¿Es verdad que en México la educación “está por los suelos”? ¿En qué medida la educación ha mejorado en el periodo democrático? ¿O es que ha empeorado al grado que algunos opositores quisieran? En primer lugar, es importante decir que hace 15 años responder a estas preguntas era muy difícil dada la carencia de información pública y confiable. El fin del sistema de partido hegemónico coincidió con una mayor apertura informativa. Pero curiosamente una vez que rebasamos la etapa de la opacidad, otra conducta antidemocrática se reveló: no aceptamos la responsabilidad que todos tenemos sobre la educación y entonces se prefiere, con ayuda de los medios masivos de comunicación, culpar a un solo actor.
Entre más televisión, menor reflexión. Televisa, visión enfermiza y a menor información, mayor prejuicio. Por ello, hay que celebrar que el sector educativo cuente con una base de información adicional para saber si la educación en México avanza o retrocede. Hablo del Segundo Informe de Progreso Educativo en México (SIPEM), el cual fue elaborado por el Instituto de Innovación Educativa del Tec de Monterrey (ITESM) campus Santa Fe.
Bajo la guía y visión del doctor Miguel Skékely, ex subsecretario de Educación Media Superior, el reporte construye y presenta el Índice de Progreso Educativo (IPE), el cual está integrado por tres componentes principales: (1) cobertura, (2) calidad y (3) logro. La cobertura, para el caso del IPE, se mide por la relación que existe entre el número de estudiantes que asisten a la escuela y el número de personas que deberían ir a la escuela de acuerdo con la edad establecida. La calidad, por otra parte, se calcula dividiendo el número de estudiantes en los niveles Bueno y Excelente en Español y Matemática establecidos en la prueba Enlace (Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares) y el total de individuos que presentaron dicha prueba. Finalmente, el “logro” se construye al dividir el número de años “efectivos” de estudio y el número de años a cursar por nivel educativo. El IPE se calcula por nivel educativo (Primaria, Secundaria, Bachillerato), por año y entidad federativa.
El IPE se expresa en una escala del 1 al 10. Si en algún estado de la República Mexicana todos los niños asisten a la escuela, lo hacen en el grado que corresponde a su edad y obtienen un resultado en la prueba Enlace que los ubica en el nivel Bueno o Excelente, registraría un índice de 10. ¿Qué estados logran un mejor progreso educativo de acuerdo con este índice agregado? ¿Son las entidades que más reciben dinero las que ofrecen un mejor desempeño educativo? ¿Mejoró el IPE a través del tiempo? Respondamos a estas tres preguntas.
Baja California, Sonora , Distrito Federal, Baja California Sur y Tabasco son las cinco primeras entidades que registran el IPE más alto, 7.59, 7.53, 7.43, 7.33, 7.32, respectivamente. La media nacional es de 6.98. La pregunta aquí es si existe una diferencia significativa entre la primera y segunda entidad (BC y Sonora) cuando sólo las separan seis centésimas. Quizás una mejor diferenciación de las entidades federativas pueda hacerse si se comparan con su nivel económico medido por el Producto Interno Bruto (PIB). Con ello, podríamos constatar si la riqueza estatal está relacionada con el progreso educativo y entonces, mejores preguntas de política podrían formularse.
Otra característica de este Segundo Informe es que relaciona el IPE con diversos factores socioeconómicos, cuestión sobre la que algunos investigadores educativos siempre nos interesamos. ¿Entre más dinero, mejor educación? No necesariamente, “el hecho de que los docentes cuenten con mayores salarios, o que los Estados y la Federación destinen un mayor nivel de gasto por alumno no necesariamente se asocia a un mayor progreso educativo en las entidades del país” (SIPEM, 2013:7). ¿Entonces a qué se asocia el progreso educativo? El Informe responde: los resultados obtenidos indican que el progreso educativo es mayor cuando: (1) existen mayores recursos tecnológicos en las escuelas; (2) Existe una mayor proporción de docentes con posgrado, (3) existe un mayor número de directoras y directores de escuela que cuentan con al menos estudios de licenciatura, (4) los sistemas educativos cuentan con mayor capacidad instalada para atender la demanda; y (5) existen menores niveles de pobreza.
Como vemos, estos cinco factores asociados al progreso educativo son de naturaleza distinta. El primero refiere a un insumo material (tecnología), el segundo y tercero a la necesidad de mejorar el perfil académico de los docentes y directivos —que no “choferes de autobús”—, el cuarto apunta hacia la creación de infraestructura y por último, el quinto, refiere a un problema socioeconómico que rebasa al ámbito escolar. Este dato hace repensar la idea (fatalista) de que es, primordialmente, el sistema económico dominante (neoliberalismo) el causante de todo lo malo que le pasa a la educación.
Respondamos a la última pregunta: ¿mejoró o empeoró la educación en el periodo democrático? El progreso educativo, medido por este índice, indica un “modesto” avance, pues pasó de 6.3 en 2008 a 6.9 en 2013. ¿En dónde quedó entonces el gran impulso que acuerdos corporativos como el de la Alianza por la Calidad de la Educación le debían dar a las políticas? Si se analiza cada componente del IPE, es evidente que el indicador de calidad sigue siendo considerablemente bajo (3.3) en comparación con el de cobertura (8.7) y el de logro (8.9). El IPE corrobora lo que Fernando Solana, ex secretario de Educación Pública, acertadamente observó: “En México se escolariza a la población, mas no se educa”.
La calidad de la educación en México sigue siendo una asignatura pendiente y en el nivel de secundaria, las cosas siguen sin pintar nada bien. En este tramo educativo, sólo se alcanzan 1.9 puntos de los 10 posibles. ¿Serán conscientes los planificadores de la Secretaría de Educación Pública de esta problemática? Lo veremos cuando den a conocer el Programa Nacional de Educación 2013-2018, en donde ojalá aparezcan políticas y programas imaginativos para hacer de la escuela un lugar que propicie el pensamiento creativo, reflexivo y crítico.
Requerimos una educación de calidad para que todos podamos actuar responsablemente dentro de la aún débil democracia.
Publicado en Campus Milenio.