Guanajuato.- El sentido de la evaluación del logro académico de los estudiantes o del desempeño de los profesores y de las escuelas en su conjunto, es algo que sigue despertando polémica y desacuerdo entre los investigadores en educación reunidos en su XII Congreso Nacional.
En la mesa “Las evaluaciones y su uso”, Ángel Díaz Barriga, investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la educación (IISUE) se pronunció por la modificación de la perspectiva que tiene el país sobre la evaluación.
“El actual modelo -dijo-, es productivista e individualista. Estamos creando una republica de indicadores. Todos tratamos de reducirlo a cantidades. No estoy en contra de la información (pero) el tema es qué hacemos con ella y cómo concebimos el trabajo con esa información”.
De qué sirve, añadió, a un padre de familia que su hijo tenga un buen maestro en segundo o quinto de primaria “si de todos modos va a tener que cursar con otros maestros los otros grados”.
Por tanto, continuó el autor de Pensar la didáctica y evaluación y cambio institucional, necesitamos una visión social de la evaluación, donde la unidad “no sean los sujetos, sino la institución, es decir, la escuela”.
Debemos preguntarnos sobre la escuela, sobre su contexto y sus condiciones, sobre cómo está integrada esa comunidad de profesores, cuales son las historias académicas y hasta dónde hay un proyecto escolar que convoque a esos profesores; “hasta donde el director tiene un liderazgo académico y no de autoridad nada más”, precisó.
Díaz Barriga propuso que la unidad de reflexión respecto a la evaluación sea el propio colectivo escolar. Los indicadores del INEE, continuó, son desperdiciados porque “no tenemos la práctica de ir a la escuela y decir qué se puede hacer frente a esos resultados, pero como escuela y no como maestro Juan”.
Se requiere, pues, de una evaluación de acompañamiento para los maestros y alumnos. “Modernicemos la perspectiva que tenemos de la evaluación: de un paradigma individualista a uno de evaluación social”, subrayó.
En el momento más crítico de su exposición, Díaz Barriga dijo que todos en el país quieren buenos docentes, pero “todos debemos trabajar por dignificar la profesión. Lo que está pasando es terrible: se está deteriorando la labor del docecte”.
Y remató: “Les preguntaría a los de Mexicanos Primero si les dirían a sus hijos que fueran profesores. Mexicanos primero ha denigrado tanto la profesión que de pronto ser profesor es algo muy secundario en el país”.
En evaluación, no hay soluciones mágicas: Tere Bracho
En la misma mesa, Tere Bracho, integrante de la junta directiva del INEE, dijo que la información “es poder”, pero la información que aportan las evaluaciones “no representa toda la realidad; son un indicador de la realidad. Pretender que una evaluación cumpla con todos los propósitos, todas las funciones, es imposible”.
La evaluación tiene un sentido pragmático por definición. Los resultados deben ser usados para la mejora, de otro modo no ten tendrían sentido, dijo.
Los resultados de las evaluaciones deben permitir la generación de información y conocimiento “que permitan pensar en la formación y construcción de evidencias que sirvan para mejorar la toma de decisiones en el ámbito real de la educación: las escuelas”.
Se tiene que identificar siempre a los usuarios y destinatarios y a los que van a ser beneficiarios de las decisiones que se tomen con esa información. Los resultados, agregó Bracho, deben ser accesibles a los destinatarios, para los distintos usos que quieran darles.
La evaluación, continuó, se rige por los mismos principios metodológicos que el desarrollo de la ciencia. A la evaluación se le usa como instrumento. Igual que en la ciencia, insistió, el conocimiento sólo avanza de manera provisional, no hay conocimientos absolutos, sino provisionales que sirven para avanzar y, en el caso de evaluación, “para lograr el avance del fin que se está buscando apoyar. No hay soluciones mágicas, no existe una prueba que nos vaya a resolver todo lo que deseamos saber, pero hay que maximizar los usos de las evaluaciones”, concluyó.
Por su parte Felipe Tirado, investigador de la UNAM, dijo que el valor agregado de las evaluaciones debe ser el establecimiento de una unidad de análisis: la escuela, y (a partir de ella) construir proyectos académicos de desarrollo y evaluar trayectorias. Los perfiles personales (de los profesores), son importantes, porque no se borra al individuo, pero lo importante, sobre todo, son los perfiles escolares.
Propuso la existencia de un código de ética social: el deber ser de las escuelas y a partir de ahí disparar la exigencia social del cumplimiento de ese código que se elabore. La co evaluación y auto evaluación, agregó, deben ser complementarios y en la medida en que sean congruentes “serán confiables”.
Por último, Rafael Vidal, director general del Ceneval, dijo que las evaluaciones deben servir para mejorar. “Lo decimos así: son para mejorar y no deben servir para exhibir; se puede dar información sin exhibir a las escuelas”, insistió.
Vidal señaló que antes las plazas “se compraban, se heredaban o se vendían, pero ahora se ha determinado que un examen es mucho mejor que comprar y vender (las plazas). Un examen hasta simplón, de 80 preguntas”.
Si viniera un polaco, le diríamos con la cara limpia. En México las plazas se concursan, pero “se moriría un poco de la risa cuando le dijéramos que es un examen de 80 preguntas. ¿Es este el mejor método?, pues no y no estoy de acuerdo”.
Las evaluaciones son un instrumento mínimamente académico, “mucho mejor que la recomendación del señor gobernador o de un presidente municipal para ocupar una plaza docente”, concluyó.