El reciente anuncio del presidente electo López Obrador, de la desaparición inminente del INEE (Instituto Nacional de Evaluación de la Educación) ha cimbrado algunos espacios académicos e institucionales en nuestro país. El INEE que durante cinco años estuvo a la ofensiva con cierto dejo de soberbia y sobrada autoridad. Hoy se siente en la lona, pide alianzas y apoyos para que no desaparecer.
En una ocasión sin pedido alguno la que fue consejera presidenta de esta nueva etapa la Dra. Sylvia Schmelkes se refería a una crítica de un investigador de apellido Santiago de la OCDE, quien criticaba el modelo de evaluación en México utilizado por el INEE ya que servía (decía Santiago) para a castigar a los docentes. Esta referencia se desconocía hasta en tanto la consejera presidenta del INEE la hizo pública.
La evaluación es uno de los ejercicios más complicados del engranaje y funcionamiento del sistema educativo, dicen los manuales de dicho campo, que es “conocer el estado que guarda un fenómeno determinado con la finalidad de tomar decisiones informadas y documentadas”. El principal error del INEE hasta ahora es que sesgó la información a favor de una causa (SEP, Mexicanos primero), esta falta de ética y de objetividad en el uso de la información recabada con fines maniqueos, es lo que lleva (muy posiblemente) al presidente electo a anunciar su desaparición.
La pregunta que se hacen algunos investigadores es ¿y ahora quien se encargará de generar la información certera precisa, objetiva y confiable del funcionamiento del sistema que nos permita tomar decisiones acertadas? Tal vez emergerá una nueva instancia, pero el INEE ya no puede ser, actualmente tiene una doble limitante:
- Por un lado, ha agitado su modelo y su propuesta de trabajo. Al no haber una reforma punitiva ahora ¿Qué deberá defender?
- Y por otro, ha perdido legitimidad sobre todo ante el magisterio y ante grandes sectores de académicos e investigadores, que desde el inicio fueron ninguneados por la postura del INEE: arrogante y excluyente.
Por otro lado tenemos que el ejercicio de la evaluación hoy es muy necesario, debido a que la generación de datos y de información que corre a gran velocidad, deberá servir para las decisiones de política pública de manera acertada y confiable.
El colofón del asunto es la burocracia que generó el INEE integrado por algunos consejeros con salarios desproporcionados (en relación al resto de los personajes que trabajan en el sistema educativo), con información resguardada que no toda circulaba adecuadamente y con una postura parcial a favor de las instancias que hoy están en la lona.
De esta manera los distintos personajes del INEE es bueno que vayan empacando sus maletas, ya no hará más trabajo ni privilegios, pero para el presidente electo la pregunta es ¿Qué sigue? ¿Quién se encargará ahora de asumir la responsabilidad de evaluar el funcionamiento del sistema educativo, de sus diversos componentes y de diseñar un esquema de evaluación del desempeño docente que sirva verdaderamente para mejorar las prácticas, los resultados de los aprendizajes adquiridos, etc.?