Miguel Angel Pérez Reynoso
Ya es un lugar común reconocer que la educación no es neutra, que tanto las ideas como las prácticas que se realizan dentro de dicho campo, tienden a inclinarse y a favorecer los sectores sociales de la población. Por ejemplo, las y los estudiantes de educación superior, cada vez se olvidan del compromiso social que subyace a su propia formación, que primero la sociedad ha invertido en ellos y por lo tanto tiene el compromiso moral y social de devolverle a la sociedad los saberes que invirtieron en su formación.
Las necesidades sociales cada vez son más complejas y demandantes, tienden a incrementarse, los grupos vulnerables como los indígenas, niños y niñas en condición de calle, los migrantes que pasan por nuestro país o los compatriotas que tienden a salir de nuestro territorio, las niñas y niños que a partir de padecer una discapacidad que les impide un desarrollo lo mas cercano al desarrollo estándar, sufren discriminación, maltrato, segregación, etc.
Estos y otros muchos problemas son atendidos por especialistas, pero también los estudiantes insertos en la educación superior tienen el derecho y también la obligación de involucrarse a través del servicio social y de las prácticas profesionales de estar ahí al lado de los que menos tienen y más necesitan.
Los programas sociales que surgen desde la esfera gubernamental tienen la perversión de condicionar los apoyos a una decisión política sobre la base del uso político de dichos apoyos. Los esquemas participativos y horizontales muchas veces son sustituidos por mecanismos asistenciales cuyo dispositivo genera un círculo vicioso en donde los necesitados solo estiran la mano para recibir lo que se genera en otro lugar.
La pregunta obligada sería ¿Cómo rescatar la práctica y la cultura de participación social en estudiantes universitarios de tal manera que éstos le devuelvan a la sociedad lo antes recibido? La tarea no es sencilla se requiere de nueva cultura al interior de las instituciones, que estas se sensibilicen de su legado social, pero también y junto a ello se necesitan líderes que animen y faciliten la participación. En todo esto el clero progresista más cercano a la izquierda jugó un papel muy importante de militancia y de mística de trabajo al lado de las y los pobres, después llegó el asistencialismo que lucró y capitaliza la ayuda dada a los mismos pobres.
Se requiere que las instituciones recuperen el liderazgo social, los esquemas participativos, el salir a la calle y tener y sufrir la mística de ayudar a las y los otros. Con ello poco a poco se podrá generar un capital social nuevo (inédito), el capital del vínculo social entre los preparados (estudiantes universitarios) y los necesitados los pobres y desplazados, dicho vínculo serviría para generar una alianza en torno al cambio y a la participación social.
Habría que comenzar a fomentar esto en el seno de las universidades, habría que preguntarse ¿Qué tan solidarios están siendo sus programas de tal manera que llegue a la gente que lo necesita?