El pasado 26 de abril, el director de PISA, Andreas Schleicher, dirigió un oficio a la comisionada presidente de la Mejoredu, Silvia Valle Tépatl, para informarle que la futura participación de México en PISA-2025 estaba en riesgo, debido a que el país había suspendido los preparativos necesarios para su implementación. Schleicher le recuerda a Valle que en el estudio participarán cerca de 90 naciones, entre ellas: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay.
Para quienes no conozcan o recuerden lo que es PISA, basta decir que es un estudio que coordina la OCDE –de la que México forma parte desde 1994–, cuyo objetivo es conocer el grado en que los estudiantes de 15 años de edad (que han terminado o están por terminar la educación básica) dominan las competencias básicas de comprensión de lectura, matemáticas y ciencias, que se consideran esenciales para tener un futuro promisorio en un mundo cada vez más interconectado y tecnificado. PISA no mide conocimientos específicos, sino la capacidad para comprenderlos y utilizarlos en contextos fuera de la escuela. México ha participado en este estudio desde su inicio en el año 2000. Los resultados de México siempre han sido muy bajos, comparados con los de los países de mayor desarrollo económico. Mientras que 2 de 3 alumnos mexicanos no adquieren las competencias básicas de matemáticas, cerca de la mitad no lo hace en comprensión lectora y ciencias; y, apenas, 5 de 1000 destacan por sus altas puntuaciones.
Las evaluaciones internacionales nos sirven para saber tres cosas: 1) qué competencias adquieren nuestros estudiantes, 2) qué tanto avanza el país a lo largo del tiempo y 3) cómo nos comparamos con otros países. Con respecto a la primera información, sabemos que nuestros estudiantes logran aprendizajes muy básicos y de poca complejidad cognitiva. Con relación a la evolución histórica, hay evidencias de que nuestro país no ha mejorado en las últimas dos décadas. Y, en comparación con otros países, conocemos que estamos ligeramente por debajo de Chile y Uruguay y por encima de Brasil y Colombia; pero, sumamente lejos de los países asiáticos, europeos y norteamericanos.
Dadas las declaraciones del presidente de la República, con relación a los bajos resultados en PISA-2022, en el sentido de descalificar públicamente la validez del instrumento por considerarlo como “neoliberal”, resultaba predecible que el país cancelaría su participación en PISA, toda vez que sería injustificable seguir pagando por mantenerse en un estudio cuyos resultados no solo no se toman en cuenta, sino que se invalidan. En una entrevista de radio, Javier Solórzano me formuló un par de preguntas básicas: ¿qué implicaciones tiene la cancelación de PISA para la educación en México? y ¿qué consecuencias internacionales adversas podría traer para el país dicha decisión? Para responder la primera de ellas, hay que tomar en cuenta que las evaluaciones estandarizadas iniciaron hace más de 60 años, con el propósito de que los países conocieran su fortalezas y debilidades, y aprendieran de las mejores prácticas educativas de los países más avanzados. Si bien, esto es importante, también lo es el que cada país tenga su propio sistema de evaluación, toda vez que puede evaluar aspectos de interés nacional, como el currículo y los distintos tipos de escuela. Desgraciadamente, el país optó por eliminar al instituto que se encargaba de ello (INEE), y quien lo sustituyó (Mejoredu) no las realiza. Sin las evaluaciones nacionales e internacionales (México también abandonó los estudios regionales de la UNESCO), el país entra a un cuarto obscuro del que será difícil salir. En cuanto a las implicaciones frente a los compromisos con la OCDE, me cuesta trabajo anticipar si habrá, o no, consecuencias para el país, toda vez que desconozco la normatividad al respecto. Sin embargo, es claro que la salida de México en PISA será un duro golpe para la OCDE, pues dejará un mal antecedente y un mal ejemplo a seguir. Sin duda, el país quedará aislado de la comunidad internacional y no sabrá qué tan bueno es su sistema educativo, comparándose consigo mismo a lo largo del tiempo, así como con otros países de la región y del mundo industrializado.
La política educativa del gobierno cuatroteista se parece a la del “Avestruz” que, ante el peligro, mete su cabeza en un hoyo para no ver lo que pasa a su alrededor o a la de “Matar al mensajero”, para no recibir noticia desagradables. En ambos casos se aplica muy bien el dicho popular mexicano que reza: “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Por desgracia, esta política no solo es ineficaz, sino que es injusta para los niños y jóvenes del país, así como para la transparencia y la rendición de cuentas.
Presidente del consejo directivo de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff