Eduardo Gurría B.
Dentro de toda la problemática que la educación en México representa, en cuanto a la calidad educativa, los programas obsoletos y atrasados, la negativa de asignar recursos hacia las instituciones públicas de todo nivel, la deserción escolar y el cuestionamiento que ha suscitado la asignación de Delfina Gómez como funcionaria al frente de la SEP, debido a su gestión en la alcaldía de Texcoco, cuando extorsionó y robó a los trabajadores del ayuntamiento, y la sombra de Elba Esther, que, como ave de rapiña, sobrevuela en Oaxaca, la presencia de Marx Arriaga al frente de la Dirección de Materiales Educativos de la misma secretaría, esto es y principalmente, la CONALITEG y, por ende, la responsabilidad en la generación de los contenidos y diseño de los libros de texto gratuitos, significa más leña al fuego, donde se extingue la formación de las nuevas generaciones.
La tradición de los Libros de Texto Gratuitos, el amor, la nostalgia y el recuerdo que muchos sentimos hacia ellos y su trascendencia para muchas generaciones, aunque por momentos ha sido polémica por los mismos contenidos, ya sean curriculares o por el tratamiento que se ha dado a los temas, sobre todo históricos, ha salido indemne, ya que su función primordial ha sido formativa, sobre todo dentro de la educación pública y para paliar la falta de recursos de toda índole, es decir, a final de cuentas, educar. Existen niños cuyo único acceso a la cultura son esos Libros de Texto Gratuitos.
Sin embargo, hoy parece que las cosas no son ni deben ser así; hoy, se pretende que los libros de texto sean convertidos en herramientas de adoctrinamiento que, como tales, sean tendenciosos hacia los intereses de un grupo político de muy dudosa autenticidad moral y honradez y las ideas de un sujeto deplorable quien, desde las prerrogativas de que disfruta hace cátedra de ignorancia y fanatismo y como resultado de una designación al capricho o favoritismo desde el poder ejecutivo.
Para que Marx Arriaga se haya empoderado de su influencia, y para fortalecer su prepotencia en la cultura de la sociedad, empezó por deshacerse de verdaderos valores culturales, como son Daniel Goldin, de la dirección de la Biblioteca Vasconcelos, y de Jorge F. Fernández, como ministro de asuntos culturales de la embajada de México en España. Posteriormente ha promovido la eliminación de palabras que a él y al gobierno le hacen daño, como neoliberal, eficiencia, productividad, calidad educativa y ¡hasta matemáticas! (¿?).
Siguiendo con su estulticia, ha atacado e insultado la inteligencia e integridad femeninas y declarado, de forma abierta, su misoginia al asegurar que están sometidas porque no leen (¿?), es decir, ¿si eres mujer y no lees, mereces estar sometida, vejada y segregada, además de que eres tonta?, eso así lo afirma Arriaga.
Sin embargo, como con toda persona carente de coherencia y de inteligencia, se contradice al pontificar que la lectura es un acto individualista, fomento del capitalismo de consumo, (no sabe que existen libros para todas las ideologías) y de “fifís”, como si leer fuera pecado, delito y enfermedad. ¡Cuánta estupidez!
Lo único que tiene sentido es su afirmación de que leer es un acto individualista, ya que, ¡claro!, el acto de leer significa un acto individual, uno de los más placenteros y enriquecedores; un libro, al ser leído por un individuo, adquiere la personalidad de su lector y significa uno de los mayores bienes patrimoniales que puede llegar a tener una persona: la cultura.
Y lo más lamentable, Arriaga convoca a intelectuales, escritores, redactores, maestros, diseñadores, investigadores, creadores, ilustradores y demás personas partícipes de los procesos editoriales, a que aporten sus conocimientos, capacidades, trabajo y tiempo para la generación de los libros de texto, pero a cambio de nada, sí ¡de nada!, tan solo por vocación y el “honor” y el privilegio patriota de haber participado en la nueva cruzada cultural nacional, esto es, sin cobrar ni un peso por su trabajo y con la promesa de recibir una “constancia” o “diploma” (posiblemente sacado de las plantillas de Word) que, comprobado, ni siquiera tiene valor curricular para los docentes e intelectuales partícipes, es decir, que para este sujeto, el trabajo intelectual, creativo y artístico, simplemente, no vale, excepto, por supuesto, el suyo, ya que cobra la cifra de noventa mil pesos –y pensemos en otro tipo de prestaciones más-, mensuales por la brillante labor de desculturar a los mexicanos y de expresarse con lugares comunes y gastados, copiados de su jefe o su jefa ante auditorios, seguramente, cautivos.
Los libros de texto sí, son gratuitos, la gratuidad es una de sus principales características, pero el trabajo que representa hacerlos no.
Me pregunto si el Sr. Arriaga se conformaría, como pago, con un diploma “patito” al mes.
Esto es lo que ocurre cuando a un fanático, radical y acomodaticio, pero amigo del poder, se le otorga un privilegio de responsabilidad y de la práctica de la ética y se le otorga una plataforma pública con la que puede denostar y descalificar todo lo que no le parece; esto es lo que pasa cuando se cree que una persona con estudios universitarios, como en el mismo caso de Delfina, puede estar preparada para dirigir espacios que requieren de estudios, sí, pero también de sentido común, de inteligencia, de criterio y de honestidad para el desempeño de su trabajo por el que se le paga, y no poco; esto es lo que pasa cuando una persona corriente como él, sin méritos visibles, accede a espacios que deberían estar ocupados, por personas que, al menos, estén preparadas, sean capaces y conozcan su trabajo.
Nada más falta que Arriaga, frente a su tribuna de privilegio, nos alburee, tal como lo hizo Taibo, quien está al frente, nada menos, que el FCE.
Está visto que un título profesional bien puede ir aparejado a la ignorancia.
Encontrarse con personas así, es malo, pero que estén al frente de tales instituciones es trágico.