En memoria de Carlos Muñoz Izquierdo
Muchas cosas he leído y pocas he vivido.
—Jorge Luis Borges (1899-1986)
Permítanme iniciar con una anécdota. Hace algún tiempo asistí a un foro sobre educación en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. El gobernador en ese entonces era Juan José Sabines Guerrero, quien al iniciar su discurso cuestionó fuertemente a los “investigadores de escritorio” que, sin saber lo que ocurre en Chiapas, pusieron en duda los avances del estado en la prueba Enlace (Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares).
Sabines se refería específicamente a Olac Fuentes Molinar, quien días antes, había hecho notar que eran “insostenibles” los resultados para algunos estados como en Chiapas cuyo porcentaje de jóvenes ubicados en los niveles “bueno y excelente” en el área de matemáticas para el nivel de secundaria sobrepasaron al del Distrito Federal (38.5 por ciento y 20.3 por ciento, respectivamente).
En ese momento, Fuentes Molinar señaló que era probable que estos resultados estuvieran “inflados” y que en ello, algo tenía que ver la “intervención” de los gobiernos de los estados. La elevación de puntajes de la prueba Enlace, señaló el especialista, parecía artificial (La Jornada, 06/09/12 nota de Karina Avilés).
Como se sabe, en este sexenio, la prueba Enlace para educación básica se suspendió temporalmente debido a que como apuntan Eduardo Backhoff y Sofía Contreras, la prueba se “corrompió y sufrió una inflación en resultados debido a tres factores: la publicación de ranking de escuelas, la asociación de estímulos económicos a los docentes y la falta de control externo de su aplicación”.
¿Quién entonces se equivocó? ¿El ex gobernador Sabines al poner en duda lo que expresó, según él, un “investigador de escritorio” o el académico al hacer notar que los resultados de la prueba Enlace para Chiapas eran “insostenibles”?
Es lamentable para la vida pública de México asignar etiquetas a las personas que nos cuestionan. Como dirían, “es más fácil descalificar que refutar”. En este sentido fue que el ex gobernador de Chiapas llamó “investigador de escritorio” a Olac Fuentes. Lo que Sabines cuestiona en última instancia no es el fundamento de la crítica del académico, sino su posición. Como el especialista educativo no vive en Chiapas, ni visita las escuelas de ese estado, ni da clases ahí, no tiene —desde la perspectiva del ex gobernador— elementos para analizar ni cuestionar lo que se realiza en ese estado de la República. Este supuesto es erróneo y merece un comentario.
Los seres humanos poseemos la capacidad de comprender y analizar las cosas a pesar de no estar físicamente inmersos en determinadas situaciones. ¿O cómo les llamaría el ex gobernador Sabines a los astrónomos que lógicamente no visitan los planetas y saben cómo funciona el sistema solar?
Además, descalificar juicios y observaciones por el hecho de no vivir físicamente una experiencia revela una estrecha noción del aprendizaje. No sólo se aprende por el contacto directo con las cosas; sino también por medio del razonamiento, sensibilidad e imaginación. Y quién mejor que Julio Verne (1828-1905), el escritor francés, para ilustrar este último punto. Dice Wikipedia que Verne tuvo gran imaginación y capacidad de “anticipación lógica” que le hizo visualizar y describir objetos que en su tiempo no existían como el submarino, el helicóptero e incluso, las muñecas parlantes. ¿Cómo llegó Verne a este grado de intelección? Quizás gracias a su conocimiento científico, genio, y aguda y sensible mirada.
¿Y qué decir de nuestro compositor mexicano Agustín Lara (1897-1970), quien compuso la canción Granada sin haber visitado esa ciudad andaluza? Haber capturado la esencia de las cosas y del ambiente de España, hicieron que Lara hablara nítidamente de algo que sus ojos en realidad no habían visto. ¿Y quién dice que sólo conocemos con los ojos abiertos? “Granada, tierra soñada por mí/mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti/mi cantar hecho de fantasía/mi cantar flor de melancolía que yo te vengo a dar”.
Pero volviendo al tema de la educación. Recuerdo una confesión que hiciera Pablo Latapí Sarre, investigador nacional de excelencia del sistema de investigadores (SNI) y Premio Nacional de Ciencias y Artes 1996, sobre el hecho de haber dado pocas clases para tanto que hablaba de educación. En ese momento pensé si ese supuesto “alejamiento” de la vida escolar había empobrecido el pensamiento de Latapí para poder comprender la problemática educativa del país. Mi respuesta fue negativa. Hay evidencias que muestran la profundidad analítica de Latapí para conocer la realidad educativa de México y ese pensamiento, además, tuvo una fuerte influencia en el desarrollo de las políticas educativas del país.
Entonces, llamar “investigador de escritorio” a los académicos que nos dedicamos a pensar los problemas educativos del país suena, por un lado, despectivo y por otro, es erróneo. Para poder comprender los fenómenos educativos y sociales no necesariamente tenemos que estar físicamente involucrados en actividades prácticas y diarias, pues existen diversas formas de aprender, conocer y saber. “En el relato escrito la acción sucede en mi interior”, diría José Emilio Pacheco.
Esto no es para sustentar que los investigadores debemos despegarnos de la realidad o despreciar los distintos planos de actuación en donde la política educativa se concreta. Proclamar la dicotomía o superioridad de una función (pensar) sobre otra (actuar) es tan equivocado como querer visitar al sol para saber que su superficie arde a casi cinco mil grados centígrados.
Profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS).