La llegada de Aurelio Nuño a la cabeza de la SEP constituye un claro refrendo de la prioridad concedida por el gobierno del presidente Peña Nieto a la reforma educativa. Difícil no verlo así, dada la gran cercanía de Nuño con el presidente, su notable habilidad para tejer acuerdos, así como para operar con éxito tareas e iniciativas –varias de ellas en el ámbito educativo– singularmente complejas en términos políticos.
Sin negar que la transición de la Oficina de la Presidencia a la SEP suponga para Aurelio Nuño ingresar al cuadro de los “posibles” de cara a 2018, conviene subrayar que su nueva posición está muy lejos de ofrecerle una brillante carpeta roja hacia Los Pinos. En este recambio, a Nuño le tocó un camino plagado de minas, espinas y obstáculos de todo tipo, mismo que tendrá que recorrer sin tropezarse, tanto para sacar adelante su encargo, como para seguir labrándose futuro en la política nacional.
Dirigir una secretaría como la de Educación en condiciones “normales” ha conllevado siempre retos formidables. Lograr que esta suerte de mega-paquidermo y de múltiples cabezas opere cotidianamente y conseguir, además, que la reforma educativa no se descarrile y produzca algunos logros concretos requerirá de talentos, energía y trabajo fuera de serie. Hacerlo, encima, en medio de resistencias a granel, de fuertes expectativas y demandas contrapuestas, así como de muy serias restricciones presupuestales, implicará desafíos verdaderamente enormes.
Para sacar adelante su difícil encargo, Aurelio Nuño cuenta con activos y atributos importantes, entre otros: gran capacidad negociadora, inteligencia rápida y aguda, conocimiento y experiencia directa de los entresijos de la intersección entre educación y política y, desde luego, contar con el apoyo y confianza del presidente Peña.
Para lograrlo, dada la magnitud de los retos que enfrenta, requerirá, sin embargo, muchos otros elementos. Entre éstos: firmeza de propósito y foco, mucho foco. Básicamente, pues, sin ellos, el riesgo de que el conflicto y, sobre todo, la inercia terminen imponiéndose es muy alto.
Existen diversos asuntos imaginables como focos posibles para darle dirección, sentido y fuerza a la política educativa en la segunda mitad de este sexenio. A mi juicio, sin embargo, los más importantes son tres.
Primero, construir apoyos activos a la reforma dentro de la base magisterial, pues con un magisterio enojado, asustado y desmotivado la reforma no irá a ninguna parte. Para conseguir el apoyo y la confianza de, al menos una masa crítica de maestros, resultará indispensable que el gobierno federal establezca canales de diálogo directo con los docentes y que impulse de forma decidida su capacitación y crecimiento profesional.
Segundo, dotar de contenido a la reforma, es decir, definir qué queremos, al final de tanto cambio en la reglas del juego, de la educación. Este tema resulta vital pues sin norte que consiga orientar e inspirar esfuerzos y voluntades, resultará imposible enderezar el maltrecho edificio de la educación nacional. Para ello, hace falta definir, en concreto, qué tipo de sociedad y de personas queremos como “producto” del sistema educativo, y precisar con qué y cómo habremos de hacerlo.
Tercero, plantear un conjunto acotado, pero también ambicioso de logros “insignia” alcanzables antes del 2018. Ello, a fin de generar con un vector para alinear esfuerzos, así como para entregar resultados concretos que permitan mantener el momentum a favor de la transformación educativa más allá del fin del sexenio.
Las primeras declaraciones del nuevo secretario Nuño ofrecen indicios de que ve a los maestros y al tema de los contenidos de la reforma como dos asuntos centrales. Falta, desde luego, ver qué tanto estos u otros temas de los muchos que integran la agenda de pendientes se convierten en un foco efectivo de su gestión y qué tanto logra ésta producir logros significativos y visibles antes de que termine el sexenio.
Esta segunda ronda que recién inicia tras el natural desgaste de tres primeros años muy intensos en la SEP, tiene delante un trayecto en extremo complejo. Por lo pronto, sin embargo, la llegada de Aurelio Nuño a la SEP constituye una ocasión para refrescar –aunque sea un poco y con mucha cautela– los ánimos en relación a la posibilidad de continuar, profundizar, y ampliar los cambios requeridos para lograr que la educación nacional ofrezca fábricas de alas igualmente potentes para todos, en lugar de seguir ofreciendo, sobre todo, resguardos temporales y callejones sin salida.
Twitter:@BlancaHerediaR