Los resultados del concurso de oposición para el ingreso a la Educación Básica que se publicaron hace pocos días en la página del Sistema Nacional de Registro del Servicio Profesional Docente llama a una revisión educativa que trascienda el impacto mediático que vivimos en los días posteriores. Más allá de la danza de cifras de “maestros reprobados”, “no idóneos”, o “mejor evaluados”, es imprescindible preguntarse sobre el uso que el Sistema Educativo dará a ésta evaluación para revisar el estado que guarda la formación docente inicial en México.
Un punto de partida indispensable para comprender los alcances de esta evaluación, es lo dispuesto en el Artículo 24 de la Ley General del Servicio Profesional Docente sobre el perfil de los participantes en los concursos de oposición, que a la letra señala:
… podrán participar todas las personas que cumplan con el perfil relacionado con el nivel, tipo modalidad y materia educativa (…) En la educación Básica dicho perfil corresponderá al académico con formación docente pedagógica o áreas afines que corresponda a los niveles educativos, privilegiando el perfil pedagógico docente de los candidatos; también se considerarán perfiles correspondientes a las disciplinas especializada de la enseñanza.
Por su parte, el artículo vigésimo primero de los transitorios de esta Ley establece que el citado Artículo 24 entrará en vigor dos años después de su publicación y que en este periodo los concursos “serán sólo para los egresados de las normales” y, en caso que las vacantes no se cubran, se emitirán convocatorias abiertas. De manera inexplicable para la opinión pública, en este concurso todos los estados convocaron simultáneamente a normalistas y profesionales egresados de las universidades como pudo apreciarse desde el inicio del proceso en la propia página del Sistema Nacional de Registro.
En las horas inmediatas a la publicación de los resultados la diferencia del perfil de los aspirantes a un puesto docente se desvaneció en una casi inmediata condena a los “maestros reprobados”; un día después algunos medios introdujeron un importante matiz con encabezados como “Normalistas, mejor evaluados” con lo que incorporaron también un sesgo triunfalista para estas instituciones. Cierto es que en términos gruesos hay razón en considerar mejores resultados en esta evaluación para los egresados de las Escuelas Normales, responsables hasta ahora de la Formación Inicial; sin embargo los datos parecen indicar que no son las únicas Instituciones que están formando para la docencia desde los criterios derivados de la Reforma Constitucional.
Revisemos aquí algunas cifras extraídas de las estadísticas de la página del propio Sistema de Registro, con dos criterios de ordenamiento: el grupo evaluado como “Aún no idóneo” y el ubicado en el grupo “A” de desempeño, que equivale a quienes obtuvieron el nivel más alto en los dos exámenes que formaron la evaluación.
Normalistas y universitarios en los estados
De acuerdo con las estadísticas publicadas, Campeche y Tlaxcala son estados en donde los universitarios obtuvieron puntuaciones relativamente mejores que los normalistas. En Campeche, 66.8 % de los primeros se ubicaron como “no idóneos”, frente al 70.2% de los segundos. Para el mismo grupo, en Tlaxcala los resultados fueron: 57.4% universitarios y 65.2% para los normalistas. En ambos estados el porcentaje del grupo A de desempeño de los universitarios fue mayor que los normalistas.
En otro conjunto de estados formado por Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, Puebla y Yucatán los normalistas tuvieron un menor porcentaje dictaminados como “no idóneos” que los universitarios. Sin embargo, la diferencia de puntuación entre ambos grupos es menor de cinco puntos y, de manera consistente en todos ellos, es mayor el porcentaje de universitarios ubicados en el grupo “A” de desempeño.
En seis estados la diferencia de puntuación de “no idóneos” normalistas y universitarios está en un rango de entre cinco y diez puntos y de manera consistente es mayor el porcentaje de normalistas ubicados en el grupo “A”. Zacatecas y Chihuahua son estados en que los egresados de las normales tuvieron una diferencia de casi 30 puntos en los aspirantes “no idóneos” con respecto a sus pares universitarios.
Si bien estos datos admiten múltiples lecturas, me concentro en la línea que da pie a la pregunta del título de este artículo: ¿A quién corresponde la formación de los “docentes idóneos” para la Educación Básica de México? Lo dispuesto en el citado Artículo 24 y los procedimientos que se han seguido para elegirlos parecen indicar que la responsabilidad institucional se diluye en medio de una gran ambigüedad.
De acuerdo a los documentos normativos generados a partir de la Reforma a los Artículos Tercero y 73 Constitucionales, el referente para la evaluación de ingreso y permanencia al Servicio Profesional Docente, se estableció en un nuevo Perfil docente que contempla cinco dimensiones consideradas en los instrumentos con que se determinó la idoneidad para la docencia. Hace falta ahora delimitar a las instituciones que deben formar a los maestros con los requerimientos que el propio Sistema demanda.
Hasta ahora las Escuelas Normales habían sido depositarias de la Formación Inicial de docentes con base en los Planes y Programados de Estudio que se diseñan centralmente y se redefinen en las culturas y prácticas de estas Instituciones; los resultados de esta evaluación apuntan a una profunda revisión de la pertinencia de la propuesta curricular con que se forma a los futuros docentes. En este sentido vale la pena preguntarse si el proceso de Reforma Curricular que viven actualmente las Escuelas Normales apunta en una dirección convergente a las demandas actuales de la Educación Básica. El énfasis en la formación del “docente investigador” desde la pedagogía y epistemología y la disminución del contacto con las escuelas “reales”, parecen indicar que no.
El otro lado de la moneda de esta evaluación está en los jóvenes egresados de las universidades. Convocados al concurso público y abierto, la mayoría advierte la oportunidad laboral en estos tiempos de escasas o mínimas posibilidades de empleo. Aquéllos que cubren con el perfil profesional que establecieron las respectivas convocatorias estatales, enfrentan en su generalidad un gran desconocimiento de las escuelas, el trabajo de enseñanza y la organización del Sistema Educativo; algunos han tenido la oportunidad de trabajar en la docencia de manera temporal y buscan asegurar su sitio en la enseñanza. En todos los casos, es evidente que las Universidades no los formaron para ser docentes y hasta ahora nada indica que tomarán la tarea como propia ¿por qué entonces el asombro ante los resultados?
El reto de la formación de los docentes es enorme y evidente. La nueva normatividad y las condiciones para acceder a la docencia hacen aún más complejo el horizonte que ya se tenía con las Escuelas Normales; ahora el Sistema Educativo no tiene respuestas contundentes par la caja de Pandora que abrió con la idea que la enseñanza es un trabajo que cualquiera puede desempeñar. Y la tan convocada Calidad de la Educación exige que se responda con mucho más que “la capacitación a los 79 mil maestros reprobados” que el Subsecretario de Educación Superior anunció en días recientes.