Se acaban dar a conocer los planes de estudios de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), con lo que inicia el proyecto educativo del gobierno de AMLO de transformar la educación básica, para que deje de ser un proyecto “neoliberal y colonialista” y centre su atención en las necesidades y visión de las comunidades más vulnerables del país. Esta reforma educativa (la tercera, en los últimos años) ha sido objeto de muchas críticas, publicadas en distintos medios de comunicación y redes sociales; también ha sido objeto de halagos por parte de autoridades gubernamentales. Una característica de esta propuesta es su intención de dar un giro de 180 grados al modelo educativo actual, tanto en lo ideológico como en lo pedagógico. La narrativa del modelo es compleja y confusa, y deja muchas dudas a quienes la hemos leído, por lo que me propongo explicar el ABC de esta reforma, sin pretender ser exhaustivo.
Hay que decir que un currículo se entiende como la intervención gubernamental de determinar el sentido de la educación, garantizar su pertinencia, proponer estrategias de enseñanza y promover el uso eficiente de recursos a fin de generar un impacto en el logro de los aprendizajes. Debido a su naturaleza, un currículo no es aséptico ideológicamente, ya que se trata de un proyecto en el que se sintetizan concepciones de distinta naturaleza: epistemológicas, filosóficas, sociológicas, pedagógicas, etc.
En lo pedagógico, aunque no se define un modelo educativo con precisión, se identifican elementos de Paulo Freyre, que entiende la educación como una forma de liberación y concientización social. Específicamente, la NEM propone lo siguiente:
Trabajar los contenidos educativos de manera interdisciplinaria. En primaria desaparecen las asignaturas, cuyas temáticas se integran en cuatro campos formativos (Lenguaje; Saberes, tecnologías y ambientes; Ética, naturaleza y sociedad y De lo humano y comunitario) y los grados se agrupan en seis fases (I: educación inicial, II: preescolar, III: 1º y 2º de primaria, IV; 3º y 4º; V: 5º y 6º y VI: 1º, 2º y 3º de secundaria).
Enseñanza a partir de problemas de la vida cotidiana. Se establece una nueva relación entre la escuela y comunidad, donde se enseña y aprende con un modelo basado en proyectos. Los estudiantes, junto con el docente, salen a la comunidad para observar distintos fenómenos naturales y sociales y regresan al aula a dialogar sobre lo observado y aplicar los contenidos escolares (por ejemplo, estimar la incidencia de basura). El centro de la enseñanza no es el estudiante, sino el grupo.
Evaluación formativa y grupal. El progreso del aprendizaje de los estudiantes los evalúa el docente en combinación con los estudiantes, en procesos de coevaluación y autoevaluación. Su principal propósito es retroalimentar al estudiante para mejorar su aprendizaje. Sin embargo, lo más importante es la evaluación del grupo y no del individuo. La evaluación con fines de certificación está muy desdibujada, sin lineamiento alguno. El docente tendrá que emitir una calificación al final del curso, para propósitos administrativos, pero que no reflejará el aprendizaje adquirido del estudiante.
Autonomía docente. Cada profesor podrá adaptar los planes de estudio de acuerdo con las características de los estudiantes y no tendrá la obligación de que éstos cumplan con alguna meta u objetivo de aprendizaje.
Algunos problemas que se vislumbran en la implantación del currículo de la NEM, son los siguientes: 1) no queda claro cómo se garantizará el artículo 3º constitucional, sobre la obligación que tiene el Estado de garantizar una educación de excelencia para todos, 2) no queda claro a qué se refiere el concepto de comunidad/territorio ni cómo entender los aprendizajes colectivos, 3) hay una atención ínfima al tema de las tecnologías de la información y a su uso pedagógico, 4) no se define la manera de evaluar y acreditar el aprendizaje y 5) se centra en lo comunitario y regional, sin dar importancia al contexto mundial de la globalización.
En mi opinión, será imposible poner en funcionamiento este plan de estudio, no solo porque parece ser un proyecto utópico (que busca formar a un nuevo ser humano) y porque se requería cambiar la mentalidad y prácticas pedagógicas de todos los docentes del país; sino porque, además, no toma en cuenta que estamos en medio de una crisis educativa profunda que ha mermado severamente la matrícula, la infraestructura y equipamiento escolar, así como los aprendizajes de los estudiantes. Cambiar el plan de estudios en este momento es similar a pretender cambiar primero el motor (en funcionamiento) de un trasatlántico, en medio de una tormenta que le ha hecho tres grandes boquetes a su casco.
@EduardoBackhoff