del Jefe, sino discutiendo y actuando de manera razonable y aguzada en la compleja realidad que todas y todos construimos.