El interminable siglo escolar y el inverosímil registro de calificaciones

Me imagino a uno de los genios que habitan la Secretaría de Educación Pública (SEP), estar sentando cómodamente en alguna de las sillas o sillones de su oficina, disfrutando de un rico y delicioso cafecito mientras lee las noticias del día, cuando, de repente, a su mente llega la extraordinaria y maravillosa idea de pedirles a las maestras y maestros, que evalúen a las y los alumnos unos días antes de que concluya el ciclo escolar. Estoy seguro de que este sujeto estará convencido de que esta idea ha sido la mejor que se le pudo haber ocurrido desde hace mucho tiempo. Claro, su paso, quizá, por alguna escuela pública, le dará algún referente para considerar que dicha idea puede ser planteada como propuesta a su superior inmediato.

Ni tarde ni perezoso, convoca a sus subordinados para que estos elaboren un proyecto, con algún posible sustento extraído de mentes que, probablemente, no pisaron una escuela pública en el sistema educativo. 

Con la encomienda terminada, en reunión expresa se presenta el proyecto y, con seguridad su jefe estará maravillado, tan es así, que inmediatamente lo turna al despacho del secretario particular del principal jefe de oficina o de la misma Secretaría porque, la primicia, nadie se las puede ganar.

Luego entonces, con una breve revisión de dicho proyecto, es sometido a consideración de otros tantos personajes que, al igual que los anteriores, su paso por la escuela pública podría generar ciertas dudas, sin embargo, es aprobado dicho proyecto y turnado a otra área para que con ello se emita un decreto donde se señalé, explícitamente, que habrá tres o cuatro momentos de descarga administrativa o de registro de evaluaciones. Esto con el propósito de que la gente que no tiene conocimiento en la materia, piense que los docentes no tendrían por qué suspender o realizar otras actividades si ya se les ha asignado un día exprofeso para ello. 

Llegado el momento de su publicación, quien tuvo la estupenda idea sería felicitado por quienes les rodean. Imagino a este genio inicial, suspirar al ver que su visión se encuentra en un documento oficial de la Dependencia donde labora, y que será dado a conocer a lo largo y ancho de la República Mexicana.

Años más tarde y, desde luego, si su mente sigue produciendo este tipo de ideas, seguro es que pudiera ocupar una dirección, dirección general, subsecretaría y, tal vez, la misma titularidad de la Secretaría que ha sido inundada con sus increíbles aportaciones.

Lejos de este escenario, en algún lugar, que no es tan diferente a otros espacios educativos donde, de acuerdo a ciertas autoridades han llegado infinidad de recursos económicos para mejoramiento de los mismos, se encuentra un profesor frente a grupo. Sí, un grupo de nivel básico conformado por 40 niñas y niños, inquietos por naturaleza.

Sus años de servicio y las incesantes e inverosímiles reformas educativas de los últimos años han menguado su quehacer en las aulas porque, por más irrisorio que parezca, pasa más tiempo cumpliendo funciones administrativas que pedagógicas, o bien, atendiendo las disposiciones de sus autoridades inmediatas solicitadas de un día para otro; esto sin olvidar los insufribles Consejos Técnicos Escolares y los Talleres de “formación” continua que se han desprendido de otras tantas mentes de genios que difícilmente han pisado una escuela pública en los últimos años.

De repente, por esas cosas extrañas que suceden en la vida – vida profesional, por cierto –, se le hace saber que deberá registrar sus evaluaciones en la fecha en que el calendario escolar lo está señalando; es más, se le indica que debe preparar todo lo necesario para este propósito porque se desconoce el día en que se “abrirá” la plataforma para ese registro.

Por su mente, desde luego, pasan infinidad de cosas; de hecho, con dos periodos de los señalados puede que no tenga problema, pero el último periodo le genera mil dudas; dudas que busca se le respondan conforme al trabajo que realiza en el aula; sin embargo, la única respuesta que ha obtenido ha sido: “así vienen las cosa de allá arriba; resuelva como pueda”.

Como parece obvio, para registrar dichas evaluaciones en julio (antes de que concluya el ciclo), debe considerar que su propia SEP estatal, donde habitan otros tantos genios como el referido, le habrán de solicitar se “apresure” a evaluar porque si se observa y valora bien, a mediados de junio tiene quedar todo listo y resuelto ya que, con el cumplimiento de esto, en el estado y en la federación, podría gozar de merecido receso.

De inmediato, la mente de este profesor de nueva cuenta se volvería un caos, porque su experiencia le permite visualizar lo que llegaría a suceder en el momento en que los alumnos y padres de familia se sientan evaluados. Es obvio que su preparación y capacidad le llevan a responder a estas circunstancias, pero, ¿cómo podría realizar su trabajo si, por ejemplo, el padre de familia que durante todo el ciclo escolar nunca estuvo interesado, con su hijo aprobado, mucho menos se interesará en la educación de su pequeño?, ¿cómo mediar entre el aprendizaje y los comportamientos de sus alumnos cuando estos ya se saben evaluados y hasta promovidos al siguiente grado?, ¿cómo mediar entre el aprendizaje si las vacaciones se aproximan y ello es lo que más inquieta a los chicos?, ¿cómo mediar entre las absurdas exigencias de las autoridades educativas solicitadas de un día para otro y el aprendizaje que se supone debe generar en sus estudiantes cuando ya fueron evaluados un mes antes de que termine el ciclo?, ¿cómo comprender que hay quien no quiere comprender que las disposiciones normativas y administrativas proveniente de genios y mentes brillantes, que nunca han pisado una escuela pública en el mes de junio y julio, no encuentran sentido en ninguna escuela?

Y bueno estimada lectora o lector, si usted llegó a esta parte del texto que intentó ser una historia, tenga presente que lo leído pudiera tener parecido a la realidad o… ¿será mera coincidencia? No creo.

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