Andreas Schleicher *
Las comparaciones a nivel internacional no son fáciles ni perfectas. Pero PISA muestra lo que es posible conseguir en educación y contribuye a que España pueda mirarse en el espejo que ofrecen los líderes educativos del mundo en cuanto a resultados y oportunidades educativas. A diferencia de lo que algunos apuntan, el rendimiento del estudiante en España no ha empeorado, pero tampoco ha mejorado desde que PISA se puso en marcha hace más de una década, a pesar de los aumentos significativos en inversión educativa. Mientras tanto, Brasil ha escalado desde las últimas posiciones; países como Alemania, Italia, Portugal y Polonia han pasado de una posición “adecuada” a una “buena” y Shangai y Singapur han evolucionado de “bueno” a “excelente”.
Esta evaluación PISA se produce en un momento en que España aún está combatiendo las secuelas de la crisis económica, un período que nos ha hecho ver la urgencia de dotar a más personas con mejores capacidades para colaborar, competir y conectarse de formas que permitan impulsar nuestras economías, fomentar el empleo y contribuir a disminuir la desigualdad social. Hemos centrado la evaluación PISA de este año en las matemáticas. Cada año los países de la OCDE invierten más de 200.000 millones de euros en enseñar matemáticas en las escuelas, pero el hecho de tener una competencia matemática deficiente sigue limitando gravemente el acceso a los puestos de trabajo mejor remunerados y más gratificantes; y, por extensión, la desigualdad respecto a cómo se distribuye la competencia matemática dentro de un país se relaciona estrechamente con el modo en que lo hace la riqueza.
España ha logrado una distribución razonablemente equitativa en lo que afecta a oportunidades de aprendizaje, pero está pagando un alto precio por la falta de excelencia en el sistema educativo. Elevar la excelencia y mejorar la equidad no son objetivos políticos contradictorios. De hecho, de los 13 países que han mejorado significativamente su rendimiento en matemáticas en PISA desde el año 2003, tres también muestran mejoras en equidad educativa, y otros nueve han mejorado su rendimiento al tiempo que mantienen un alto nivel de equidad. Todo esto no es simplemente un reto para unas pocas regiones o algunas escuelas. De hecho, la variación en el rendimiento de los estudiantes españoles entre regiones es solo del 2 % —mucho menos que en la mayoría de otros países— y las diferencias entre regiones se explican principalmente por factores socioeconómicos. Es más, la variación en el rendimiento entre las escuelas es solo del 13 %. Por el contrario, más de dos tercios de dicha variación en el rendimiento se produce dentro de las escuelas españolas. Consecuentemente, España no va a tener mejores resultados educativos hasta que la mayoría de los profesores y escuelas en gran parte de las regiones afronten el bajo rendimiento educativo. Hay que señalar también que no se trata solo de un reto para niños pobres de barrios pobres, sino para muchos niños procedentes de muchos barrios.
Por supuesto, mejorar los resultados es algo más fácil de decir que de hacer. El statu quo tiene muchos protectores, y los países han de ser audaces tanto en el pensamiento como en la ejecución para que se produzcan verdaderos cambios. Obviamente, no podemos limitarnos a “copiar y pegar” los sistemas educativos en su totalidad. Sin embargo, PISA ha revelado un número alentador de características que comparten los sistemas escolares con más éxito del mundo. Estos incluyen dar a las escuelas autonomía para que puedan tener más libertad en la toma de decisiones acerca de los planes de estudio y cómo invertir los recursos; y, a su vez, hacerles más responsables de los resultados. Medir la calidad de la educación en términos del rendimiento de los estudiantes también requiere evaluaciones externas a las escuelas, que aclaran los objetivos y evalúan a todos los estudiantes con las mismas pautas. Algunos de los retos tienen que ver con la forma en que los maestros enseñan y cómo aprenden los estudiantes. Por ejemplo, los estudiantes españoles obtienen mejores resultados en tareas de opción múltiple, que se centran en la reproducción de contenidos de las materias, que en tareas que les requieren extrapolar lo que saben y aplicar sus conocimientos de forma creativa. Esto es importante porque el mundo moderno no premia tan solo por lo que sabe, sino por lo que se es capaz de hacer con ello…
* Subdirector de la OCDE para temas educativos.
Nota completa en El País