Históricamente, hemos atribuido un peso excesivo a las calificaciones como métrica de éxito académico. Mientras que las calificaciones pueden ofrecer una visión sobre ciertos aspectos del rendimiento de estudiantes, este enfoque unidimensional puede omitir una serie de habilidades y competencias valiosas que no se reflejan necesariamente en una boleta de calificaciones.
La convivencia, el trabajo en equipo y la comunicación son habilidades vitales que, a menudo, no se reflejan en las calificaciones. Los estudiantes que pueden trabajar efectivamente como parte de un equipo, que pueden comunicarse con claridad y respeto y que entienden el valor de la diversidad y la inclusión, están equipados para tener éxito más allá del aula.
Para fomentar este cambio de enfoque en la sociedad, es esencial reevaluar cómo medimos y celebramos el éxito en la educación. Necesitamos promover una cultura de aprendizaje que valore la resiliencia, la creatividad, la empatía y la ética, tanto como la competencia académica, es decir, una evaluación formativa.
La evaluación formativa se centra en brindar retroalimentación oportuna y específica, involucrar a los estudiantes en su propio proceso de aprendizaje y promover el crecimiento y desarrollo de habilidades. Al brindar una retroalimentación oportuna y constructiva, los estudiantes pueden comprender sus avances y trabajar en áreas que requieren más atención.
Pero esta evaluación no solo beneficia a estudiantes, también tiene un impacto en los docentes y en el ambiente de aprendizaje en general. Al enfocarse en el progreso y desarrollo de habilidades, se fomenta una mentalidad de mejora continua tanto en los estudiantes como en docentes. Además, al crear un clima de confianza y colaboración en el aula, se promueve la participación activa de los estudiantes y el intercambio de ideas en el centro escolar.
Es fundamental que como sociedad reflexionemos sobre cómo podemos fortalecer la evaluación formativa en nuestras instituciones educativas. Esto implica un compromiso colectivo de directivos, docentes, padres y estudiantes. Es necesario fomentar una cultura de evaluación formativa, brindar capacitación y apoyo a los docentes, y promover la comunicación abierta entre todos los actores involucrados.
La evaluación formativa es un enfoque transformador que puede impactar de manera significativa en la calidad de la educación. Al centrarnos en el crecimiento y desarrollo de nuestros jóvenes, les estamos brindando las herramientas necesarias para enfrentar los retos del futuro. Además, al involucrar a la comunidad en la discusión sobre este tema, estamos generando conciencia y promoviendo un diálogo constructivo que impulse el cambio.
Así, la evaluación formativa es más que una simple calificación. Es un proceso que nos permite entender y apoyar a nuestros estudiantes en su desarrollo integral. La implementación de este enfoque requiere un compromiso de todos los actores involucrados en la educación. Trabajemos juntos para entender y fortalecer la evaluación formativa y proporcionar a nuestros jóvenes las herramientas necesarias para un futuro exitoso, porque la educación, es el camino…
Dr. Manuel Alberto Navarro Weckmann.
Doctor en Gerencia Pública y Política Social y parte de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua
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