Miguel Angel Pérez Reynoso
Este 29 de agosto inició formalmente el ciclo escolar en todas las escuelas de educación básica en nuestro país: grados, niveles, modalidades educativas. En estos días directivos, maestras y maestros frente a grupo, han regresado a la actividad con la finalidad de analizar, discutir y apropiarse de los pilares de la propuesta curricular 2022. En todo ello priva la confusión, las dudas no aclaradas, el caos curricular. De una propuesta que se pensaba en su origen generalizadora poco a poco ha ido bajando de nivel para convertirse en un pilotaje focal en algunas escuelas, los lugares que han sido seleccionados ex profeso para dar cuenta de las bondades y los avances que representa potencialmente un nuevo diseño curricular de trabajo escolar.
En este ejercicio de relevar o de suplantar un esquema y una propuesta curricular, que se fue complejizando desde la RIEB (2009) hasta llegar a los Aprendizajes Clave (2016-17), y después de ese largo recorrido poder llegar a este momento.
Tal como se ha venido reconociendo en estos espacios en entregas anteriores, la propuesta curricular 2022 y hoy el Plan de estudios 2022 para la Educación Básica en nuestro país, sí contiene modificaciones de fondo no solo en los contenidos propiamente dichos, sino también en las formas de organizar el trabajo escolar, la gestión y la relación con la sociedad a través de los padres de familia.
Bajo este contexto de cambios sustanciales, yo veía más favorable el que se hubiera abierto un proceso paulatino para generar una transición hacia el cambio con metas parciales. La propuesta curricular 2022 se ha convertido en un programa de choque, que pretende modificar todo de sopetón.
Ahora quisiera referirme a dos actores centrales en este proceso de cambio, o de declaración de cambios: a) los docentes o educadoras frente a grupo y b) las y los padres y madres de familia.
En la parte primera reside la tesis central que yo he venido manejando desde hace varios meses, pero que ahora la presento a modo de preguntas generadoras: ¿Cómo se le va a hacer para que las y los docentes hagan suya la propuesta y la lleven a la práctica de todos los días? ¿Cómo desmantelar, superar, desaprender las propuestas anteriores por su sesgo neoliberal, para darle lugar a una propuesta pedagógicamente pertinente y social y políticamente favorable? ¿Cómo fusionar desde las prácticas educativas concretas los saberes docentes para generar un horizonte crítico en donde se fusione la tradición con la aspiración innovadora?
Me parece que este rubro es el más inconsistente de la propuesta y más aún porque desde el inicio ha habido un especial descuido en la atención a las maestras y los maestros del país, en el marco de las exigencias que se desprende de un nuevo plan curricular.
Por otro lado, tenemos a las madres y padres de familia como un actor estelar ya que ellas y ellos son los destinatarios finales al lado de sus hijos e hijas por supuesto, de la tarea educativa que institucionalmente se ejerce a través de la SEP.
¿Qué pudiera pasar si grupos o agrupamientos de padres y madres de familia manifiestan su desacuerdo con los contenidos de la reforma? En congruencia con los esquemas participativo, abierto, comunitario los padres de familia pudieran decir estar en desacuerdo y no apoyar la propuesta, ¿Qué hace el maestro o la maestra de grupo, que hace la SEP para resolver esto?
Lo peor que nos puede pasar es crear un clima o un contexto de confusión curricular, pero eso exactamente es lo que estamos viviendo hoy en día. El lunes 29 de agosto los millones de niñas, niños y jóvenes, acompañados de sus docentes, regresarán a las aulas con la expectativa de recibir una buena educación y las y los docentes también lo harán con la intención de tener claridad acerca de lo que ofrecerán a sus escolares. ¿Estamos preparados para dar el tan deseado salto y cumplir con las aspiraciones, propósitos e intenciones en la propuesta curricular 2022? Yo no lo sé de cierto -diría Sabines-ni siquiera lo supongo, pero me parece que aún no estamos listos.