Por fin se conoció públicamente el Programa Sectorial de Educación 2013-2018 (Proseduc), el cual será la base para alcanzar la meta de “México con Educación de Calidad”. Esta meta está consignada en el Plan Nacional de Desarrollo y al contrario de la administración federal pasada (2007-2012) que dejó a la educación subsumida en el eje de “igualdad de oportunidades, ahora la educación se ubica como una prioridad nacional.
Si la educación para este gobierno tiene un alto valor, su visión y propuestas tendrían entonces que ser innovadoras, imaginativas, científicamente fundamentadas y realizables. ¿Refleja esto el contenido del Proseduc? Para responder a tal pregunta, analicemos el apartado de diagnóstico que se presenta en el Capítulo 1.
Cuando se habla de las causas por las cuales en México hemos construido una educación de baja calidad, los planificadores de la Secretaría de Educación Pública (SEP) identifican seis factores para el nivel de educación básica: (1) Crecimiento demográfico, (2) “bajos niveles de escolarización” (sic), (3) la clásica tensión entre cobertura y calidad, (4) falta de inversión, (5) prácticas indebidas y (6) la pobreza. Parece haber una confusión entre síntomas y causas. Las “prácticas indebidas”, por ejemplo, no son una causa de que los niños no aprendan lo que deben, sino una consecuencia de la manera en que se organizó y gobernó el sistema educativo, el cual fue utilizado, entre otras cosas, para mantener y legitimar el régimen autoritario o para negociar “reformas”, como confesó en entrevista el ex presidente Felipe Calderón.
Por otro lado, pese a que la investigación educativa ha demostrado que un deficiente diseño institucional de las políticas puede condicionar su desarrollo, el Proseduc, en el diagnóstico, no considera a este factor como determinante de la ineficiencia gubernamental. ¿O es que programas como Enciclomedia, Habilidades Digitales para Todos o el de incentivos económicos para escuelas y maestros tuvieron una formulación y ejecución tan impecables para no ser reexaminados en el diagnóstico? ¿Sobre qué conocimiento científico se propone ahora dotar de tecnologías de la información a las escuelas para “favorecer los aprendizajes”? Proponer estrategias sin tomar en cuenta las lecciones aprendidas puede ser otra posible causa del deficiente desempeño de las políticas.
Como comenté arriba, los planificadores de la SEP reconocen que hay una educación de mala calidad en el nivel básico e identifican algunas causas de esta problemática, sin embargo, para el nivel universitario hizo falta un análisis más puntual y riguroso para sostener que hay que “continuar con la ampliación y el impulso al mejoramiento de la calidad de la educación superior”. ¿Continuar en dónde? ¿Qué instituciones de educación superior (IES) mejoraron a tal grado como para sugerir que se continúe con la ampliación de la calidad? ¿Tiene la SEP indicadores técnicamente confiables para hacer comparaciones entre las diversas IES? Pese a que diversos académicos han señalado las limitaciones de los actuales esquemas de evaluación, certificación y acreditación, el Proseduc marca, en este rubro, una línea de continuidad con el pasado. ¿Acaso no se sabe dentro de la SEP del jugoso negocio que generó la poca regulación de los actuales procesos de acreditación? ¿Existe una relación directa y positiva entre ser evaluado por los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIESS) y los aprendizajes del joven universitario? ¿En dónde quedaron las políticas de “segunda generación” que varios académicos con razón demandaron? No escuchar los cuestionamientos y seguir dando por sentado cosas puede constituir otra determinante del lento y magro avance en materia educativa. Luego no nos quejemos.
Pero, ¿cómo hacer que el Proseduc no corra la misma suerte de sus antecesores? Hay que recordar que el Plan Nacional de Educación 2001-2006 fue consistente en su diseño pero limitado en su ejecución y al Programa Sectorial de Educación 2007-2012 se lo “tragó” la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE). Un eficiente sistema de monitoreo del Proseduc puede servir para enviar información a los decisores y que éstos puedan modificar la dirección de las políticas conforme avanza la implementación.
Además, es imprescindible que la SEP ofrezca un reporte de lo realizado con el detalle que un día se tuvo. En la gestión del ex secretario Miguel Limón Rojas (1995-2000), anualmente se publicaba un grueso volumen con los avances en materia educativa. Este ejercicio se puede perfeccionar ahora porque México cuenta con una base de información más amplia y plural.
Con esta información es más probable que los maestros, periodistas, empresarios, disidentes, madres y padres de familia, así como los académicos podamos estar atentos a la puesta en marcha del Proseduc, llamar la atención sobre sus avaces y eventuales incumplimientos y entonces convertir la crítica pública en una fuerza detrás del cambio educativo. Al final, se trata de la niñez y juventud mexicana; nada menos ni nada más.
Publicado en Campus Milenio