‘Jóvenes Construyendo el Futuro’: dos tareas pendientes.

Enrique Pieck Gochicoa

Entre los programas sociales implementados en este sexenio que ya termina, destaca ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ (PJCF), programa emblemático de la administración de López Obrador, que lleva tres años en operación y que promete continuar con la nueva administración. Es un programa que se orienta a los jóvenes de bajos recursos, en el rango de 18 a 29 años y que no se encuentren trabajando ni estudiando en el momento de aplicar al programa.

El PJCF constituye una estrategia de formación para el trabajo que tiene al joven aprendiz como el receptor central del programa. Se le apoya con una beca ($7,572), se le otorga un seguro médico y se le brinda la oportunidad de realizar una estancia laboral de doce meses en un centro de trabajo (CT). Durante este tiempo, el/la joven se inserta en un programa de capacitación donde cuenta con el apoyo de un tutor o tutora a lo largo del proceso.

Este programa se caracteriza por su gran diversidad en lo que refiere a los giros y magnitud de los CT (promedio 500 mil), a los contextos regionales, a la trayectoria educativa y laboral de los/as jóvenes, sus escolaridades, perfil de los tutores, y a los procesos de capacitación en los que se insertan. Consecuentemente, cada joven tendrá una experiencia de formación diferente, donde el valor agregado que reciba después de su estancia laboral, dependerá de la particular configuración de la situación de aprendizaje en la que se inserte el aprendiz.

Desde fines del 2022, se inició una investigación que tuvo como foco dar cuenta de las experiencias y voces de los distintos actores detrás de este programa. En este proyecto participamos integrantes de diferentes instituciones (Die-Cinvestav IPN, INIDE-UIA, IISUE e ITESM). Como una precisión metodológica y conceptual nos apoyamos en el concepto de ‘experiencia’, que para esta investigación refiere a lo que les sucede a los/as aprendices en su paso por el CT, con objeto de
develar el sentido de los acontecimientos y las decisiones que se toman. Indagamos sobre el sentido de la experiencia, conscientes de que la experiencia es un algo que nos cambia. De esta manera, concebimos a los/as aprendices como sujetos activos y reflexivos, como personas que han dotado de significado y sentido a lo que han vivido en el PJCF.

Con base en esa distinción conceptual, partimos de una serie de preguntas en torno a sus motivaciones para participar en este programa, quiénes son ellas/os, cómo significan sus estancias, cómo han vivido el proceso de capacitación, cómo ha respondido a sus expectativas, cuáles han sido sus aprendizajes, si ya se sienten con mejor nivel de empleabilidad, cuál ha sido su valoración de los tutores y tutoras, entre otras.

Entre los hallazgos, encontramos que los /as jóvenes se insertan en este programa por diversas razones, entre las que destacan la búsqueda de experiencia laboral para insertarse en el mundo del trabajo, capacitarse en áreas más afines a sus intereses y por el deseo de seguirse capacitando: “… porque aprendes mucho, te capacitan y es como tu trabajo; te capacitan y aunque sea menos tiempo, es trabajo”. Destacan en las motivaciones la correlación que tienen con uno de los objetivos principales del programa: que los/as jóvenes adquieran experiencia laboral, como uno de los requisitos fundamentales que establecen los CT para su contratación. En estas circunstancias, entendemos a las estancias laborales como uno de los componentes que forman parte de las estrategias de formación para el trabajo orientadas a los/as jóvenes de sectores vulnerables.

¿Cuáles son los aprendizajes que se obtienen y cuál es su relación con las demandas en los diferentes CT?, vaya ésta como una primera reflexión. Encontramos que, en su paso por los CT, los/as jóvenes adquieren fundamentalmente habilidades técnicas y conocimientos vinculados con el giro, tamaño y organización laboral de los CT. Más allá de la adquisición directa de habilidades técnicas, la formación en habilidades socioemocionales y sociolaborales termina siendo más bien un resultado del aprendizaje tácito de estas habilidades a lo largo de la estancia.

Esta estrategia contrasta con el abordaje estratégico de los centros de formación integral (CFI), que son centros especializados en la formación para el trabajo de jóvenes de bajos recursos. Algunos de estos centros han generado relaciones muy afortunadas con el PJCF, donde los/as jóvenes, además de beneficiarse con la beca que ofrece el programa, se benefician también de aprendizajes diversos en los campos de las habilidades soco emocionales (HSE) y socio laborales (HSL). Hay CFI, Incluso, que priorizan las habilidades para la vida (trabajo en equipo, liderazgo, comunicación, emprendimientos, por citar algunos).

De esta manera, los/as jóvenes que participan en estos centros, reciben un plus adicional respecto de quienes forman parte del esquema tradicional del PJCF. Lamentablemente, desde 2023 se suspendieron de parte del gobierno este tipo de vínculos con las OSC, esquema de colaboración que aportaba mayor calidad a la formación para el trabajo. Consideramos que este tipo de vínculos son indispensables, si lo que se requiere es brindar una formación para el trabajo integral, que atiende a ámbitos que resultan fundamentales en el desarrollo de los/as aprendices, tales como la compensación de déficits educativos, el manejo de TICS, cursos sobre emprendimientos.

Es partir de que más allá de los aprendizajes técnicos (la capacitación puntual) se precisa el desarrollo de otro tipo de habilidades (identidad, seguridad, confianza, trabajo en equipo, autonomía). La estrategia era muy loable ya que consideraba la co-participación de diferentes actores en aras de ofrecer una formación para el trabajo de mayor calidad. Los vínculos institucionales tienen la virtud de aportar plus a las estrategias de formación para el trabajo dirigidas a los/as jóvenes de bajos recursos. Valga señalar que el aprendizaje más significativo que aprenden los/as jóvenes (a decir de ellos/as), tiene que ver con la capacidad de expresarse, saber hablar, comunicarse, perder el miedo a interaccionar y socializar con otras personas.

Estas habilidades son a su vez muy valoradas de parte de los CT, en ocasiones más incluso que las habilidades técnicas.

La segunda reflexión tiene que ver con uno de los objetivos fundamentales del PJCF: priorizar a los/as jóvenes de bajos recursos que viven en sectores vulnerables. A ese respecto, consideramos que el programa se encuentra lejos de cumplir este propósito, que por demás representa el sello principal de estos programas sociales.

Hay varios factores que limitan esta meta: por un lado, no es común que los CT de cierta magnitud (grandes empresas manufactureras y de servicios) se ubiquen en áreas rurales, por lo que hay limitaciones para que los jóvenes de bajos recursos puedan insertarse en esos centros. Los CT en las entidades de mayor pobreza responden mayoritariamente a unidades económicas micro, que cuentan con un promedio de tres trabajadores y generan ingresos muy reducidos. Por otra parte, el PJCF no toma en cuenta la demanda de una mayor atención pedagógica y exigencia para la tutoría que requiere esta población. A ello se añade la baja escolaridad de muchos jóvenes, que les impide su acceso a estos espacios. Ciertamente, quienes cuentan con estudios universitarios acceden más fácilmente a CT que les aporten en sus orientaciones profesionales: hay una mayor correspondencia del programa con la formación y orientación de este grupo de jóvenes. En contraste, este tipo de correspondencia resulta más compleja en el segmento de jóvenes cuya escolaridad no rebasa los estudios de media superior, amén de que sus contextos presentan una problemática social que se caracteriza por la violencia y la desintegración social.

Consideramos que existe una diferencia muy grande entre el tipo de experiencia laboral que tiene un joven egresado de licenciatura, quien tiene posibilidades de incorporarse en un CT de magnitud (corporativos y grandes empresas) y las ventajas que ello implica en término de las interacciones, a un joven que solo cuenta con estudios de media superior y en ocasiones inconclusos.

En atención a esta situación, los resultados de investigación concluyen sobre la existencia de funcionalidades diferenciales, que llevan a que el programa cumpla funciones de estratificación social importantes. Llaman la atención los perfiles diversos de los/as aprendices y la estructura tan desigual de los CT. Ello habla de la necesidad de una mayor focalización de los programas y de la aplicación de criterios de discriminación positiva, que incluyan dimensiones propias de contextos vulnerables: escolaridades, pertinencia y relevancia de los giros productivos, entre otros.

Destacamos por tanto dos reflexiones que consideramos de importancia cuando se atiende a un programa de la relevancia del PJCF. La primera tiene que ver con la necesidad de contar con una estrategia de formación para el trabajo más integral (no solamente basada en la estancia laboral), sino abriendo nuevas estrategias que permitan que los/as jóvenes se formen en diferentes ámbitos. Esta necesidad se puede atender reincorporando la vinculación con los CFI, con miras a que aporten ese plus complementario que permita a los/as jóvenes formarse en otras habilidades y conocimientos que son de importancia en sus procesos de inserción al mundo del trabajo. La segunda reflexión toca la delicada situación de que el PJCF no está respondiendo a la misión del programa en lo que concierne a poner un claro énfasis en la formación de los jóvenes en situación de vulnerabilidad. Ello implica el reto de rediseñar el PJCF, de manera que se corresponda con los intereses, situaciones de los/as jóvenes y posibilidades de los contextos.

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