Jesús Andriano
Analfabeto o analfabeta en su acepción simple de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, significa el que no sabe leer ni escribir, con el paso del tiempo, esa idea ha evolucionado a tal grado de agregar ciertas habilidades básicas del mundo contemporáneo, como lo son algunos procesos mentales que permiten el manejo y la interpretación de la información (inglés, TIC) a las personas, para integrarse de una mejor forma a la sociedad económicamente activa.
En la asamblea general de la ONU en 1948, se concretó que la educación es un derecho humano, que contribuye al desarrollo social y económico de un país, en dicha declaración se establece, que toda persona tiene derecho a la educación, de manera gratuita y obligatoria en el nivel básico; dicho documento estipula que todo país miembro del organismo tiene que establecer como prioridad una política educativa para atender el problema de fondo, y reducir las cifras a nivel mundial; de acuerdo a los datos de la UNESCO, en el mundo al menos 750 millones de jóvenes y adultos no saben aún leer ni escribir y 250 millones de niños no consiguen adquirir las capacidades básicas de cálculo y lectoescritura; lo que genera el principal problema, la exclusión de jóvenes y adultos al sistema de producción, ya que, al no estar instruidos ante la demanda de una sociedad alfabetizada, las posibilidades de enrolarse a un mercado de trabajo se reducen.
De acuerdo a la UNESCO, para que la alfabetización avance como parte integral de las metas que todo país debe cumplir en la agenda para el desarrollo 2030, plantea cuatro acciones concretas.
- Construir bases sólidas en favor de la enseñanza y protección de la primera infancia.
- Proveer una educación básica de calidad para todos los niños.
- Ampliar los niveles de alfabetización funcional para jóvenes y adultos que no poseen las competencias básicas de lectoescritura.
- Desarrollar entornos de alfabetización.
Aprender a leer y escribir es un derecho fundamental para la sociedad, por lo tanto se establece como una acción trascendental en la vida de las personas con respecto a lo que indica la UNESCO; durante las últimas décadas los países de América Latina y el Caribe han conseguido avances significativos en materia de alfabetización y cobertura en sus sistemas educativos; sin embargo continúa el desafío de mejorar la calidad de la educación; de acuerdo con los datos de la OEI en el informe Metas 2021, en el 2007, el 10% de la población en América Latina estaba considerada analfabeta, un aproximado de 34 millones de habitantes, en el mismo informe se menciona, que en el caso de México, el número de personas sin saber leer, ni escribir, es de 5.9 millones de habitantes, un dato por considerar dado que algunos historiadores mencionan que antes de que iniciara la Revolución Mexicana había 6 millones de mexicanos mayores de 15 años no sabían leer ni escribir. En la lógica de los datos, alcanzamos a identificar que el problema no es nuevo; y que depende de la forma y de las condiciones con las que se oferte la educación para atender el analfabetismo y con ello cumplir con el objetivo educativo trazado desde hace un siglo.
México participa como miembro fundador en la UNESCO desde 1945, ha sido uno de los catorce países en formar la primera comisión provisional y séptimo en firmar el acta constitutiva de dicha organización, desde entonces como país miembro debe implantar una política de Estado, para definir los objetivos que ayuden a buscar estrategias y erradicar el analfabetismo con la idea de concretar las metas de la política internacional.
En la lógica aparente de dar cumplimiento una política educativa, los resultados son un ingrediente que sirve para identificar el avance de un sistema educativo, bajo los estándares de medición internacional. En México al inicio del presente sexenio la tasa de analfabetismo entre la población de 15 años en adelante se ubicó en 6.66% (5.6 millones de personas) de acuerdo a datos oficiales; en el informe Panorama de la Educación en México 2016 publicado por el INEE, se anuncia que el analfabetismo se redujo de 6.7% en 2010 a 5.5% en 2015, si realizamos un pequeño balance, sin ser especialistas en la materia, podemos deducir que en el presente sexenio, el avance es mínimo, si consideramos que para dar cumplimiento a las metas de la política internacional; la prioridad no es una reforma educativa, ni una ley de servicio profesional docente que se señale los lineamientos para ocupar un espacio como docente en el sistema educativo, mucho menos el cambio de un secretario de educación, sino construir bases sólidas para la enseñanza y con ello proveer una educación básica de calidad, que favorezca a los niveles de alfabetización funcional para jóvenes y adultos que no poseen las competencias básicas de lectoescritura.
El analfabetismo es una muestra del atraso en materia de desarrollo social, la cifra señala que no se puede asumir que tenemos una sociedad equitativa con posibilidades de crecimiento, si la cobertura para el desarrollo educativo se encuentra inconclusa; de acuerdo con datos de la SEP, la cobertura en el presente ciclo es del 92.4% para alumnos que 3 a 14 años, menor al ciclo anterior que fue de 92.5%; al parecer la puesta en marcha de una reforma educativa, es más importante, que el atender a millones de mexicanos que no tienen acceso a una educación que les viabilice aprender a leer y escribir.
Si se analiza la evolución del analfabetismo donde hay un mayor índice de carencias económicas, sociales o culturales, el analfabetismo se constituye un aliado de la pobreza y la marginación, y por lo tanto tiende a reproducirse generacionalmente, junto con la deuda del Estado, por brindar una educación acorde a las necesidades de la sociedad. En la actualidad, sin el nivel mínimo de formación, no se tiene acceso a la información, ni a las actividades mejor remuneradas de acuerdo a los procesos de certificación para el trabajo.
Cuando se concibe en el mundo contemporáneo que la educación es un derecho universal y se instaura la idea de una sociedad del conocimiento; el analfabetismo se instituye como un problema vigente que incrementa la vulnerabilidad social, cultural y económica, pero ante la realidad de las políticas públicas que tienen como prioridad continuar con una política reformista es complejo visualizar un país educado.
El reto para el 2018 debe ser el mismo que desde hace un siglo, reducir e incluso erradicar el analfabetismo, con la misión de alfabetizar a toda lo población como base de una condición de igualdad de acuerdo a los estándares internacionales, en un esquema de sociedad consumista enfocada en creer que la educación es sinónimo de productividad.