Tras las audiencias de Parlamento Abierto, las comisiones de Educación y Puntos Constitucionales deberán presentar un dictamen al Pleno de la Cámara de Diputados, para recapitular los cambios propuestos al Artículo Tercero y otros que presentó el Ejecutivo en diciembre del año pasado.
Para abonar a la discusión, pedimos a un grupo de personas, ejemplares en su aporte a la sociedad, que dieran en video un testimonio muy puntual de qué significa para ellas y ellos haber ejercido su derecho a aprender, y por qué es importante que se haga referencia explícita al aprendizaje en la Constitución.
Así, los actores Roberto Sosa y Martha Claudia Moreno, la astrónoma Julieta Fierro, el locutor Iñaki Álvarez, las periodistas Ana Paula Ordorica y Karla Iberia Sánchez, los cineastas Denisse Quintero y Fabián León López, las activistas Roxana Pacheco, Katia D’Artigues y María Elena Morera, la maestra de danza Karime Alonso, el comediante Alex Marín y Kall, el músico Carlos Rangel y el diseñador Anuar Layón –quienes se sumaron con entusiasmo y de forma pro bono- expresan desde su experiencia por qué aprender en la escuela marcó sus vidas. No sólo se trató de conocimientos y habilidades, muy necesarias, sino del descubrimiento del talento propio, de ir concretando el potencial de cada una y cada uno, más allá de lo que sólo hubiese aportado quedarse en el contexto familiar.
Los videos se pueden encontrar en aprenderesunderecho.org y en las redes sociales con el hashtag #AprenderEsUnDerecho. Con esto, buscamos que en estos días cruciales las personas reflexionen sobre la importancia de que la escuela no sea sólo una instalación para “guardar” a niñas y niños; que no se pierda ese faro que le da sentido y es la finalidad del Sistema Educativo Nacional.
En el actual texto vigente, se incluye el aprendizaje como objeto de garantía constitucional, pero en el proyecto de diciembre se propone que desaparezca ese párrafo. Recordemos que los derechos humanos son progresivos; es decir, no podemos permitir retrocesos; siempre debemos avanzar y mejorar. México ha firmado tratados internacionales que obligan al Estado a garantizar que las niñas, niños y jóvenes aprendan en la escuela. Es importante que esto no se pierda en el texto de la Constitución y colocarlo en un lugar adecuado en la nueva redacción, porque es en ese documento que se plasman nuestros derechos, y al tenerlo ahí, cualquier ciudadano puede exigir legalmente que se garantice su derecho a aprender.
Con el famoso “Informe Delors” (UNESCO, 1996) que reunió a una Comisión de expertos y practicantes de educación de todo el mundo para repensar las claves de la educación, quedó claro que la escolarización es un medio, no un fin. En realidad, como se argumenta ahí apasionadamente pero con razones contundentes, la educación del nuevo siglo debe plantearse como una “educación durante toda la vida” que nos permita aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser. Estos “cuatro pilares” son el núcleo del aprendizaje y el sentido de la escuela.
Revisando la Situación Educativa de América Latina y el Caribe, como se tituló al estudio, la misma UNESCO nos recuerda en 2013 por qué el derecho a la educación debe entenderse como el derecho a aprender. Amerita la cita en extenso:
La noción de derecho a la educación ha estado estrechamente ligada a la idea de garantizar el acceso universal a la escuela a través de las leyes de escolaridad obligatoria. Esta visión básica del derecho a la educación como derecho a la escolarización y a la obtención del certificado escolar se ha mostrado insuficiente. Las políticas educativas y la comunidad internacional han evolucionado hacia una redefinición del derecho a la educación como derecho a aprender. Esto implica –entre otras cosas– que recibir una educación de calidad debe ser visto como parte del derecho a la educación. La Convención de los Derechos del Niño y otros textos internacionales proporcionan tres criterios “permanentes” para definir el derecho a aprender o a recibir una educación de calidad : i) desarrollar al máximo posible las capacidades de cada individuo; ii) promover los valores consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: la igualdad entre las personas, el respeto a la diversidad, la tolerancia y la no discriminación, la promoción del bien común; y iii) equipar a los estudiantes con las capacidades y conocimientos necesarios para llegar a ser una persona socialmente competente.
Esperamos que todos nos activemos. El parámetro para saber si la educación se cumple como derecho no debe reducirse al “acceso”, la “cobertura”, el “cupo”, la “inscripción”. Es para aprender. No va a pasar sólo porque los legisladores lo coloquen en el Artículo Tercero. Pero sin ello, que es sólo el marco legal, el gran esfuerzo nacional pierde foco y meta. La convicción de la enorme mayoría de los maestros es que resulta un terrible reto propiciar el aprendizaje cuando los alumnos llegan hambrientos, padeciendo privaciones y hasta violencia intrafamiliar o inseguridad y miedo en la comunidad. Debemos poner la energía social para que esas condiciones se superen. Pero así como el derecho a la salud no es el derecho a tener simplemente una cartilla, sino a recibir las atenciones y vacunas, el derecho a la educación es, en su núcleo mismo, el derecho a aprender.
El llamado a todas y todos, como adultos, es activarnos. En la Constitución, en la ley y en la práctica, hagamos que se haga realidad: aprender lo que quieren y necesitan es un derecho de las niñas, niños y jóvenes para poder ampliar sus oportunidades de desarrollo, el derecho a ser sí mismos en una sociedad justa.