La pasión de tus clases se traducía en el ímpetu de llenar el pizarrón de fórmulas y gráficas, instrumentos para explicar conceptos de microeconomía, de econometría, de series de tiempo y finanzas. Y entonces presentabas con gran pasión la estructura del mercado competitivo del oligopolio y, usando ecuaciones diferenciales, le dabas sentido a las estrategias para que, los rivales en un tipo de mercado, pudieran acordar un precio para maximizar sus utilidades. Y después, presentabas las razones dinámicas para que alguna de las partes traicionara aquellos “acuerdos amistosos”, pues ahora se daban las posibilidades de incrementar las ganancias de acuerdo a la “teoría de juegos” y su uso en modelos de más de un solo tiempo…
Creo que, desde aquellas clases, tú preparabas tu propio ser para el desempeño político en el que se construyen condiciones de inconsistencias dinámicas, pues las utilidades esperadas cambian al transformarse las circunstancias y entonces se deben tomar decisiones difíciles para mantener la integridad. Y vaya si tú nos diste públicamente una gran lección de virtud política y de ética profesional al renunciar, en dos ocasiones, a importantes cargos públicos. Y recordemos, lo hiciste porque las condiciones de posibilidad del uso de tu conocimientos de economía para servir al bien mayor de los intereses públicos, se encontraba disminuido por decisiones que estaban fuera de tu control pero que comprometían tu ejercicio profesional.
Pues, más allá de la ciencia económica, o quizá más bien para darle un sentido a tus conocimientos de economía, tú nos presentabas, con gran entusiasmo, las decisiones correctas y también las incorrectas que daban cuenta de los más importantes eventos económicos nacionales y también de otros internacionales que han marcado nuestra historia. Gracias por explicarnos las lecciones de “la gran depresión”, los acuerdos de Bretton Woods después de la segunda guerra mundial, y su terminación en 1973, lo acertado de la devaluación de México en 1954 y la mala decisión de no devaluar al cambiar el patrón oro en el 73, lo que llevó a la fuerte devaluación del 76… Y las lecciones de la hiperinflación de los ochentas por la falta de independencia del Banco Central.
Querido Profesor Carlos Urzúa, lo que más agradezco de tí hoy no son los conocimientos compartidos con tanta pasión, tanto los técnicos como los históricos, lo que agradezco es tu ejemplo de vida congruente y comprometida. Agradezco que seas un ejemplo de compromiso profesional para el bien de la sociedad. Hoy que el conocimiento se utiliza tanto para la simple ganancia del mercado, tú nos has dejado claro que se puede usar el conocimiento del mercado y de la economía para el servicio del desarrollo humano.
Cómo tú decías: “Sin pérdida de generalidad” hoy sé que tu vida comprometida y tus conocimientos han trascendido en cada estudiante que tuvo el privilegio de estar en un salón de clases contigo, en cada artículo y escrito académico, en cada artículo de periódico (remarcable que el último que publicaste lo compartiste por “X” unas horas antes de partir), y también nos dejas en mejores condiciones de vida por el trabajo que pudiste desempeñar como servidor público.
Mis condolencias a tu familia, a tus estudiantes y ex-estudiantes, a tus colegas y amigos (e incluso a tus enemigos) en la política nacional, mis condolencias a mi querido México y aún al mundo, porque hemos perdido a un gran economista, un gran político, un gran maestro y sobre todo a un gran ser humano, que vivió con extraordinario amor y compromiso.
Gracias, gracias, gracias a mi querido Profesor Dr. Carlos Urzúa.
Dr. Abel Rubén Hernández Ulloa