Este lunes llegó a mi mente una frase de Catón que alimenta el pesimismo: “No sólo retrocedemos, también vamos para atrás”. Dos notas recientes nutren mi desilusión, lo que informan afecta de manera grave a los escolares y al futuro de la convivencia democrática. La primera es del periódico Vanguardia/MX (8/10/23), de Saltillo, “Escuelas, ‘fábricas de obesidad y enfermedades’”. La segunda, el análisis de un informe de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, por Eréndira Aquino en Animal Político (8/10/23) “Niñez mexicana carece de comprensión en la materia de civismo en conceptos como democracia”.
El primer caso es una muestra de que a la Cuatroté le importa poco la salud de los mexicanos, por más que el presidente López Obrador diga que estamos mejor que en Dinamarca. Dejó morir una iniciativa del gobierno de Enrique Peña Nieto (claro, era neoliberal) que prohibió vender en las tienditas escolares de los planteles de educación básica refrescos, jugos y néctares envasados, leche de sabor con azúcar, botanas saladas, galletas, pastelillos, dulces, postres y yogurt con azúcar. Hoy son mercancías que se comercian y quizá dónde más se consuman sea en comunidades pobres o de clase media baja.
El programa Mi Escuela Saludable, establecido por dos organizaciones de la sociedad civil, el Poder del Consumidor y la Red por los Derechos de la Infancia en México, con un estudio en 9 mil 381 escuelas demuestran que durante el ciclo 2022-2023, el 98% de los planteles vendió comida chatarra. El informe prueba que, si cada alumno consume 500 calorías por día derivados de tres productos ultra procesados y por cada 100 calorías extras, subirán hasta cinco kilos en un año. ¡De ese tamaño es la tragedia! Retrocedemos.
La reseña del informe de la Mejoredu que hizo Aquino también es punzante, ilustra que, “en México, la actual generación de niños y jóvenes que estudian la primaria y la secundaria carecen de dominio sobre conceptos como justicia, democracia y apego a la legalidad”. La referencia no proviene de un adversario político ni de un organismo proempresarial ni un académico neoliberal, es de un órgano del Estado forjado en la Cuatroté, la Mejoredu que, a pesar de resistencias, tuvo que hacer evaluaciones del aprendizaje de alumnos. Cito el examen de Aquino, su diagnóstico: “los temas con menor comprensión por parte de los estudiantes son la participación de manera honesta e informada en decisiones colectivas, la libertad de expresión, la organización ciudadana, la importancia de cumplir con las leyes y la diferencia entre situaciones justas e injustas”.
La culpa no es de la escuela ni de su comunidad, es la penetración de un contexto convulso provocado por la violencia criminal, que favorece la impunidad de quienes violan las leyes, matan, secuestran, roban y extorsionan a la población. La sensación de desamparo estropea las relaciones escolares, el trabajo de docentes, la participación de madres de familia y, más que nada, afecta la asimilación de valores ciudadanos y de respeto a la legalidad. No hay Estado de derecho y eso disminuye el interés de los estudiantes por aprender (más aún, por practicar) el civismo y la convivencia. También vamos para atrás en matemáticas y comprensión lectora.
El gobierno de la Cuatroté dejará por los suelos la salubridad pública y al sistema educativo al bordo del precipicio. No importa quién sea la sucesora de AMLO, el gobierno estará desmantelado, con instituciones pobres o de plano desmanteladas. Parece que en la Secretaría de Educación Pública interesan más declaraciones triunfalistas sobre el nuevo marco curricular y el plan de estudios, acompañados por libros de texto más confusos que el laberinto de Creta.
No hay espacio para el optimismo.