Los astros se están alineando: el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación —al menos como organismo con autonomía constitucional— desaparecerá y la Reforma Educativa será enterrada, apunta el discurso del grupo que asumirá el poder en unos días más.Pero, ¿de veras se sepultará? ¿O el Acuerdo Nacional sobre la Educación para los que el futuro gobierno convoco a foros de consulta mantendrá ciertas estructuras burocráticas?
La primera etapa de construcción del futuro Acuerdo fue de varios meses, desde que el presidente electo presentó su Proyecto Alternativo de Nación, en noviembre de 2017, hasta el 27 de octubre, cuando Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Educación Pública designado, anunció que se suspendía el foro estatal en Oaxaca.
El propósito explícito de los foros fue introducir en la plaza pública y las redes sociales la idea de que la Reforma Educativa iría para atrás. Claro, la narrativa en contra de la reforma estaba sembrada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación desde antes de que se promulgaran los cambios a la Constitución; pero cobró vida como parte de la campaña mediante piezas oratorias y pactos que el entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador, convino con facciones del SNTE. Primero, con la corriente gordillista, en Zacatecas, en diciembre de 2017 y, luego, en marzo de 2018, con la CNTE, en Guelatao, Oaxaca. En el primero estampó su firma, en el segundo se abstuvo; su palabra bastaba.
La narración contra la reforma fue visceral, contundente —“no quedará ni una coma” y con presagios de demolición. Aunque en los foros se presentaron miles de ponencias de maestros y directores y supervisores —y de uno que otro académico—, lo que dominaba era la diatriba contra la evaluación; un pregón de rencor contra el gobierno saliente donde —se decía— había instituido la reforma para desacreditar al magisterio nacional y acabar con las escuelas normales, privatizar la educación y ponerla al servicio del neoliberalismo.
Podría decirse que, como campaña de propaganda, la consulta fue exitosa al máximo. La narrativa se impuso; si hubo voces que apuntaran que debería revisarse, pero no acabar con ella, se perdieron en la inmensidad de expresiones que repudiaban lo hecho por la reforma o por lo que, imaginaban, había hecho.
Hoy, el equipo de transición de AMLO está ocupado en esbozar programas y en vislumbrar caminos de ejecución de su plan de gobierno. Es un ciclo de diseño, de conjuntar opiniones, de reflexionar —ya fuera de piezas dedicadas a la galería— sobre lo deseable y lo posible. Es una etapa de pensamiento que involucra a quienes serán los responsables de conducir la política educativa y —me imagino— consultas con expertos y funcionarios que van de salida.
Es patente que algo se está cocinando. El apremio con que AMLO pidió a los legisladores de su coalición que le permitieran a él enviar la iniciativa de reformas legales indica que la reingeniería que se acerca no será total. Frenó iniciativas que diputados de Morena, integrantes de la CNTE, propusieron para derogar párrafos del artículo 3º de la Constitución y otra que pretendía suprimir la Ley General del Servicio Profesional Docente. El trazo del Acuerdo que impulsará desde el gobierno —pienso— contendrá parte de la misma retórica antineoliberal y antirreforma, pero mantendrá instrumentos cruciales para la gobernación del sistema educativo mexicano. La estructura de gobierno tiene su lógica de desarrollo. Ejercer el poder desde el gobierno implica sustentar la acción política en prácticas —más o menos— estables; racionalidad burocrática, la llamó Weber.
Por ello, pienso que el nuevo gobierno mantendrá unas de las nuevas instituciones. Por ejemplo, la centralización del pago de la nómina, que AMLO anunció que se conservará. También, pienso, el Sistema Nacional de Información y Gestión Educativa, el Sistema de Administración de la Nómina Educativa Federalizada y, tal vez, el Programa de promoción en la función por incentivos en Educación Básica. Éste sustituyó a la Carrera Magisterial, que terminó convertida en un aparato de corrupción al servicio de los líderes del sindicato. Subrayo lo del tal vez porque Esteban Moctezuma mencionó en varias ocasiones que la Carrera Magisterial debería regresar como era.
Falta poco para conocer el proyecto educativo del nuevo gobierno. Allí se verá si puede conciliar el relato vindicativo con la supervivencia de la racionalidad burocrática.