David Auris Villegas
La educación es la mejor inversión para desarrollar el capital humano de cualquier país. Esta debe incluir en sus claustros a todos los niños y adolescentes, con el propósito de alcanzar el progreso sostenido. Es necesario comprender que la única riqueza segura, es el poder del cerebro de la gente potenciada por la educación.
América Latina y el Perú, aún viven de espaladas a la realidad. No priorizan el desarrollo del capital humano porque solo pretenden crecer con base en los recursos naturales. Existe inequidad en el acceso a la educación y una insuficiente inversión en este sector, con apenas 4% del PBI. Se aprecia una desconexión entre los planes curriculares y el mercado. La región ostenta una mayor cantidad de profesionales especializados en humanidades y pocos en áreas tecnológicas que demanda el planeta. A esto, se añade un elevado índice de corrupción y despilfarro en ciertos países que cercenan la esperanza de los individuos más humildes.
Coincidiendo con el pensador y diplomático argentino Alieto Guadagni, los países en el siglo XXI necesitan recursos humanos más que recursos naturales. En efecto, existen naciones con una considerable riqueza natural, tales como Venezuela, Nigeria y Perú, que no pueden salir de la pobreza. Mientras que países como Japón, Corea del Sur, Singapur e Israel, carentes de recursos naturales, son prósperos debido a que invierten en el desarrollo del capital humano.
La Unesco señala que la educación es un derecho humano fundamental que posibilita la eliminación de la pobreza, busca la equidad y garantiza un desarrollo sostenible. De igual manera, Claudio Naranjo sostenía que la educación no solo debe proporcionar habilidades profesionales, sino también una competencia humana que se fundamenta en valores y las buenas relaciones para lograr el éxito y la armonía social.
Asimismo, el Banco Mundial, impulsor del Proyecto Capital Humano, argumenta que el desarrollo de este poder, elimina la pobreza y genera sociedades más productivas y sostenibles. Para alcanzar este objetivo, es fundamental invertir en la alimentación, la atención médica y la educación de excelencia. Amartya Sen, señala que un país pobre puede impulsar el capital humano mediante la asistencia de todos sus habitantes a la educación, lo cual no implica una educación de excelencia, sino que el acceso a ella es ya un progreso personal de impacto colectivo.
Para desarrollar el capital humano, implica impulsar una agresiva política de inclusión para garantizar la accesibilidad de todos los estudiantes y la culminación de la educación básica. Desarrollar las aptitudes del siglo XXI, tales como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y las habilidades socioemocionales, vinculando a los estudiantes con la realidad laboral, son claves. La alfabetización digital, la creatividad emprendedora y la formación continua de los docentes, pueden inspirar mayores aprendizajes en la comunidad letrada.
Sin embargo, el capital humano como una entidad patente y catalítica se consolida en la educación superior. En esa esfera es necesario desarrollar la investigación científica, tecnológica y un pensamiento innovador que asuma la responsabilidad social. Actualizar los programas académicos en correspondencia con países desarrollados es crucial para no quedarse rezagados y es perentorio la priorización de carreras científicas, con valor humano en toda nuestra región, si realmente pretendemos un desarrollo más allá de un crecimiento carente de sólidas bases.
La educación desarrolla la riqueza de aprendizaje que constituye el capital humano. Para lograrlo, impulsemos una educación que incluyan a todos, con el objetivo de que nadie pierda la oportunidad de vivir mejor.
© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCP.