Estamos, con justa razón, preocupados por nuestro sistema educativo, que está en el fondo de la tabla si nos comparamos con los países miembros de la OCDE en las tres disciplinas que se miden: matemáticas, lengua y ciencias. Más recientemente, Mexicanos Primero nos informó que en lengua extranjera, inglés, tenemos una tragedia.
Pero tenemos otra complicación en el otro extremo de la escala educativa: en educación superior e investigación. Ahí lo que está ocurriendo es que la planta docente está envejeciendo muy rápidamente. Y aunque la edad y la experiencia son activos importantes, después de un cierto momento empiezan a convertirse en pasivos. Cada disciplina y cada persona es diferente, pero en lo general no es una buena idea que los profesores e investigadores continúen trabajando igual que siempre después de pasar los setenta, ochenta o hasta noventa años. Aunque no lo crea, existen casos.
La razón por la cual estos profesores e investigadores no se retiran no es porque les falte lo más importante de su producción académica, sino porque no tienen cómo vivir. Resulta que para promover ciertos comportamientos entre la planta académica, desde hace tres décadas se empezó a pagar complementos de sueldo. Primero fue el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), luego programas específicos de cada universidad, pero al final el sueldo de los profesores representa 20 o tal vez 30 por ciento de su ingreso. El resto viene a través de estos mecanismos. Sin embargo, para la jubilación sólo se cuenta el sueldo, de forma que para un profesor retirarse implica perder, al menos, 60 por ciento de su ingreso. En muchos casos, además, se pierde la prestación del seguro de gastos médicos mayores, justamente cuando más se va a necesitar.
Así que no se van, por razones entendibles. Pero esto provoca un bloqueo a la entrada de nuevos profesores e investigadores, puesto que las plazas académicas están limitadas. El promedio de edad va creciendo, muchos profesores van perdiendo actualidad, les es más difícil adaptarse a nuevas tecnologías, e incluso sufren enfermedades que les complican mucho seguir trabajando, sin contar la creciente diferencia de edades con los alumnos.
Resolver este problema no es fácil, porque las instituciones de educación superior e investigación no tienen siquiera los fondos para cubrir las pensiones actuales, ya no imagine que se pudieran incrementar. En algunos casos, las pensiones son responsabilidad del IMSS o ISSSTE, pero en muchos otros son de sistemas locales que están en peor condición que las dos instituciones nacionales.
Observe cómo un mecanismo que parecía útil, complementar el sueldo de acuerdo a resultados, se convirtió en un gran problema, que hoy obliga a personas mayores a aferrarse a un puesto, a jóvenes a cancelar su vocación, y al país entero a asumir los costos. Convendría considerar un programa para empezar a resolver esto, con un seguro de gastos médicos colectivo (como el que tiene el mismo SNI, pero a perpetuidad), y con un rescate en el que todos los involucrados asuman una parte del ajuste. Y para que esto no le pase a usted, vamos a platicar en esta columna, los viernes, cómo preparar la salida.
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