Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
“La Vaca Púrpura” es un libro de Seth Godini (2003) que hace referencia a la necesidad de mantener una constante redefinición de estrategias, especialmente en el ámbito de los negocios, para ir acordes al apresurado cambio que estamos viviendo y que para lograr que nuestro producto no se vuelva invisible entre opciones cada vez más numerosas, debemos diferenciarlo y lograr que la gente se fije en él.
Pero ¿qué implica crear una vaca púrpura? Entiendo que en el desarrollo de nuestras actividades y proyectos, es hacer algo extraordinario, interesante y funcional, que sobresalga de todo lo ordinario que estamos acostumbrados a ver, algo que vaya contra la rutina esclavizante y sea producto de ingenio y creatividad, que ponga en juego la capacidad de propuesta e inventiva del personal. Sobre todo, cuando se requiere repuntar en algo, es necesario comenzar a convertir el discurso habitual en innovaciones pertinentes.
En esta línea, juega un papel muy importante, la voluntad de hacerlo y vencer temores e inercias para encontrar caminos diferentes que logren cautivar la atención y mantener el interés de los beneficiarios de un servicio determinado.
Sin lugar a dudas, existen tantas ideas como personas hay; no obstante, cuando algo se da a conocer como un avance concreto de una iniciativa determinada, sobran comentarios como “ya lo sabía”, “ya lo había pensado desde hace mucho tiempo”, “eso no es novedad”, “se puede mejorar mucho esa propuesta”, etcétera; y es probable que así sea, sin embargo, simplemente por el hecho de no actuar, de no concretarlas, las ideas se difuminan, ya que nunca tuvieron forma; más bien, nunca se tuvo la voluntad de darles forma.
En el caso de las instituciones educativas, si bien persiguen objetivos similares al resto, cada una busca distinguirse por algo en particular.
De acuerdo con lo anterior ¿qué tanto nos detenemos a conocer el proceso o procesos de desarrollo de las actividades inherentes al ámbito en el que interactuamos normalmente, para identificar, realizar y, hasta compartir una buena práctica?
Desde hace tiempo se habla de la conveniencia de intercambiar las buenas prácticas institucionales, por lo que valdría la pena preguntarnos ¿las tenemos plenamente identificadas como tales?, ¿desde cuándo están vigentes?, ¿qué beneficios hemos logrado con su aplicación?, ¿qué las hace ser consideradas así?, ¿nuestros beneficiarios las conocen y participan de ellas?
Con relación a este tema, se comparte de manera breve una reflexión acerca de los alumnos talento o sobresalientes que han egresado de esta Universidad; específicamente, de algunas generaciones de becarios del Verano de la Investigación Científica (VIC). Refiriéndonos a ellos como mejores promedios y estatus laboral actual solamente, aunque podrían considerarse otros criterios.
Si bien para participar en este programa los aspirantes deben contar con un promedio superior a nueve, se han identificado aspectos que llaman la atención y en torno a ellos se hacen algunos comentarios.
En las primeras 25 generaciones de becarios del VIC, se han identificado por lo menos dos grupos: uno, formado por ocho egresados que son miembros del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I.) y otro, formado por doce egresados que tuvieron un promedio de diez durante toda su carrera universitaria.
A continuación se señalan algunas características relevantes de ambos grupos.
Grupo | Género | Prom.Gral. | Egreso | Tipo de Examen | Reprobación | Área de Conocimiento | Titulación | Niv. Educ. Cursados |
N°1 | Tres mujeres y cinco hombres. | Entre 9.02 y 9.98. | Oportuno | Ordinario A y Ordinario B. | Sin reprobación | Ingeniería y tecnología y, ciencias sociales y administrativas. | Tesis, seguida de examen general de conocimientos y por último, promedio. | Licenciatura, maestría y doctorado. |
N°2 | Diez mujeres y dos hombres. | 10 | Oportuno | Ordinario A. | Sin reprobación | Ciencias de la salud, ciencias sociales y administrativas y, educación y humanidades | Por promedio, seguida de examen profesional y, por último, tesis. | Licenciatura y maestría haciendo notar que, en dos casos, cuentan también con cédula de nivel técnico |
Las características de los dos grupos de participantes en el citado programa becario, permite entender con mayor claridad la idea expresada líneas arriba cuando se habla de que las instituciones educativas persiguen un mismo objetivo, pero buscan la manera de distinguirse unas de otras. Así, mientras el grupo dos destacó primordialmente durante su formación universitaria, el grupo uno, lo ha hecho en su ejercicio profesional, al continuar superándose.
Con estos datos podemos decir que no basta obtener los más altos y mejores promedios, para desarrollar el potencial que cada alumno tiene en su haber o lograr el proyecto de vida que se haya planteado. Algunos, de promedio escolar menor, lo pudieron alcanzar por la claridad en sus metas y el empeño que pusieron para lograrlas. Por lo tanto, no todos los alumnos considerados talento pueden ser equiparados a una vaca púrpura y sí puede encontrarse una, en alumnos no considerados así. No obstante, este ejemplo habla del desempeño individual de unos y otros.
Acaso la institución educativa podría, con base en estos resultados, tratar de conocer dónde se encuentran actualmente estos egresados, para impulsarlos a que continúen preparándose y puedan llegar a donde se lo habían propuesto.
No es sencillo, y quizá en ocasiones los resultados lleguen a ser desalentadores, pero si damos seguimiento y apoyo a los ex becarios tal vez se podría destrabar alguna situación que afecte el crecimiento del interesado, que al ser atendida entre varios sectores, puede dejar de ser ese “gran problema” para convertirse en algo mínimo, algo posible de superar y, con ello poder avanzar.
Insistir en conocer los procesos y datos puntuales del comportamiento de las diferentes generaciones que conforman la población estudiantil de una institución educativa, permitiría enfocar la atención en distintas áreas o nichos de oportunidad para implementar acciones concretas en cualquiera de las transiciones que constituyen el ciclo de formación universitaria.
Sabemos que, históricamente, el desarrollo de las instituciones educativas ha ido poniendo su acento en diferentes aspectos, que van desde incrementar el número de la matrícula estudiantil, implementar reformas al modelo educativo, certificar la oferta educativa, buscar mecanismos idóneos para retener a los estudiantes, etcétera. No obstante, en estos esfuerzos ha prevalecido la idea de uniformidad, en detrimento de la idea de diversidad y el compromiso por atenderla. Tal vez esta práctica sea un factor que limite los resultados esperados.
En este tenor, poco se ha atendido a los alumnos talento, a los que forman parte de un grupo étnico, a los que tienen alguna discapacidad, a los que deben trasladarse de su lugar de origen para continuar estudiando, que son un reflejo de esa diversidad. Al atender todos los casos con el tipo de intervención que requieran, se podrá generar confianza y certeza de que hay interés por cada uno en particular.
Y, muy probablemente, con este tipo de experiencias se logre ir definiendo o creando nuestra propia “vaca púrpura” institucional al tiempo que se va identificando otra, porque esta forma de trabajar debe ser permanente ya que el tratamiento y análisis adecuado de la información que se genere, seguramente brindará los suficientes elementos para seguir abordando temas cardinales cuya atención extraordinaria y pertinente, brinde prestigio y presencia a cada institución.
Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
Dirección de Sistemas Administrativos
Universidad Autónoma de Tamaulipas