No todos los neurólogos aceptan la existencia de la mente; pero ningún psicólogo niega la del cerebro. Suponiendo que mente y cerebro co-existen: ¿quién domina a quién?
No somos seres humanos provistos de un cerebro o de un encéfalo con el adyacente sistema de nervios; somos, por el contrario, encéfalos encubiertos por una vestimenta, epidermis, que le da forma o contiene a lo que hemos llamado “ser humano” . Es una prenda maravillosa que se ostenta en diferentes colores, tamaños, magnitudes y géneros. No es el ser humano el que controla a uno de sus órganos, i.e., el cerebro, sino todo lo contrario.
Si lo pensamos bien, y nos vemos tal y como es la máquina bioquímica que nos da vida y movimiento, en realidad, somos entes encefálicos, como alienígenos que deambulamos por las calles, entre aparadores y cruceros, para comprar vestimentas. ¡Pensemos en ello! No hay mente sin cerebro; pero sí hay cerebro sin mente. Ninguno pensamiento escrito o narrado existe sin un cerebro consciente. Ni siquiera el sentimiento existe, a menos que pensemos en ello. No hay un espíritu flotando por ahí que crea pensamientos y sentimientos, sino más bien una masa material (medible en peso y tamaño) que crea la sensación de lo inmaterial como un escape a la prisión de la materia limitada. En este mundo un pensamiento es una expresión física de un conjunto de conexiones físicas; sinapsis y sinopsis; o sea, patrones o líneas sinápticas que se manifiestan como expresiones sinópticas.
El cerebro es una masa muy compleja y bastante impactante a simple vista, de unos 1300 o 1400 gramos de peso; repleto de células o fibras que llamamos neuronas y sus extensiones o prolongaciones que las conectan y neurotransmisores, neuromoduladores y hormonas que las disparan o inhiben. Se estima que un cerebro humano tiene más o menos 100 mil millones de neuronas con una cantidad mucho mayor (trillones o cuatrillones) de conexiones (de 1000 a 10000 por cada neurona típica), a través de procesos conocidos como sinapsis.
Los avances más importantes en la investigación neurológica a través de nuevas tecnologías no invasivas de observación como resonancias magnéticas o tomografías simples y contrastadas, pasivas o funcionales, así como el aprendizaje o desarrollo de nuevas neuronas (neurogénesis) o nuevas conexiones (neuroplasticidad) observadas en cerebros físicamente dañados que son capaces de recuperar funciones cognitivas y no-cognitivas en áreas o secciones del cerebro que se pensaban dañadas o destinadas a otras funciones, nos permiten deducir el enorme potencial de crecimiento cuantitativo, pero sobre todo cualitativo (selectivo) del cerebro a lo largo de su vida fisiológica.
Pero en el centro del debate filosófico, psicológico y neurológico está la discusión si un ente ciento por ciento material (cerebro) es capaz de crear un ente inmaterial (mente), no tan visiblemente complejo como el primero, pero más complicado.
Si uno es esotérico, por supuesto que lo inmaterial, la luz universal, la fuente universal de toda vida y los ángeles existen; si uno es religioso, existe también el “cerebro espiritual”, que trasciende lo físico y de alguna manera sublima o condena la existencia humana; pero si uno es científico, una masa material es una masa material, que no puede dar pie a una existencia metafísica; en este mundo, la mente es un fenómeno físico, no inmaterial y mucho menos espiritual.
En ese sentido estricto la psicología no es más que una extensión de la neurología. Los traumas, los miedos, las pasiones, los deseos, la euforia, la depresión, el amor, la alegría, la tristeza, el odio, la envidia, y otras tantas cosas, no son más que productos de procesos neurológicos, de neuronas que se dispararon juntas y pegaron juntas. Son patrones de conexiones neuronales derivados de la interacción genética y ambiental a la que están sujetos los cerebros (seres humanos).
En el mundo ambientalista, las experiencias ricas o diferentes de aprendizaje pueden detonar nuevos patrones neuronales, y, por tanto, nuevos aprendizajes, nuevas conductas. ¿Es acaso cierto que el ambiente puede modificar el cerebro? ¿Quiere esto decir que la mente es capaz, por sí misma, de modificar al cerebro? ¿Es la mente más poderosa que el cerebro? ¿Existe el cerebro de Buda? Es decir, que un proceso mental sea capaz de modificar un proceso cerebral. En el mundo de la neurología sí es posible, siempre y cuando el proceso mental sea considerado físico también; o sea, producto del proceso cerebral. Aquí, la mente no es más que un efecto de los procesos químico-biológicos del cerebro. Pensamos lo que somos; no somos lo que pensamos.
Aún en este mundo físico, donde la mente es materia; la mente, que es un efecto del cerebro, por una exquisita aunque infinitamente compleja estructura y función cerebral, es capaz de rebobinar el circuito o cableado cerebral, al intentar nuevos aprendizajes; como caminar para atrás; lavarse los dientes con la mano izquierda si uno es diestro; escribir de derecha a izquierda o aprender un nuevo idioma, o leer un libro nuevo, o caminar y trabajar en lugar de echarse o flojear, o nutrirse saludablemente, o llevar una vida con carga ligera.
El misterio es que el cerebro humano es capaz de crear una fuerza que parece inmaterial pero no lo es, y que es capaz de rebobinarlo como la mano que se pinta a sí misma de Escher; o la imagen que se ve a sí misma, o el ojo que ve lo que ve de Magritte. La mente es el instrumento del cerebro para crear y recrear; para inventar, innovar; modificar patrones. Pero la mente para ser activa requiere voluntad. Y la voluntad es otra de esas creaciones del cerebro que es difícil asir.
Mente y cerebro son la misma cosa y son diferentes a la vez. Las implicaciones de este conocimiento llegan a la educación y a las escuelas de manera lenta pero consistente. Poco a poco aprendemos cómo aprende el cerebro y qué hábitos mentales pueden ayudarnos a desaprender lo aprendido para aprender nuevas cosas. Cuando un maestro le pregunta a un alumno “¿qué sabes sobre la mejor forma de hacer tal o cual cosa; o qué sabes sobre el contexto de la Revolución Mexicana?” Lo que hace en realidad es recibir información diagnóstica de las creencias (“conocimientos verdaderos o falsos”) del niño. Si sus creencias son mitos, el camino es desaprender. Si sus creencias son ciertas el camino es reforzar. Lo mismo ocurre con nuestros miedos, traumas y angustias; motivación, flojera y actitudes. El psicólogo del aprendizaje trata de escudriñar para llevarnos por un nuevo aprendizaje. En neurología, esto es recablear o rebobinar las conexiones neuronales. Es como administrar el cerebro; o dicho de otra manera, administrar la inteligencia, el conocimiento y el aprendizaje. La creación de ambientes de aprendizaje está en el centro de esta fascinante discusión.
El autor es profesor-investigador visitante de la Escuela Steinhardt de Cultura, Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Nueva York y autor del libro: Teachers’ Perspectives on Finnish School Education: Creating Leaning Environments. Springer. Switzerland. 2014.